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CRÍTICA

'El doble más quince': Dejarse llevar suena demasiado bien

Lo nuevo del director de 'A escondidas' narra un romance intergeneracional con Maribel Verdú y el joven Germán Alcarazu como protagonistas.

Por Guillermo Hormigo López 28 de Febrero 2020 | 09:27

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En 2016 el cineasta bilbaíno Mikel Rueda estrenaba 'Caminan', un cortometraje de apenas 14 minutos que anticipaba todo lo que ahora podemos ver en su nuevo largometraje: 'El doble más quince'. Ambos retratan una relación en apariencia impropia, entre un chico menor de edad con problemas económicos (Eric, interpretado por Germán Alcarazu) y una mujer madura, una doctora con vida familiar asentada (Ana, personaje al que da vida Maribel Verdú). Con este planteamiento se desarrolla una película sobre las segundas oportunidades, el carpe diem y la importancia de no darle la espalda al amor. Unas intenciones más que loables lastradas por una tendencia a la artificialidad.

Maribel Verdú y Germán Alcarazu en 'El doble más quince'

Ana y Eric se conocen a través de un chat de sexo. Ella busca algún aliciente en una rutina marcada por la monotonía, aunque se muestra dubitativa. Él intenta ganar dinero de manera rápida, pero oculta su rostro por miedo a que reconozcan su minoría de edad. Tras un par de conversaciones a través de webcam, en la que no llegan a verse las caras, acuerdan quedar físicamente. La idea es simplemente reunirse y charlar, aprovechar una pequeña válvula de escape de sus vidas. Sin embargo, cuando se produce el encuentro Ana amenaza con marcharse, ya que Eric le había asegurado tener más de 30 años. Todo podría haber acabado ahí, pero justo entonces Eric se da cuenta de que la rueda de su bicicleta está pinchada. Cuando pide a Ana que le acerque a la gasolinera más cercana, lo que podría haberse quedado en anécdota se convertirá en un día inolvidable para ambos.

'El doble más quince' se estructura en tres partes bien diferenciadas, presentadas a través de la división del propio título de la película: 'El doble' nos presenta a Ana, una profesional de vida tan vacía como perfecta. 'Quince' desarrolla el complicado día a día de Eric, marcado por la muerte de su padre y la consiguiente precariedad que le tocó experimentar junto a su madre. 'Más', segmento que supone el grueso de la película, desarrolla el primer encuentro entre ambos, que se alarga durante 24 horas.

Fotograma de 'El doble más quince'

Esta estructura bien marcada ya deja entrever uno de los principales lastres de 'El doble más quince': la falta de sutileza y el uso de unos recursos algo apolillados. Si en las vidas paralelas de los dos personajes Rueda ya echa mano de ciertos tópicos, el largo encuentro entre ambos no se libra de la misma lacra. Un problema que se evidencia por un lado en diálogos artificiosos en los que la naturalidad brilla por su ausencia, como ya sucedía en 'A escondidas'. Por otro en un cúmulo de situaciones demasiado forzadas para que no se separen ambos personajes, cuando hubiese resultado más fluido no buscar una justificación constante para retenerlos juntos. Por mayor que sea la entrega que muestran Maribel Verdú y el joven Germán Alcarazu, el material con el que cuentan no les permite brillar.

Un romance desenfocado

Si el guion se muestra errático tanto en sus diálogos como en una construcción de personajes algo simplista, lo mismo puede decirse de la puesta en escena. Rueda opta por dos decisiones estéticas especialmente reseñables (además de la sobreimpresión de pantallas en las conversaciones online, con un resultado no demasiado conseguido). La primera es el empleo extremo del desenfoque, especialmente antes del encuentro entre los protagonistas. Con ello busca mostrar el aislamiento de ambos personajes, atrapados en sus propias vidas. El problema es que la información que nos proporciona dicho recurso ya nos es de sobra conocida, y no compensa ni por asomo la confusión (incluso cierta fealdad) que arrastra a la película.

Imagen de una fiesta en la película

La segunda apuesta formal más destacable es la evolución en los tonos de la fotografía. En la primera parte de la película sobresalen los tonos fríos, de nuevo para remarcar sus rutinarias y nada estimulantes existencias. Poco a poco, conforme ambos personajes se conocen y crece la química entre ellos, van imponiéndose tonalidades más cálidas. Un crecimiento que se hace palpable en el clímax emocional de la película, donde la imagen adquiere un color casi dorado. Este recurso resulta mucho más orgánico, aunque de nuevo incide en la falta de sutileza de toda la propuesta.

'El doble más quince' es en definitiva una película de corte romántico que no destaca en ningún aspecto más allá de la labor de sus dos protagonistas, especialmente una Maribel Verdú que es la única capaz de que emerja algo de luz y verdad en la película. La errática puesta en escena de Mikel Rueda (que tendrá una oportunidad de resarcirse con 'Veneno', serie de la que dirige un par de capítulos) y un guion tosco condenan a esta película que aboga por dejarse llevar y disfrutar del momento, pero que paradójicamente peca de un excesivo encorsetamiento.

Nota: 5

Lo mejor: Maribel Verdú y algunos chispazos de química con el personaje de Germán Alcarazu.

Lo peor: La artificialidad de un guion y una puesta en escena demasiado toscos.

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