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CRÍTICA

'Malos tiempos en el Royale': El hotel de los secretos

Cuatro desconocidos llegan a El Royale, un hotel en decadencia lleno de secretos que no podrán permanecer ocultos mucho tiempo.

Por Luisa Nicolás 16 de Noviembre 2018 | 13:30

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Un cura, un vendedor de aspiradoras y una cantante entran en un hotel. Podría ser el inicio de un mal chiste, pero cuando te das cuenta de que nadie puede confiar en nadie porque cada uno guarda un secreto, incluido el hotel, te sientes dentro de una novela de Agatha Christie en la que todos los personajes son posibles sospechosos, aunque aún no sepamos de qué. 'Malos tiempos en El Royale' es el segundo largometraje como director de Drew Goddard, que nos sorprendió con esa fusión de cine de monstruos, comedia y homenaje a la historia del terror que fue 'La cabaña en el bosque'. En esta ocasión también rehúsa ceñirse a las convenciones del género y sitúa el argumento en 1969, para dar forma a un ejercicio retro que se mueve entre el thriller, la comedia y el misterio, tratando de repetir la jugada sin tanta fortuna.

'Malos tiempos en El Royale'

Desde la primera escena, un plano fijo deliberadamente teatral protagonizado por Nick Offerman, la audiencia se convierte en una suerte de voyeur. Como mirones, nos vamos colando en cada una de las habitaciones de los cuatro misteriosos inquilinos que tiene el hotel. La película se así divide en episodios, cada uno centrado en uno de los personajes principales: Jeff Bridges es el padre Daniel Flynn, un cura en busca de un tesoro; Cynthia Erivo es Darlene Sweet, una cantante negra que tiene que aguantar racismo y sexismo a partes iguales; Jon Hamm el vendedor de aspiradoras más desagradable de la historia, con una malsana obsesión con la suite principal; y Dakota Johnson es Emily Summerspring, una joven con mala leche y una chica secuestrada en el maletero de su coche. Al frente del decadente hotel se encuentra Miles Miller (Lewis Pullman), el único trabajador que persiste tras sus días de gloria y ejerce de recepcionista, botones, limpiador o barman.

El Royale, un hotel situado exactamente en la frontera entre California y Nevada, esconde tantos o más secretos que los propios personajes. Las paredes están repletas de fotografías de Marilyn Monroe, Kennedy, Frank Sinatra y otras figuras importantes que evocan una época mejor, una época de fiesta, glamour y desenfreno ya pasados, la promesa del vicio y la perversión que allí se vivió antes de perder su licencia para el juego. Una línea roja divide el hotel por la mitad y marca la separación entre estados. A un lado puedes beber alcohol hasta desfallecer y al otro apostar tu fortuna, pero nunca al mismo tiempo. Por desgracia, esta genial premisa solo aporta un contexto, pero no influye en el desarrollo de la acción, el hotel comienza con la entidad de un personaje más, con su propia trama de conspiraciones y chantajes, pero al final todo queda a la imaginación del espectador. De la misma forma, cada uno de los protagonistas parece encarnar un género (policíaco, criminal, drama, comedia...) y pasamos de hablar de sueños frustrados a espías con principios, sectas sexuales, el declive de la vejez o el estrés postraumático de la guerra. En cambio, de lo que carece el guion es de un elemento común que aúne a los personajes y ofrezca consistencia a una película en constante fuga, llena de ideas, buenas ideas, pero que no se mueven en la misma dirección.

'Malos tiempos en El Royale'

Como si de un puzzle se tratase, el fragmento de historia de cada personaje es una pieza que falta para completar el dibujo. Los primeros capítulos, y especialmente el de Jon Hamm, generan unas expectativas e intriga que desaparecen paulativamente con cada hueco que se rellena y subraya la imagen general de la historia. Goddard, que también firma el guión, pone demasiado pronto todas las cartas sobre la mesa, en lugar de jugar a dosificar la información. El espectador se convierte entonces en un ser omnisciente obligado a presenciar las mismas revelaciones una y otra vez desde el punto de vista de cada uno de los personajes, sin que le aporten nada nuevo en el proceso.

Sello Tarantino

Más que una simple influencia, el "estilo Tarantino" es una sombra constante durante toda la película. La estructura en capítulos presenta a los huéspedes a través de flashbacks o contactos con el exterior del hotel hasta que sus historias se solapan con las del resto de personajes, terminando siempre en cliffhangers que se resuelven en otros momentos, fragmentando así la narración. De este modo, todas estas historias que se cruzan conforman una red que invoca al ejercicio de 'Pulp Fiction', pero sin la misma originalidad ni garra en su guion, personajes, música...

Lo que más sorprendía de 'La cabaña en el bosque' es que hiciese creer al espectador que estaba ante una película de terror convencional, para, de repente, convertirse en una comedia metarreferencial que conocía muy bien los clichés del cine de monstruos y los corrompía hasta despojarlos de su mística. 'Malos tiempos en El Royale', sin embargo, es un pastiche de film noir, un género que, quizá por no estar tan machacado o arraigado entre el público general, no se presta de la misma forma a la seria parodia de sus convencionalismos. O simplemente es que Goddard, sin la autoconciencia y agudeza de Quentin Tarantino para escribir diálogos, no consigue con sus personajes lo que aquel logró al inicio de su carrera.

Chris Hemsworth en 'Malos tiempos en El Royale'

Visualmente, 'Malos tiempos en El Royale' es una apuesta muy atractiva con un cuidadísimo diseño de producción y estilo kitch de finales de los 60 que, junto a la banda sonora de soul, R&B y rock 'n' roll, componen la atmósfera de comedia negra y misterio donde en realidad nadie está a salvo. El inicio del tercer acto, con la llegada de Chris Hemsworth interpretando al excesivo e impredecible líder de una secta sexual y criminal, una especie de Charles Manson sexy; acaba con la intriga que llevaba cociéndose a fuego lento durante tantas repeticiones. Los personajes se enfrentarán a su verdad en el mejor tramo del metraje, cuando por fin termina la contención de cada mentira y el elenco, formado casi exclusivamente de grandes estrellas, puede empezar a divertirse.

A 'Malos tiempos en El Royale' le sobra metraje y le falta algo nuevo que ofrecer, pero en su conjunto es lo suficientemente divertida, intrigante y cautivadora para pasar un buen rato en el cine.

Nota: 5

Lo mejor: La llegada de Chris Hemsworth, cuando por fin estalla la película.

Lo peor: Su estructura de repetición no funciona en un metraje excesivamente largo.