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CRÍTICA

'Noche de bodas': Hasta que la muerte nos separe

Crítica de 'Noche de bodas', el survival protagonizado por Samara Weaving. En cines a partir del 11 de octubre.

Por Javier Parra González 11 de Octubre 2019 | 13:30

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Son varios los elementos que hacen que 'Noche de bodas' pase a ser firme candidata a una de las grandes comedias de terror del año, y aunque pueda parecer que, a simple vista, estemos ante la enésima revisión de los códigos del subgénero slasher y/o el survival, el tándem compuesto por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (parte del colectivo Radio Silence, autores que han formado parte de obras antológicas como 'V/H/S' y 'Southbound') ha conseguido que la suya sea una de las propuestas más desprejuiciadas en lo que llevamos de año, tanto por su tono como por los despuntes hacia un gore salvaje que está siendo parte del actual panorama del fantástico venido desde Estados Unidos en estos últimos años.

Noche de bodas

Por lo que a la adscripción a dichos subgéneros se refiere, parte de lo bueno que llega con este título que tiene como punto de partida la celebración del amor, es la absoluta consagración de su protagonista, Samara Weaving, como incontestable estrella del actual cine de terror y fantástico. Algo que en décadas pasadas la coronaría como scream queen del nuevo siglo, pero que por aquello de la corrección política y la polémica que ha envuelto al término por su marcado carácter sexista en los tiempos que corren, la define mejor como la final girl que necesitaba el género actual, tomando el relevo de aquella Sharni Vinson que enamoró a la audiencia en 'Tú eres el siguiente' allá por 2011.

Weaving es Grace, la espléndida novia de Alex Le Domas (Mark O'Brien), el hijo pródigo del multimillonario clan de los Le Domas, una dinastía cuya riqueza se ha sustentado en la explotación de una antiquísima empresa familiar de juegos de mesa que, como parte de sus propios ritos de iniciación, cuenta con una tradición en la que, durante la noche de bodas, el recién llegado debe sacar una carta y jugar a un juego. La mala suerte se pondrá de parte de Grace cuando le toque el más mortífero y letal de ellos: una macabra versión del escondite en la que todos y cada uno de los miembros de su nueva familia política debe dar caza a, en esta ocasión, una novia ensangrentada de armas tomar y que hará todo lo que esté en sus manos por sobrevivir hasta el amanecer.

Noche de bodas

En el terror (y sus derivados), las bodas han servido como buen marco en el que presentarnos historias que venían a ser la máxima representación de un horror que, como la alianza para toda la vida, se incrustaba en las vidas de los personajes para convertir el supuesto día más feliz de su existencia, en la pesadilla que jamás olvidarán.

Ya sea desde la vertiente del folk horror que pudimos ver en 'Demon', el estremecedor título polaco de 2015, o en la bocanada de aire fresco que Paco Plaza le dio a la saga '[REC]' con '[REC] 3: Génesis' en 2012, y en la que Leticia Dolera intentaba consagrarse como scream queen patria (y a la que solo le ayudaba una estética de novia sangrienta con motosierra en mano), la celebración del amor y la unión de los linajes familiares han sido elementos a considerar por parte de los directores de género, y si además en esta ocasión tenían la oportunidad de poder aderezar la historia con altas dosis de humor negro y mucha mala baba en sus diálogos, qué mejor manera de irnos de boda que con semejante producto.

Noche de bodas

Lucha de clases

Es en lo mordaz de su guion, donde nos encontramos con uno de los aspectos a destacar de 'Noche de bodas' como el desmadrado survival a tener en cuenta, y es que el título no solo se conforma con ser una especie de nueva versión del título de Adam Wingard, en el que una familia de clase alta era asediada por una horda de maníacos. Aquí, la clase burguesa vuelve a estar presente, pero en esta ocasión lo hace para representar lo peor de esa burguesía clasista para darnos lo que bien podría ser un simple panfleto sobre la eterna lucha de clases a través de los códigos del terror.

Con Andie MacDowell (divertidísima y como pocas veces la hemos visto en pantalla) y Henry Czerny como Becky y Tony Le Domas, líderes del clan maníaco, ambos representarán lo peor del hombre rico al que poco le importa quienes están un escalón por debajo en su estatus social: como viene siendo costumbre, las reglas por las que se rigen las clases altas están al margen de la realidad, siendo aquí Weaving la encargada de hacer implosionar la burbuja de ese microcosmos al que le hará falta una buena hostia de realidad, porque gracias a personajes como el de Grace es por lo que el arquetipo de la final girl se sigue perpetuando en el propio género. Y aquí lo hace tanto como elemento indisoluble de la reivindicación femenina como ente con poder dentro del terror, como figura con todas las de la ley para convertirse en icónica para las siguientes generaciones.

Nota: 7

Lo mejor: Samara Weaving.

Lo peor: Que alargue ciertos tramos en su guion y no nos dé más momentos gore festivos.

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