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CRÍTICA

'Martin Eden': La idealización corrompida

Crítica de 'Martin Eden', dirigida y coescrita por Pietro Marcello. Basada en la novela de Jack London. Protagonizada por Luca Marinelli. Copa Volpi al mejor actor en el Festival de Venecia.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 18 de Diciembre 2020 | 09:50
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Roberto Rossellini dijo: "Estos son los hechos; si uno los comprende, si toma conciencia de ellos, por fuerza surgen emociones artísticas eficaces y capaces de sensibilizar a la gente sobre estos grandes problemas". Tras lograr una dilatada experiencia en la realización de documentales, el italiano Pietro Marcello continúa ahondando en la ficción sin perder su espíritu político ni filosófico. Precisamente, su personal versión de 'Martin Eden' puede considerarse un culmen en su carrera, pues produce una elegante, majestuosa y espinosa obra maestra, que es el trabajo que más ambicionó el cineasta desde que leyó la novela de Jack London con 22 años.

Martin Eden

Galardonada con Giraldillo de Oro en el 16º Festival de Cine Europeo de Sevilla, con la Copa Volpi al mejor actor en el 76º Festival de Venecia, con el premio al mejor guion adaptado en los David di Donatello y nominada a cuatro Premios del Cine Europeo, 'Martin Eden' llega a salas comerciales como un auténtico milagro cinematográfico, pues el estilo, el fondo y la forma con la que dirige Marcello difiere, en gran medida, del cine italiano actual, como también del cine de autor europeo en general.

Marcello lleva al estadounidense Martin Eden a su Nápoles natal, convirtiendo el libro, con tintes autobiográficos, de London en una crónica social y política de la Italia del siglo XX, en un ambiente atemporal entre finales de la Segunda Guerra Mundial y la década de los 70, en los albores de los Años del plomo. Este cambio de contexto, lejos de afectar negativamente, realzan el relato del afamado autor, ofreciendo una respuesta personal y actual sobre unas tesis que el cineasta, quien firma el guion junto con Maurizio Braucci, sabe extrapolar.

Un largometraje de una belleza descomunal, dotado de un trasfondo político excepcional

Ya el inicio es toda una declaración de intenciones, con imágenes documentales de Errico Malatesta, considerado uno de los principales teóricos del anarquismo moderno. Marcello, aunque fiel a su estilo, dirige la ficción evocando a los grandes maestros del cine italiano, es imposible no pensar en 'Novecento', de Bernardo Bertolucci. Al intercalar con escenas de archivo, reales, el filme, dirigido en 16mm, lo que le da un aura de cine clásico, bebe también del neorrealismo italiano, en aquellas escenas en las que se muestran las barriadas de Nápoles. Su fotografía, obra de Alessandro Abate y Francesco Di Giacomo, es espléndida.

Martin Eden

Hay también belleza, con aroma a decadencia, como en los largometrajes de Luchino Visconti o de Pier Paolo Pasolini, dos de los cineastas que supieron captar el ocaso de la aristocracia y la clase alta. Pero Marcello no pretende ahondar tanto en este aspecto, al que retrata de forma bastante pedestre. Si no en las contradicciones de su protagonista, el atormentado Martin Eden, interpretado fascinantemente por Luca Marinelli, cuyo aspecto de galán de cine clásico viene a la perfección para plasmar las consecuencias de la conjura hacia uno mismo.

Porque este Martin Eden continúa siendo el reflejo de la mirada descreída y decepcionada del socialismo, en la que la novela original el autor llega casi a repudiar; como también un retrato despiadado del liberalismo y de un sistema de clases cuyo ascenso es más que empinado para aquellos de origen humilde. Eden es la antítesis del héroe y del sueño estadounidense, que Marcello sabe trasladar a la realidad italiana, que también puede identificarse con la realidad europea en general. Es así como configura a un personaje que desea escalar, pero cuyo precio conlleva a actuar "contra natura", renegando de sí mismo.

Marcello, digno heredero del cine de Pasolini y Visconti y contemporáneo de Rohrwacher

En ese amargo viaje, se es testigo de la corrupción de un alma pura, creativa, curiosa, cuya deseo individual parece no tener encaja ni en las ideas liberales, como tampoco en las socialistas, siendo Eden víctima de dos sistemas que lo desprecian. Salvando las distancias, el Eden de Marinelli podría ser la cara de la moneda del Lazzaro que interpretó Adriano Tardiolo en 'Lazzaro feliz', de Alice Rohrwacher, como también un idealista que ha abrazo el nihilismo de Nietzsche, de tal forma, que acaba convertido en un bufón, en una caricatura, de lo que fue, llegando a vivir el horror de John el Salvaje, de 'Un mundo feliz' de Huxley.

Martin Eden

Y en ese camino hacia el trágico cinismo, Marcello realiza una obra maestra y, vaya con la paradoja, también su trabajo más accesible para el público general, a esa masa con mira Eden con recelo y a la que acaba abrazando como si de una sobredosis de soma se tratase. Hacía tiempo que no se configuraba un largometraje con cine social, belleza y gracilidad aristocrática y un fuerte trasfondo político, del de aquel intelectual autodidacta que no encuentra espacio en la élite y que acaba mimetizándose en lo peor del sistema.

'Martin Eden' es la 'Mamma Roma' contemporánea, la 'Guerra y paz' de los desheredados, un feroz retrato de una sociedad deshumanizada, que engulle a todo aquel que busca revolucionar el sistema y que margina al disidente individual. En caso de continuar por esta línea -y no por la del surrealismo de 'Bella y perdida', su anterior largometraje-, Marcello se perfila como uno de los grandes realizadores del cine italiano actual, con permiso de Rohrwacher, Garrone, Sorrentino y Giovannesi, una mirada única cuyo espíritu, pese a la corrupción de su protagonista, está intacto.

Nota: 9

Lo mejor: Cómo Marcello adapta el mensaje de London a la realidad contemporánea. La interpretación de Luca Marinelli.

Lo peor: A pesar de que el director haya declarado que su cinta ensalza al socialismo y critica el individualismo de su protagonista, algo que no se percibe en ningún momento. Es más, se diría que hay una crítica sibilina al anquilosamiento del socialismo y al imposible encaje de la disidencia y el libre albedrío dentro de este movimiento.

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