9 años después de que nos aventurásemos en el mundo de 'Zootrópolis' y su sociedad poblada por mamíferos antropomórficos, llega a los cines su esperada secuela, 'Zootrópolis 2', que arranca tan solo una semana después de que la obstinada Judy Hopps y el caradura de Nick Wilde se hayan convertido oficialmente en compañeros de policía tras salvar la ciudad de los malignos planes de supremacía de la oveja Dawn Bellwether.
Regresan en el guion y la codirección Jared Bush y Byron Howard , responsables también de 'Encanto' y Bush de la historia de 'Vaiana' y 'Vaiana 2'. Si en la primera parte de 'Zootrópolis', los cineastas nos planteaban una conspiración de dominación de unas especies sobre otras potenciada por los prejuicios, ahora estamos ante un pueblo desplazado de su hogar por los deseos expansionistas de los linces que han convertido el territorio de los reptiles en territorio ocupado, utilizando la manipulación para que las serpientes seas percibidas como potencialmente peligrosa para el resto del mundo. Ejem.
Eso es lo mejor de las películas destinada a un público familiar, que pueden esconder tramas que nos permiten explicar el mundo real a niños y niñas a través de historias que son para ellos puro divertimento. Bush y Howard podían haber optado por una secuela vacía más, pero aprovechan el tirón de la que ya es una de las marcas más queridas del Disney actual y el hecho de que cuenta con un público asegurado para invitarnos a cuestionar quién controla la narrativa y desarrollar pensamiento propio, a plantarle cara al 1% o a la autoridad cuando funciona como herramienta política, o extrapolarlo a los terribles acontecimientos mundiales de los que estamos siendo testigos silenciosos e impasibles. Al fin y al cabo toda fábula tiene que tener una voluntad aleccionadora y no es incompatible la comedia con la reflexión.
Eso sí, no es suficiente su ambición para que Disney se posicione en temas complejos y solo verá quien quiera ver, pero estar, el mensaje está.
Al igual que en la primera parte, 'Zootrópolis 2' tiene un ritmo frenético y caótico y continúa ahondado en la improbable amistad entre una coneja y un zorro, en cómo las diferencias que parece que tanto nos separan siempre divergen en un punto común y, si somos capaces de atravesar la barrera de los recelos, estas diferencias nos complementan. Es una película sobre la amistad, el amor a veces impredecible, el respeto al otro, la vulnerabilidad, creer en uno mismo a pesar de lo que digan los demás y sobre la justicia.
También igual que en 'Zootrópolis', su secuela circula alrededor de un misterio por resolver, un caso con giros inesperados que van añadiendo capas de intriga mientras la obstinada conejita y el resignado zorro investigan. Se pierde el factor sorpresa de la primera entrega al repetir la fórmula, pero incorpora algunos extras. Además de volver a los mundos que ya conocemos, el imaginario de Zootrópolis se expande a Marsh Market, un distrito con aires de Nueva Orleans segregado lejos de la metrópolis y reservado para animales acuáticos y semiacuáticos (hipopótamos, leones marinos, delfines...), así como reptiles.
Aquí es donde 'Zootrópolis 2' puede hacer mayor alarde de una animación espectacular, inteligente y astuta, con un humor visual tan ingenioso como sus juegos de palabras y chascarrillos sobre el mundo animal. Algunos más básicos y físicos, probablemente más interesantes para el público infantil, y otros destinados al público adulto con conocimientos de cultura pop.
En su incansable despliegue visual hay muchos easter eggs, guiños a otros títulos de Disney como 'Ratatouille', inspiraciones en 'Succession' o El Padrino y parodias al género policiaco o a clásicos como 'El resplandor', con el alcalde Winddancer como ridiculización de los actores reconvertidos en políticos.
Una película de su tiempo
Y esta sucesión incesante de referencias llega también a cansar, como así mismo lo hacen las recurrentes escenas de huida y persecución; como si el generar un lore propio sin depender de referencias fuera un delito en la era de la repetición y la falta de imaginación (la taquilla vive básicamente de remakes y secuelas); o como si pausar el ritmo nos fuese a empujar a desconectar de la película y mirar el móvil en busca de estímulos cortos inmediatos. ¿Se ha vuelto así de frenético el cine porque hemos perdido capacidad de concentración o seguimos perdiéndola porque el cine se suma a los tiempos de las redes? Es la pescadilla que se muerde la cola.
Vuelven algunos de los favoritos del público como el perezoso Flash o el mafioso musaraña Mr. Big; y se introducen un buen puñado de nuevos personajes: el lince Pawbert Lynxley, la serpiente Gary De'Snake con la voz original de Ke Huy Quan y Nibbles Maplestick, una castora youtuber y experta en teorías de la conspiración que guía a Nick y Judy hacia los suburbios más estigmatizados.
Pero a pesar de los nuevos robaescenas, el mayor encanto de 'Zootrópolis 2' sigue siendo su heroína, la obstinada conejita Judy Hopps, la positividad personificada, tenaz, segura a pesar de sus inseguridades y ante todo justa, aunque mucho menos capaz de expresar sus emociones y valorar a su compañero de lo que ella misma cree. Ginnifer Goodwin es la voz original del personaje y Rigoberta Bandini interpreta la versión española.
'Zootrópolis 2' es una secuela digna, que repite la fórmula de éxito sin arriesgar, pero intenta a su vez dar algo diferente al público que repite. No necesita sacrificar su encanto o relegar la comedia para tomarse en serio temas como la corrupción institucional o el borrado histórico. Su argumento defiende la importancia de la acción individual ante un sistema injusto y opresor, una pequeña acción para mejorar la vida de otros aunque no puedas acabar con las dinámicas de poder. O sí. Es un poco lo que estás películas (también como 'Blancanieves') hacen dentro de una industria como la de Hollywood en un país gobernado por alguien como Donald Trump o dentro de uno de los mayores conglomerados de medios de comunicación del mundo.