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CRÍTICA

'Bliss': Fiesta en el infierno

Crítica de 'Bliss', la nueva película de Joe Begos. En cines a partir del 7 de febrero.

Por Javier Parra González 7 de Febrero 2020 | 08:50

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Desde las entrañas del cine independiente, llega una de las películas más radicales que han surgido en los últimos años, y de la quien esto escribe se declara como un ferviente defensor, tanto de ella como de la carrera de su realizador, pues Joe Begos se consolida con 'Bliss' como una de las voces a tener en cuenta en el actual panorama del cine de terror y fantástico norteamericano.

Bliss

Rodada en Super 16 mm, la textura del celuloide es lo que otorga al film la entidad de experiencia totalmente inmersiva, acompañada de un montaje frenético donde luz y sonido serán claves para hacer que vivamos, en primera persona, un descenso a los infiernos a través de una serie de espacios en los que los demonios internos de la protagonista se desatarán por culpa de un doble detonante como la adicción. En este caso, y derivada de una crisis personal, la que convertirá a la protagonista en la yonqui de manual de una nueva droga de diseño, sensación que se elevará a la máxima potencia cuando, en una noche de desenfreno, sea vampirizada. Su sed de sangre la transformará en un auténtico monstruo de la noche sediento de hemoglobina y estupefacientes.

Dora Madison es Dezzy, una artista que vive en Los Ángeles y que, en un bloqueo creativo, verá como su mundo se le viene encima al tratar de seguir adelante en una ciudad que pretende devorarla. Su casero reclama el alquiler, su agente se desentiende de ella y sus colegas y novio no piensan en otra cosa que no sea colocarse. Tomándose un respiro y buscando la inspiración que le lleve a pintar su cuadro definitivo, se sumergirá en el descontrol total a través de la noche californiana, al ritmo de metal y sintiéndose totalmente plena al probar una sustancia que abrirá su mente. En lo que parece ser una fiesta interminable, los estados de lucidez de Dezzy llegarán al percatarse de que su nuevo yo es capaz de crear arte al mismo tiempo que su ansia interior se acrecenta.

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Presentada en Tribeca en abril de 2019, la tercera película de Begos pasaría por algunos de los festivales de cine fantástico más importantes del mundo (desde Sitges al Fantasia de Canadá, pasando por FrightFest, Overlook o MOTELX), dejando claro a quienes esperaban con incertidumbre qué iba a ser la nueva propuesta del director, que estábamos ante un radical acercamiento al cine de vampiros, construido a base de impulsos, pulsiones, litros de sangre y trozos de carne salpicando a cámara.

Tanto por su apuesta a la hora de dejar a un lado el digital (del que son hijos sus dos anteriores trabajos, 'Casi humanos' y 'The Mind's Eye'), como por atreverse a plasmar un universo sucio, bizarro y con pocas concesiones al cine más comercial, 'Bliss' vendría a ser una respuesta tardía al ultragore alemán cosechado en los años noventa. El añadido, y yendo más allá del hecho de querer realizar una obra provocadora y desagradable per se (la tónica a seguir por la grandísima mayoría de aquellos films que muchos descubrimos en las estanterías de los videoclubs), es que entre esa vorágine de vísceras (todo con efectos prácticos y dejando el CGI a un lado) puede verse parte de la catarsis personal que el propio Begos ha dejado marcada en su película, algo que parece haber salido así de una forma más orgánica que impostada.

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Vampiros salvajes

Como si de una versión extrema de 'Los viajeros de la noche' se tratase, no fueron pocos quienes se apresuraron a definir 'Bliss' cual título hermanado con el cine de Panos Cosmatos, con el cual puede conectar en cuanto a una constante estilística, pero que también viene a estar conectada con un par de títulos con los que tiene elementos en común. Por la forma en la que expresa el bloqueo del artista y una consecuente caída a la locura (con masacre incluida), 'Bliss' conecta con 'El asesino del taladro', pieza de culto de Abel Ferrara que cambiaba Los Angeles por las oscuras calles del Nueva York de 1979. Por como expone una vampirización adornada con gore en exceso (y regresando a la tendencia citada en los primeros años noventa), puede recordar a 'Darkness', rareza de serie Z dirigida por Leif Jonker en 1992, a descubrir para los amantes de las emociones extremas.

En su intento por acabar de dar vida a la que será su gran obra, Dora Madison se entrega en cuerpo y alma a su alter ego en la ficción, siendo Dezzy una suerte de avatar del propio Begos, quien se abre en canal para dejar constancia de que él y los suyos (en la película vuelven a estar implicados rostros comunes de su cine -y del mumblegore- como Graham Skipper, Jeremy Gardner o Josh Ethier) siguen al pie del cañón pese a que la industria quiera seguir obviando su existencia. Pero recordemos que, en el terror, es costumbre desde hace décadas que el cine independiente acabe siendo el que perdure y deje huella, algo que 'Bliss' tiene todas las de la ley para acabar haciendo, aunque su llegada a nuestras salas sea de forma limitada y seguramente no hayas escuchado hablar antes de ella.

Nota: 9

Lo mejor: La magnética forma con la que Begos te sumerge en su sucia espiral de decadencia y excesos.

Lo peor: Al ser una propuesta tan radical, es lógico (y entendible) que parte del público sea incapaz de conectar con ella.

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