Ambientada en 1943 en un pequeño pueblo pirenaico, 'Frontera' parte de la historia real de quienes arriesgaron su vida para ayudar a judíos perseguidos por el nazismo a cruzar la frontera española. La directora Judith Colell, que hasta ahora se había movido en proyectos más íntimos, reconoce que enfrentarse por primera vez a una película de época y de gran escala fue un salto al vacío. "Me salí de mi zona de confort completamente" explica. "Era una película con nazis, con muchos personajes… pero mi productora me convenció. Y ha sido un reto tan grande como enriquecedor", reconoce.
Para Colell, lo más sorprendente del proceso fue descubrir que aquella red de salvamento —más de 80.000 personas cruzaron los Pirineos, sin contar las que murieron en las montañas— era un episodio prácticamente borrado del imaginario colectivo. Asier Etxeandia y Jordi Sánchez , que encarnan al guardia civil José Antonio y al alcalde Ovidi, tampoco lo conocían. "Lo achacamos a la falta de memoria histórica", señala el primero, mientras Colell insiste en la necesidad urgente de recordar: "En este país hay muchos episodios interesantísimos de los últimos 80 años que no conocemos. Y sin memoria, la propaganda cala".
La película articula ese olvido a través de tres posiciones posibles frente al refugiado: la ayuda clandestina, la indiferencia y la hostilidad. "Me gustaría que el público saliera debatiendo sobre esto", reivindica Colell: "Nadie se va de su casa porque sí. La gente huye del hambre, de la guerra, del horror". La directora enlaza pasado y presente sin matices: "Lo que sucedía entonces sucede ahora. Hay miles de personas cruzando fronteras y nuestra respuesta sigue siendo la misma tríada".
Ese paralelismo con la actualidad es también central para Miki Esparbé y María Rodríguez Soto, que interpretan a Manel y Mercè. Ninguno conocía la historia antes de involucrarse, pero ambos señalan su potencia política. "'Frontera' es un alegato a la empatía, a la tolerancia y a la acción", afirma el actor. Para él, el peligro contemporáneo es la anestesia: "Somos cómplices 24/7 a través del móvil. Escrolear nos deshumaniza. La película nos invita a accionar, a mirar de frente".
Esa mirada atraviesa incluso la intimidad del matrimonio protagonista, una relación marcada por el miedo, el silencio y las renuncias. "Las casas entonces no eran un espacio de libertad", explica Esparbé: "Habían sacrificado tanto que ni siquiera eran felices". Sin embargo, la irrupción de los refugiados activa en ellos una forma de redención: actuar por otros se convierte en una vía de reconciliación consigo mismos. "Hay una escena preciosa al final", recuerda, "en la que llegan exhaustos pero con esa mezcla de 'quiero que acabe' y 'ojalá no acabe nunca'. Ahí se entienden".
La película también ilumina el papel silenciado de las mujeres en la historia, a través de Mercè y del personaje de Bruna Cusí. Para Rodríguez Soto, es una cuestión básica: "Somos más del 50% de la población. Y durante décadas se nos ha relegado a escuchar y sostener desde otros lugares". La actriz reivindica que otra forma de liderar y producir cine es posible: "Con Judith o Liliana Torres he visto cómo la escucha, la empatía y los cuidados pueden llevar una película muy lejos. Esa mirada femenina es urgente".
El trabajo con los niños que aparecen en la película es otro elemento que resalta la actriz: "Te recuerdan que este trabajo es jugar. Cuando están en el lugar correcto, son más de verdad que tú. La cámara les da igual". Esparbé coincide: "Te obligan a escuchar mejor, a reaccionar con honestidad. Te elevan".
Desde el otro bloque del reparto, Etxeandía reflexiona sobre cómo cambia el enfoque según el género. Este año ha interpretado dos personajes en uniforme: uno satírico en 'La cena' y otro dramático en 'Frontera': "En la comedia entras riéndote y de repente hace ¡ZAS! y te das cuenta de que estás hablando de algo muy importante. España debería aprender a reírse más de sí misma. En el drama, en cambio, estás en el fondo del alma humana", valora.
Reflexiones sobre el franquismo
Jordi Sánchez, pese a su larga trayectoria en comedia, celebra volver al drama. "Nunca me he definido solo como cómico. La variación está en gusto", afirma. Sobre el auge del revisionismo franquista entre jóvenes, tanto él como Colell son tajantes. "Decir que en el franquismo se vivía mejor es como decir que en la cárcel se vive mejor", critica Sánchez. Colell coincide: "No lo conocen. Una dictadura no es buena para nadie. Si no hay memoria, la extrema derecha se cuela". Rodríguez Soto también es contundente al explicar las razones por las que esto sucede:
"En este país hemos tenido mucho miedo, porque hemos tenido 40 años de dictadura. La transición era necesaria, pero yo creo que hay cosas que no se han hecho bien y a nivel, digamos, escolar no hemos llegado donde teníamos que llegar. Hay asignaturas pendientes, porque sigue habiendo en las altas esferas mucha herencia del franquismo. Y no lo hemos juzgado y no lo hemos castigado. Entonces nos lo estamos comiendo con patatas. Y es fuerte, pero los derechos humanos hay que prevalecerlos por encima de todo".El rodaje, cuenta Colell entre risas, estuvo marcado por un equipo artístico que "lo cuestionaba todo". Pero para ella, eso es una virtud: "Quiero actores y actrices inteligentes, que piensen, que discutan. Eso enriquece el guion. Repetiría con todos mañana mismo".
En ese diálogo constante entre historia, presente y humanidad, 'Frontera' se afirma como una película que rescata una memoria olvidada para interpelar directamente al espectador actual. Lo hace sin complacencia, con una lectura clara del mundo que habitamos: el pasado no está cerrado, las heridas siguen abiertas y solo la empatía —la de quienes arriesgaron antes y la de quienes pueden actuar ahora— puede impedir que repitamos lo que todavía no hemos sabido reparar.