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CRÍTICA

'Sin tregua': "Bad boys, bad boys... whatcha gonna do?"

David Ayer firma una película cruda y directa que narra el día a día de una pareja de policías que patrullan las calles de Los Ángeles tal cual formaran parte de un episodio de 'COPS'.

Por Hugo Rosales 7 de Diciembre 2012 | 09:05

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Todo un descubrimiento dentro de la producción independiente con aspiraciones comerciales, 'Sin tregua (End of Watch)' se estrenó el pasado miércoles en nuestro país. Una película que si bien guarda paralelismos con 'Training Day (Día de entrenamiento)' (guionizada por un David Ayer que en 'Sin tregua' también se encarga de la dirección) opta por un tratamiento incluso más directo y descarnado que implica al límite a su audiencia en los sucesos de sus protagonistas. A ello contribuye el uso de la cámara en mano con destellos del tan de moda género del found footage; un film frenético que derrocha testosterona por todos sus poros: un explosivo chute de adrenalina.

Sin tregua

'Hora punta' se quedó demasiado coñera

Hablamos de una buddy movie atípica, cuyo desarrollo sigue a dos compañeros de policía que patrullan las calles de Los Ángeles con dedicación y sentido del deber, una fuerte alianza cuya amistad se va cimentando hasta alcanzar un sentimiento prácticamente fraternal. Atípica, pues se aleja de la ligereza de este tipo de películas, no sigue precisamente la línea de lo que conocemos popularmente como cine de colegas. Cierto que tiene su toque de comedia, pero en este caso es más bien un humor seco y algo desagradable, lleno de acidez y locura. Pueden ser vistos como hombres temerarios que trabajan sin medir las consecuencias, cuyos superiores consideran unos inconscientes en busca de prestigio sin ningún respeto por las reglas y su propia integridad, pero es algo que se nota muy lejos de la realidad aunque en ocasiones se dirijan a la cámara como un par de descerebrados; si hay algo indiscutible en la propuesta es que sientes en tus propias carnes la sensación de peligro a la que se enfrentan cada vez que salen a combatir el crimen de la ciudad, la brutalidad de sus acciones es simplemente cuestión de responsabilidad autoinpuesta.

'Sin tregua' viene siendo, por servir de referencia, una versión cinematográfica de 'Cops', esa serie documental que graba las andanzas de unidades de policía y sheriffs por los rincones más delictivos de todo Estados Unidos. Que se olvide el espectador que busque un mensaje profundo en su historia, la película tiene un propósito claro, sugestionar al espectador para que sienta que realmente está acompañando a estos policías en sus redadas, detenciones, persecuciones... es decir, es necesario conectar con ella. Y lo tomas o lo dejas. Por mi parte, me impliqué totalmente con lo que se muestra, es tal la sensación de autenticidad que hasta yo esperaba la llegada de refuerzos cuando las cosas se ponían peliaguadas. Algunos echarán en falta un poco de autocrítica, una denuncia de ciertas actitudes, sectores e instituciones, pero la propuesta no lo pretende, ni siquiera creo que tenga cabida para ello. Para un enfoque así ya tenemos la mencionada 'Training Day'.

Sin tregua

Se le pueden buscar las costuras, hasta a un servidor al que le ha gustado reconoce que es muy maniquea, con unos delincuentes muy arquetípicos que responden a una serie de esquemas (vergonzosa la pregunta ¿Hablas inglés o español? que realizan como procedimiento habitual cuando se enfrentan a un latino) dentro de unos gremios cuyas clases desfavorecidas sufren de unos síntomas muy claros. Aquí los latinos "buenos" están integrados dentro del sistema y no se discute la labor de la seguridad policial, pero repetimos, o lo tomas o lo dejas. Es puro espectáculo y aunque los distintos formatos de grabación están encajados de una forma algo arbitraria el resultado es muy satisfactorio. Toda una experiencia para los aficionados al cine de músculo que exige empatizar con sus dos protagonistas, notablemente interpretados por Jake Gyllenhaal y Michael Peña. Una pareja con gancho, encanto, derrochando química en cada una de sus conversaciones y cuyo destino aunque se vislumbre como aciago seguro que nos dejará con una extraña sonrisa en la boca hasta su último fotograma.