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CRÍTICA

'Temblores': La opresiva asfixia

Crítica de 'Temblores', dirigida y escrita por Jayro Bustamante. Protagonizada por Juan Pablo Olyslager. Premio Sebastiane Latino en el 67º Festival de San Sebastián, mostrada en Lesgaicinemad 2019.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 4 de Septiembre 2020 | 09:10
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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De tanto en tanto, el cine recuerda que la lucha por los derechos sociales del colectivo LGBT sigue teniendo mucho que recorrer, especialmente en aquellos países que en los que ni siquiera se cumplen unas leyes básicas. Es el caso de 'Temblores' (2019), segundo largometraje de Jayro Bustamante, mostrada en la sección Panorama de la Berlinale 2019 y con el que logró el Premio Sebastiane Latino en el 67º Festival de San Sebastián y que obtuvo el galardón al mejor guion en Lesgaicinemad 2019.

Temblores

Aunque en Guatemala la homosexualidad no está penada, es legal desde 1871 y está equiparada con la heterosexualidad respecto a la edad de consentimiento sexual, la realidad social es muy distinta. Como sucede en varios países iberoamericanos, la diversidad afectivo-sexual vive una grave discriminación en todos los ámbitos, especialmente por la religión, que domina la vida pública y privada de una buena parte de la sociedad guatemalteca, dando igual el nivel socioeconómco, de clase o racial.

Dentro de este contexto, Bustamante crea su segundo largometraje temático de la llamada "Trilogía del desprecio", en el que hace referencia a los tres insultos más utilizados en su país ("indio", "hueco" y "comunista"). El primero ya lo abordó en la fascinante 'Ixcanul' (2015), Premio Alfred Bauer en el 65º Festival de Berlín. Ahora entra de lleno en el segundo improperio, "hueco", una palabra peyorativa para hablar de los varones homosexuales.

Cuando el Estado consiente la crueldad hacia el colectivo LGBT

El tema central muestra la espeluznante realidad de los hombres gais en Guatemala, en la que existe una opresión que no solo nace en el vínculo familiar, sino que se extiende por todos los lados de la sociedad. El protagonista, que se ve obligado a salir del armario tras haber sufrido un outing, vive un brutal movimiento de muerte civil, en el que se muestra cómo su entorno familiar, laboral, personal y hasta sanitario, psicológico y legal están absorbidos por la iglesia evangélica, el 98% de los guatemaltecos son cristianos creyentes y, de ellos, un 42% son evangélicos (que cada vez influencian más en la vida política de los países iberoamericanos), de la rama fundamentalista pentecostal, que a la que pertenece Pablo, el protagonista.

Temblores

Bustamante hace un magistral ejercicio antropológico sobre la homofobia en el país centroamericano, pero da un paso más allá, al hacer de este retrato una crítica global a la sociedad guatemalteca. Muy certera su decisión de tener como protagonista a un hombre de mediana edad, blanco, de clase alta y miembro de una "familia decente". En ese contexto, puede verse una crítica al sistema clasista que impera en buena parte de Iberoamérica, donde la raza y el tono de piel siguen rigiendo como en la época colonial, estando los mestizos e indígenas en el escalón final, siendo solamente el servicio doméstico y cuyas vidas quedan subyugadas por "amos blancos".

Con un protagonista que pertenece al 9% de la población privilegiada, puede verse que la homofobia imperante (se asocia homosexualidad a pedofilia) afecta a todos los estratos (llegándose a intuir que es mucho más violenta entre las clases bajas o en otros miembros del colectivo como las lesbianas o la gente transexual). Es más, en el momento que entra en escena las pseudo-terapias de conversión, puede observarse cómo detrás de esas sonrisas y palabras de fe se esconde un sistema cruel, inhumano y perverso, dejando escenas brutales, que transmiten esa opresión y ese odio hacia sí mismo que vive el protagonista.

Una espeluznante obra maestra

Mención aparte al cuidado visual y técnico que ha puesto Bustamante en la cinta, en la que cada fotograma desprende esencia a puro séptimo arte. La fotografía retrotrae al cine de R.W. Fassbinder, Eloy de la Iglesia o al de los primeros años de Gus Van Sant, estupendo trabajo de Luis Armando Arteaga. También buena metáfora en lo referente a los momentos en los que aparecen temblores reales en la cinta.

Temblores

Aplauso también para la parte interpretativa, Juan Pablo Olyslager se entrega en cuerpo y alma a este hombre atormentado, en el que el actor deslumbra al poner la principal fuerza dramática en sutiles movimientos, en miradas y expresiones. A su lado, un notable Mauricio Armas, como Francisco, el amante del protagonista y única figura luminosa en este descenso a los infiernos, en el que destacan especialmente dos personajes femeninos: Diane Bathen y Sabrina de la Hoz, dos caras de una misma moneda. La primera, la esposa que prefiere seguir viviendo una mentira, capaz de anular emocional y sentimentalmente a su marido para continuar siendo "una familia de bien y cristiana devota", en el otro lado está De la Hoz, como el pérfido brazo ejecutante.

Si 'Identidad borrada' (2018) y 'La (des)educación de Cameron Post' (2018) fueron ejercicios necesarios para mostrar las terribles consecuencias de estas llamadas "terapias de reorientación", 'Temblores' eleva al cuadrado no solo la importancia de denunciar públicamente estas prácticas, sino que va más allá al retratarlo en un entorno más hostil y asfixiante, si cabe. Bustamante firma un largometraje extraordinario, con un mensaje concreto, con una parte técnica excelente e interpretaciones completamente entregadas. Uno de los títulos a seguir de este año.

Nota: 9

Lo mejor: Su denuncia, que va más allá de, incluso, lo que narra el filme.

Lo peor: Pensar que su exhibición en salas va a ser casi testimonial.

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