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CRÍTICA

'La colina de las amapolas': Nostálgica melodía de otoño

Crítica de 'La colina de las amapolas', dirigida por Gorô Miyazaki y escrita por Hayao Miyazaki y Keiko Niwa. Basada en el manga de Chizuru Takahashi y Tetsurô Sayama.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 18 de Diciembre 2021 | 13:32
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Imagen de 'La colina de las amapolas'
Imagen de 'La colina de las amapolas' (Vértigo Films)

En 2011, Studio Ghibli estrenaba 'La colina de las amapolas', segundo largometraje dirigido por Gorô Miyazaki, realizador de 'Cuentos de Terramar'. Su estreno fue un momento muy importante para la factoría, pues eran muchos los recelos que había entorno a la figura del vástago de Hayao Miyazaki, el aclamado cineasta y artífice de obras maestras como 'La princesa Mononoke' o 'El viaje de Chihiro'. Con el apoyo de su padre, quien firmaba el guion junto con Keiko Niwa, una de las guionistas más importantes de la factoría, este segundo intento demostró una cosa: se estaba ante un director con una sensibilidad única, cuyo detallismo evocaba a otro de los grandes del estudio, Isao Takahata.

La colina de las amapolas

Adaptación cinematográfica del manga homónimo de Chizuru Takahashi y Tetsurô Sayama, 'La colina de las amapolas' era el único título de la factoría que no había tenido distribución en España. Diez años después de su estreno original, llega por fin, aunque sea con un estreno solamente doméstico, con Vértigo Films apostando por un lanzamiento que los seguidores del estudio esperaban como agua de mayo. Más allá de que se celebre la llegada de un título inédito, es la enhorabuena de que por fin pueda verse una de las obras más cuidadas de la factoría.

'La colina de las amapolas' es una de las apuestas más arriesgadas de Ghibli en lo referente a títulos recientes. Alejada de la mirada fantasiosa de otros filmes contemporáneos del estudio como 'Ponyo en el acantilado' o 'Arrietty y el mundo de los diminutos'; su forma y estilo la acerca a la filmografía de Takahata, pues apuesta por narrar una historia costumbrista que bien puede codearse con joyas como 'Recuerdos del ayer' o trabajos anteriores a Ghibli como 'Jarinko Chie' o 'Ana de las Tejas Verdes'.

La importancia del legado histórico para poder mirar hacia el futuro

Ambientada en la Yokohama de 1963, un año antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio, con los que Japón recuperó su posición a nivel mundial; el filme aprovecha ese trasfondo para narrar una historia sobre la importancia de mirar hacia el futuro sin olvidar la importancia del pasado. Su conflicto principal es cómo evitar el derrumbe de un viejo edificio, el Quartier Latin, donde se alojan las asociaciones estudiantiles. Detrás de ese movimiento del alumnado, Miyazaki padre y Niwa tejen un guion en el que dejan una serie de diálogos que remarcan la importancia no solo de no olvidar el pasado, sino que en cómo las democracias no pueden basarse solo en las decisiones de las mayorías.

La colina de las amapolas

Frases como "la tiranía de la mayoría", "si destruyen lo antiguo, destruirán nuestro pasado", "¿no os importa la gente que vivió y murió antes que nosotros?", "no hay mañana para la gente que anhela el futuro y olvida el pasado", "la democracia no significa que tengáis que ignorar a las minorías" remarcan un conflicto de época que reivindica la importancia la relevancia de la Historia a la hora de analizar el presente y el futuro y el cómo forjar la importancia de escuchar al diferente.

Y el reconocimiento del legado es algo que trasciende a la trama principal, un aparente triángulo amoroso que va tornándose un romance de instituto que esconde una serie de secretos familiares que ponen en evidencia cómo las consecuencias de las guerras pueden llegar a repercutir en varias generaciones posteriores. La forma en la que los Miyazaki elaboran la premisa es completamente orgánica, va fluyendo, quizás por haberla sabido situar en un momento histórico muy concreto.

Un apasionado y tierno amor de época

A ello se le suma que 'La colina de las amapolas' tiene el encanto de lo cotidiano, con secuencias que bien podrían estar firmadas por cineastas clásicos como Yasujiro Ozu o contemporáneos como Hirokazu Kore-eda, viéndose con detalle secuencias tan cotidianas como la preparación del desayuno o la cena o el izar las banderas como forma de comunicarse, al tratarse de una ciudad marítima. Es más, se trata de uno de los títulos de Ghibli donde más importancia se le da al detalle de cada gesto, con una delicadeza propia del estudio que trajo joyas como 'Puedo escuchar el mar' o 'Susurros del corazón', con las que también está hermanada la cinta.

La colina de las amapolas

Y ese hermanamiento viene también por el cuidado que tiene el filme a la hora de narrar el romance de los protagonistas, Umi Matsuzaki y Shun Kazama. Aquí vuelve a verse la fuerza interior de los personajes femeninos de Ghibli. Debido a su carácter costumbrista, el filme no solo tiene una heroína poderosa, sino que está rodeada por una serie de personajes femeninos que muestran no solo las diferencias generacionales, sino cómo Umi tiene como referentes a las propias mujeres que se hospedan en su casa, pues su familia regenta una pensión de estilo occidental llamada Coquelicot Manor. Desde una médico hasta una pintora, pasando por la propia madre de Umi, catedrática en una universidad en Estados Unidos.

Mención especial por dos aspectos que ensalzan a 'La colina de las amapolas' y la impulsan como uno de los títulos imprescindibles de Ghibli: su animación y su banda sonora. Su estilo artesanal consigue llevar al público a ese Japón de 1963, con un trazo que transmite nostalgia y melancolía y que remarca la sensación de obra de época. A ello se le suma una cuidada música compuesta por Satoshi Takebe, que incluye, además, temas míticos como 'Ue o Muite Arukô', de Kyu Sakamoto o una versión de 'Sayonara no natsu', que canta Aoi Teshima, considerada una de las voces oficiales de Ghibli.

La colina de las amapolas

Una obra maestra atemporal

Diez años después de su estreno, 'La colina de las amapolas' puede presumir de continuar siendo una joya atemporal, aunque la década ha hecho tenga cierta sensación a vino añejo, que se degusta mejor por el paso del tiempo. Sin duda, un Gran Reserva del 2011, que vuelve a demostrar cómo la importancia de Ghibli trasciende a la actualidad.

Más allá de ser etiquetada como película Slice of Life, 'La colina de las amapolas' es uno de los títulos que recuerdan que Ghibli no solo es fantasía e historias épicas, sino también una manera cuidada y apasionada de narrar lo cotidiano, donde también pueden encontrarse hermosas perlas cinematográficas. Una obra maestra que, por fin, llega a España, para deleite de los amantes de ese cine evoca el sentimiento de canto a la vida.

'La colina de las amapolas' ya está disponible en Blu-Ray y DVD y en streaming en Netflix.

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Lo mejor: Su mensaje sobre la importancia del legado histórico, un romance de época fascinante, su cuidada animación, su hermosa banda sonora.
Lo peor: Ha sido infravalorada injustamente por el fandom de Ghibli, debido a su temática y a quien la dirige. También que haya tardado un decenio en llegar a España.
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