Eduardo Casanova vuelve a tensionar los límites de la ficción con 'Silencio', una serie que cruza la comedia negra, el terror y el universo vampírico para hablar del VIH desde un lugar que no suele ocupar la pantalla. Para el cineasta, el género fantástico no es un adorno, sino la herramienta que le permite unir "lo político y lo social" con su imaginario estético. "Yo no me veo haciendo cine social cámara en mano, necesito un poco de circo", admite. Y en ese cruce encuentra el vampirismo como metáfora perfecta: fluidos, transmisión, miedo, invisibilización.
Desde el rodaje, el equipo percibió que estaban tocando una fibra sensible. Omar Ayuso describe que en proyectos con carga política "se genera un compromiso emocional honesto, un fin común más grande que el propio proyecto". Carolina Rubio matiza que la responsabilidad existe, pero "para la de dentro", porque si se piensa demasiado en ella "te vas a otros lados". Casanova, por su parte, revela un efecto inesperado: "Tras ver la serie, muchas mujeres de Movistar Plus+ se hicieron pruebas de ITS. Me pareció increíble. La comedia es la mejor vaselina para todo".
Uno de los ejes esenciales de 'Silencio' es el foco en las mujeres seropositivas, históricamente silenciadas. Casanova lo deja claro: "Ese silencio extra es por el patriarcado y la misoginia. Las mujeres son invisibilizadas en todo, más aún si hablamos de una enfermedad adquirida a través del sexo". Su interés, dice, es mirar hacia lo que no se ha contado: "Lo invisible me llama mucho la atención; si está invisibilizado, es por un motivo que merece ser rascado".
Esa pulsión por mirar lo oculto también está en el diseño físico del universo vampírico. No hay efectos digitales: "Aquí todo es maquillaje real", explica el creador. Se escayolaron cuerpos enteros, se crearon moldes completos y se trabajó con prótesis durante horas. Ayuso lo confirma: ciertas escenas, dice, habrían sido imposibles sin ver "vampiras reales" delante. Para el director, volver a lo artesanal es casi una declaración de principios: una forma de devolverle al público la experiencia de ver algo tangible.
Las actrices que encarnan a las vampiras —Rubio, Mariola Fuentes y Lucía Díez— recuerdan el proceso como un ritual casi físico. Rubio confiesa que solo veía "un túnel", que cada mañana rezaba para poder "hacer caca antes de ir a grabar" porque con las manos no podía. "Eran seis o siete horas de maquillaje", calcula. Lucía Díez, que se estrenaba en prótesis, lo vivió como "un primer juguete": adrenalina, descubrimiento y risa, incluso cuando "se me cayó la dentadura" en plena escena con Ana Polvorosa.
Para Fuentes y María León, el mérito también es del equipo de caracterización. "En este país no se usan mucho las prótesis ni la fantasía. Ojalá se hiciera más", reivindica Fuentes. León subraya que el trabajo de Óscar del Monte es "increíble", pero también el de sus compañeras: "Hay que saber actuar debajo de eso, debajo de esos pómulos, orejas y dientes había muchísima humanidad". Y esa humanidad es, precisamente, la que acaba generando comedia.
Definir a Casanova como director es casi un género propio. Díez lo llama "gamberro, punk y divertido". Fuentes lo eleva: "Único. Si no hubiera nacido habría que inventarlo". Para León, su modernidad es inagotable: "Dentro de 30 años seguirá siendo moderno. Tiene sensibilidad, referencias, esa mezcla de lo lejano y lo terrenal". La actriz defiende que esa combinación es "terrorífica para vivir dentro de su cuerpo, pero maravillosa para los espectadores". "Viva el trash. Si Eduardo no existiera, el cine español sería mucho más triste", remata Fuentes.
Romper el silencio es romper el estigma
El núcleo dramático de 'Silencio' también dialoga con preguntas contemporáneas. La relación entre el humano de Omar Ayuso y una vampira introduce el debate del contagio, y el actor lo conecta con temas que siguen estigmatizados hoy: "Pasa como con las personas trans, con la esquizofrenia o con la adicción: el estigma va con serlo y también con acompañarlo". Para él, la vergüenza sigue siendo una violencia estructural que afecta a múltiples realidades. Casanova añade que la desinformación sobre el VIH "es gigantesca" y que eso dificulta la vida sexoafectiva de las personas seropositivas "más que cualquier síntoma físico".
Las actrices coinciden en que, aunque han cambiado muchas cosas desde los años 80, el estigma persiste. "La gente ya no se muere de VIH, pero sigue habiendo muchísima desinformación", recuerda Mariola Fuentes, señalando el desconocimiento social del concepto indetectable = intransmisible. Lucía Díez introduce otra capa: la económica. "No dan hipotecas ni seguros de vida. El sistema te hace sentir que no tienes el mismo derecho a existir". Y recuerda que la violencia también se manifiesta en gestos cotidianos: compartir o no una pajita, decidir si te sientas al lado de alguien.
Para María León, el verdadero demonio es el miedo: "Al no haber información, la gente deja de relacionarse con libertad y empatía". Por eso considera crucial hablarlo, exponerlo, romper el silencio. "Esto nos toca a todos". "Las personas seropositivas cuando se enfrentan a una relación sexoafectiva eso es una gran traba con la que se encuentran y somos humanos, necesitamos relacionarnos", reflexiona Casanova.
En 'Silencio', Casanova utiliza el vampirismo para iluminar lo que aún preferimos no mirar de frente. Lo hace con humor, con exceso, con estética grotesca, con la convicción —compartida por todo su elenco— de que el género fantástico puede ser un espejo incómodo y, justamente por eso, necesario. Porque a veces hace falta colmillos, prótesis, lentejuelas y trash para contar aquello que el realismo todavía no se atreve a mostrar.