Siguiendo la línea de Netflix de publicitar sus productos mediante el efecto bola de nieve, el boca a boca online ha hecho su función con 'Sueños de trenes', que apareció casi por sorpresa en el catálogo de la plataforma y aún así ha terminado infiltrándose en muchas listas de lo mejor de 2025. Una cinta que, por sus temas y cómo los aborda, parece ir casi contra el algoritmo que la alberga.
Basada en la novela corta de Denis Johnson, la película de Clint Bentley sigue la vida de Robert Grainier a lo largo de varias décadas del siglo XX, desde su trabajo como obrero del ferrocarril hasta una vejez marcada por la memoria y el aislamiento. Pero hablar de “seguir” es casi engañoso: 'Sueños de trenes' no narra tanto una biografía como una acumulación de instantes, fragmentos y sensaciones.
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Buena parte de la crítica ha señalado su deuda con Terrence Malick. No solo en la voz en off reflexiva o en la centralidad de la naturaleza, sino en una concepción del cine como experiencia sensorial cercana a 'El árbol de la vida' o 'Vida oculta'. The Hollywood Reporter subrayaba precisamente ese riesgo: la película confía en la imagen y en la elipsis, no hay catarsis clara ni progresión clásica, sino una vida observada desde fuera, casi como un recuerdo que nunca termina de fijarse.
Variety, por su parte, apuntaba a una tensión interesante: el filme no embellece la pobreza ni romantiza el trabajo físico, pero tampoco se recrea en el sufrimiento. Ahí es clave el trabajo actoral, tanto el peso trágico que recae sobre los hombros de Joel Edgerton como la belleza y vida que insufla la presencia de Felicity Jones, así como las pequeñas apariciones que dan forma a la complejidad del relato, como las de Kerry Condon o William H. Macy.
Ahí reside uno de los núcleos más discutibles y más estimulantes de la película. 'Sueños de trenes' parece menos interesada en “hacer sentir” que en dejar que el tiempo haga su trabajo sobre el espectador. Las tragedias ocurren fuera de campo o se despachan sin énfasis, como si la película se negara a competir con la brutalidad de los hechos. En lugar de subrayar el dolor, lo diluye en una sucesión de días que continúan.
El símbolo del ferrocarril
El uso del ferrocarril como eje simbólico también ha generado lecturas encontradas. El tren no es aquí promesa de futuro ni mito del progreso, sino una fuerza ambigua que conecta y destruye a partes iguales. La modernización del territorio avanza mientras las vidas individuales quedan reducidas a huellas casi invisibles: un relato obrero, rural y silencioso, donde el progreso no trae redención, solo transformación.
‘Sueños de trenes’ funciona como recordatorio. Ni la película necesita calificativos grandilocuentes, ni un rechazo firme a su posible manipulación emocional, lo importante es ver cine interesante, que propone, exige y demanda del espectador, para seguir construyendo nuestras listas particulares y, sobre todo, definiendo nuestro paladar crítico y argumentado nuestra posición con respecto a las imágenes cinematográficas.
La película está disponible en Netflix.