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CRÍTICA

'Los europeos': Un amor de verano

Crítica de 'Los europeos', dirigida por Víctor García León y escrita por Bernardo Sánchez. Protagonizada por Raúl Arévalo y Juan Diego Botto. Basada en la novela de Rafael Azcona. Sección Oficial Málaga 2020.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 20 de Noviembre 2020 | 10:25
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Tres años después de la estupenda 'Selfie' (2017), Víctor García León regresa con una propuesta radicalmente diferente. El cineasta madrileño tiene uno de sus mayores retos artísticos con 'Los europeos' (2020), presentada en la Sección Oficial del 23º Festival de Málaga, con la que adapta la novela homónima de Rafael Azcona, uno de los nombres fundamentales de la historia del cine español. Todo un desafío, que el realizador logra superar holgadamente.

No es fácil captar la esencia de la novela de Azcona, escrita en 1960 y reescrita por el propio autor en 2006, y García León lo consigue, entremezclando elementos propios de las comedias "de Rodríguez", que protagonizaron en antaño Alfredo Landa y José Luis López Vázquez, con situaciones dramáticas propias del cine de Cristian Mungiu o Andréi Zviáguintsev. Dos caras que reflejan certeramente la realidad de la España de finales de los años 50, la que transita entre los peores años de la dictadura y el milagro económico de los 60.

Los europeos

La división entre ambas caras es muy nítida, con una primera parte en la que los protagonistas, prácticamente los únicos españoles, arriban a una Ibiza que comienza a construirse como punto turístico y lugar de desconexión de visitantes provenientes de otros lugares de Europa como Italia, Francia, Alemania o el Reino Unido. Es muy interesante cómo Bernardo Sánchez, ducho en adaptar textos de Azcona tras haber firmado el guion de 'Los muertos no se tocan, nene' (2011), sabe captar ese espíritu de la relación de los españoles con sus vecinos del Viejo Continente, una mezcla de picaresca, emoción por la novedad y complejo de inferioridad.

Un certero retrato de la España de finales de los 50, con dos actores en estado de gracia

Tras una primera parte en la que reina el caos entre fiestas, borracheras y jarana, propias de 'La Dolce Vita' (1960) de Fellini, el filme se torna dramático, hasta niveles insospechados. Esos amores de verano se tiñen de marrón otoñal y del gris de la época. Es en este punto en el que se percibe las consecuencias sociológicas más duras del Franquismo. Es fascinante (a la par que horroriza) cómo la ciudadanía tenía tan interiorizado el miedo a romper las reglas impuestas, hasta tal punto de actuar como auto-censores de sus propias vidas. El choque de dos mundos que no puede percibirse en esa falsa ilusión que es Ibiza, en la que franceses, alemanes o británicos miran a otro lado ante la situación real de la sociedad española.

Los europeos

Y en medio de este retrato, dos espléndidos actores: Juan Diego Botto y Raúl Arévalo. Ambos representan las dos caras de la época. El hispano-argentino muestra el lado más cínico de la realidad española, también el más consecuente con su propia hipocresía, una de sus mejores escenas muestra un discurso que, además, es una dura crítica de esa clase alta que se benefició del milagro económico de los 60. Por otro lado está el intérprete mostoleño y gran cineasta en ciernes, único en saber transmitir sensaciones encontradas poniendo cara de circunstancia. Su personaje representa el triunfo de la represión entre la clase trabajadora. Y también en medio, una tercera discordia, Stéphane Caillard, cuya historia representa cómo detrás de esas miradas alegres y vida en libertad también se esconde una situación dramática.

Todo ello, convierte a 'Los europeos' tanto en un homenaje a la obra de Azcona como un largometraje notable y muy atinado en su mirada al pasado más reciente. Un cambio de registro de García León que continúa consolidándose como uno de los cineastas más interesantes del panorama actual.

Nota: 7

Lo mejor: Su parte dramática es espléndida, dos protagonistas fascinantes y un desenlace tan desgarrador como certero.

Lo peor: El caos de la primera parte hace que cueste entrar en la historia.

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