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CRÍTICA

'El mayor regalo': Dispuestos a perdonar

'El mayor regalo' es la nueva película del periodista español Juan Manuel Cotelo, en la que se acerca a figuras reales para empaparse de su especial relación con el perdón y la paz interior que otorga.

Por Ana Bravo Díaz 9 de Noviembre 2018 | 09:30

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'El mayor regalo' es la nueva película del periodista español Juan Manuel Cotelo, quien, a través de un juego ficcionado en el que él es el director de un supuesto Western clásico poco convencido de darle un típico final violento, aprovecha para acercarse a figuras reales para empaparse de la relación de estas personas con el perdón y la paz interior que otorga, y así poder darle el final que se merece a su película.

el mayor regalo

A través de testimonios y dramatizaciones, que se alternan con la ficción del western, Cotelo nos muestra ejemplos a nivel mundial sobre personas muy agraviadas que son símbolos del perdón: Tim Guénard (boxeador francés maltratado en su infancia y con una difícil juventud), Irene Villa (mutilada por ETA), gente en diversos bandos de las FARC (entre ellos Ramón Isaza), Shane O'Doherty (quien fuera líder de explosivos del IRA), el genocidio de Ruanda e incluso un matrimonio que parecía irrecuperable.

Historias reales, conmovedoras e inspiradoras, que nos muestran como en la adversidad hay otras formas de ver el mundo más allá del ojo por ojo y continuar viviendo lo más en paz posible, contigo mismo y con quienes te dañaron. Sin embargo, cuanto más se adentra el film en las historias, más deja entrever una mirada religiosa más que global ante un asunto tan humano como este. Un prisma que empaña el film: lo que parecía una visión inocente se torna en algo prejuiciosa y en ocasiones algo adoctrinadora.

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Mandamiento divino

Desgraciadamente, y aunque el tema de la paz y el perdón son interesantes y dan para reflexionar sobre la violencia y el odio que tenemos integrados como sociedad e individuos (películas, telediarios, relatos colectivos), la cinta resulta buenista al término, con una visión sesgada y sin entrar en algunos de los matices intrínsecos a la naturaleza humana, quizá por su justificación religiosa para un acto como dejar de sentirse secuestrado por el odio. En ocasiones también da la sensación de que la película penaliza otra clase de sentimientos que no sean los que manda Dios o la religión, cuando es completamente natural (e incluso sano) transitar sensaciones como el desamor, el rencor, la desilusión o el miedo.

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En definitiva, una moraleja que deja un sabor agridulce. Además, a través de ciertas metáforas en la ficción del western, el autor juzga de manera negativa el autogobierno, la memoria histórica o distintas formas de ver el mundo que no sean las de su punto de vista: uno buenista pero también moralista.

Nota: 3

Lo mejor: Que se plantee la violencia y el odio que aceptamos cada día en los medios y la vida.

Lo peor: Su visión sesgada y su forma de hablar del perdón relacionándolo demasiado con la moral cristiana.

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