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PRECRÍTICA

'La vida en tiempos de guerra', la delgada línea roja

El director de 'Happiness' revisita (una vez más) los lugares más comunes de su filmografía, en un film mordiente pero carente de frescura.

Por Óscar Martínez 26 de Julio 2010 | 12:21

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Sin duda alguna, Todd Solondz se ha especializado en un tipo de cine muy concreto. Algunos lo pueden llamar estilo, otros falta de ideas, pero lo cierto es que el director de filmes como 'Happiness' o 'Cosas que no se olvidan' es uno de los nombres más encumbrados dentro del panorama indie norteamericano actual.

'La vida en tiempos de guerra', la delgada línea roja

A pesar de la falta de frescura de ideas de 'La vida en tiempos de guerra', poco más que una nueva permutación de sus anteriores filmes, siempre cabe agradecerle a Solondz esa hiriente mala baba capaz de reírse tanto de sí mismo como de sus personajes, una familia distópica próxima al abierto friquismo, y cuyos miembros reflejan esa delgada línea roja que separa la normalidad de la anormalidad según los prefectos de la sociedad occidental bienpensante.

Es precisamente en ese punto en el que Solondz vuelve a cargar con especial énfasis con su mordiente crítica a la sociedad del estado del bienestar, en ocasiones revestida de sutil ironía, en otras mediante un humor mucho más grueso, donde el surrealismo en clave alleniana planea a lo largo y ancho del film. De este modo, como si de una secuela de la propia 'Happiness' se tratara, Solondz puebla su film, enmarcado dentro de la sociedad media-alta judía, de padres pederastas y mujeres atormentadas por los fantasmas de sus antiguas parejas o hijos obsesionados con el terrorismo.

'La vida en tiempos de guerra', la delgada línea roja

La parodia en clave de hipérolico retrato social de Solondz, empero, recae en no pocas ocasiones en el exceso y en cierta redundancia autocomplaciente, si bien tampoco se le puede negar a 'La vida en tiempos de guerra' la habilidad a la hora de infiltrar su mordiente discurso a través de un revestimiento de afabilidad indie, así como de amalgamar y retorcer buena parte de las obsesiones del pueblo norteamericano.