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CRÍTICA

'Matrix Resurrections': La opresión no se crea ni se destruye, solo se transforma

Lana Wachowski consigue un equilibrio entre reflexión y entretenimiento en esta divertida secuela que cuenta con el regreso de Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss.

Por Javier Pérez Martín 21 de Diciembre 2021 | 17:00

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En 1999, las hermanas Wachowski abrieron la puerta a un nuevo mundo con 'Matrix', como si ellas mismas fueran Trinity, el conejo blanco al que Neo tuvo que seguir para salir de la cueva de Platón. A toro pasado no es difícil entender el éxito de la película: Lilly y Lana Wachowski pusieron nombres e imágenes a sentimientos que ya estaban instalados en la sociedad como un dolor crónico, construyendo toda una mitología alrededor de la insatisfacción existencial que nos trajo el neoliberalismo. La pastilla roja era la promesa de que hay una verdad oculta liberadora más allá de un día a día agotador e insustancial. La idea caló en todo el mundo más rápido que un virus informático con traje y gafas de sol y la trilogía, compuesta por una película indiscutiblemente icónica y dos secuelas muy discutibles, acabó recaudando un total de 1.635 millones de dólares en todo el mundo (aunque su verdadero éxito estuvo en el formato doméstico).

'Matrix Resurrections'

El final de 'Matrix Revolutions' era en cierto sentido definitivo, ya que acababa con la muerte de Trinity (Carrie-Anne Moss) y el sacrificio de Neo (Keanu Reeves) para liberar a la humanidad del yugo de las máquinas. Pero si por algo se define el cine comercial hoy en día es que nada es definitivo, y por eso tenemos en cines a partir de este miércoles 'Matrix Resurrections', una cuarta entrega protagonizada por esos mismos Neo y Trinity que creíamos muertos.

Volviendo en cierta forma al punto de partida, Lana Wachowski se embarca, esta vez en solitario (Lilly decidió perseguir otro tipo de proyectos a mitad de 'Sense8', y desde entonces las hermanas trabajan por separado), en lo que oficialmente es una secuela pero también juguetea con los parámetros del "soft reboot". Porque es muy parecida a la entrega original en su estructura narrativa y a la vez podría dar pie a una nueva saga. El gran acierto de la directora es que se embarca en ese diálogo con una autoconsciencia llena de guiños, referencias explícitas y paralelismos que hacen que este cuarto capítulo casi sea una conversación directa con el primero.

Incluso se atreve a desmontar las conclusiones de la trilogía original, ofreciendo una meditación sobre su paradoja entre el libre albedrío y el destino (¿eligió Neo sacrificarse o creía estar eligiendo lo que estaba escrito que haría?, se pregunta la película) y llegando a reírse del binarismo sobre el que estaba construida. 20 años después, nada es solo real o irreal, humano o máquina, bueno o malo, masculino o femenino: Wachowski y los co-guionistas David Mitchell y Aleksandar Hemon presentan una nueva sociedad más diversa, y por el camino diseñan una mitología más colorida. Eso es lo más valiente de la premisa de 'Matrix Resurrections': no considera la saga unas escrituras sagradas, aunque sí es consciente de su legado.

'Matrix Resurrections'

Es mejor decir poco del argumento, pero sí avanzaremos que Neo vuelve a ser preso de Matrix y ha olvidado todo lo que ocurrió en las tres películas que vimos hace 20 años. A veces tiene sueños o flashes que lo retrotraen a aquellos momentos, pero su terapeuta (Neil Patrick Harris) le asegura que son imaginaciones, trampas de su cerebro enfermo. Durante una estimulante e incómoda parte del metraje, 'Matrix Resurrections' incluso nos deja barajar la posibilidad de que, efectivamente, aquellas tres películas no fueran más que un delirio de Thomas Anderson.

Ahora Anderson es un desarrollador de videojuegos muy celebrado por su gran obra: la trilogía 'Matrix', en la que un tal Neo muy parecido a él descubría que vivía una recreación virtual diseñada por las máquinas para esclavizar a los humanos. Este juego metanarrativo da para varias reflexiones muy interesantes (y no exentas de ironía) cuando la empresa para la que trabaja Anderson decide desarrollar una nueva secuela para subir las ventas. Hay en ese momento un montaje musical con constantes pullas al proceso "creativo" dentro de las grandes corporaciones del entretenimiento que es quizá la secuencia más gamberra y subversiva que ha salido de una superproducción de un estudio de Hollywood en la última década.

Una de las muchas lecturas que se podían extraer de 'Matrix' planteaba a las máquinas como una alegoría del patrón vampirizando a los obreros, y en esta nueva entrega Lana Wachowski incluye guiños a la relación entre los estudios de Hollywood y los artistas que crearon esas historias que ahora se reciclan hasta la extenuación. Y si 'Matrix' tenía, entre otras cosas, una nada sutil crítica a la EE.UU. corporativista como un virus devorador de la disidencia, 'Matrix Resurrections' sabe que llega en un momento distinto. No es casualidad que el "nuevo Agente Smith" no sea ya un ejecutivo trajeado sino un joven, atractivo y simpático CEO de Silicon Valley (Jonathan Groff).

'Matrix Resurrections'

De eso va la película: los opresores no han desaparecido, solo han evolucionado. Según la cineasta, el sistema es inteligente y sabe cómo reapropiarse las libertades conseguidas para seguir manteniendo el status quo. Lo llega a decir explícitamente el guion, en una frase que habla de la capacidad del capitalismo para fagocitar las rebeliones: "Matrix convierte en armas nuestras ideas". Así justifica la propia Wachowski la existencia de una nueva secuela, mientras lanza dardos a diestro y siniestro y deja clara su postura con respecto a la moda de los "remakes" y demás resurrecciones en la cultura popular. "Nada alivia la ansiedad como un poco de nostalgia", llega a decir el nuevo Morfeo.

Caballo de Troya palomitero

Pero 'Matrix', y en mucha menor medida, sus secuelas, tenían ingredientes más allá de sus muchas capas reflexivas y subtextos. El buen hacer visual de las cineastas (que nunca han descuidado, incluso en sus obras más criticadas), la revolucionaria propuesta de sus escenas de acción y un inteligente uso de todos los clichés formales y narrativos eran el contrapeso perfecto para convertirlas en un producto comercial apto para el gran público. Y de alguna forma, Lana Wachowski ha vuelto a conseguir este equilibrio con esta divertidísima 'Matrix: Resurrections', que llega incluso a darle la vuelta a la tecnología de "tiempo bala" que la saga popularizó.

Con ese espíritu tan poco complaciente, tiene mucho mérito que esta película no reniegue de ser un producto palomitero, entretenido y muy accesible para todo tipo de público (aunque está claro que quienes más la disfrutarán serán los fans acérrimos de la saga). Después de batacazos comerciales, y creativos, en la gran pantalla como 'El atlas de las nubes' y 'El destino de Júpiter', Lana Wachowski vuelve a crear una obra reflexiva y con puyas antisistema masticada y empaquetada para cualquiera que quiera comprarla. Como la 'Matrix' original, 'Resurrections' sirve a modo de caballo de Troya palomitero que, como una pastilla roja, ensanchará el horizonte de pensamiento de aquel espectador que quiera hacerlo.

Nota: 8

Lo mejor: Sus puyas a la monetización de la nostalgia por parte de las grandes productoras de cine comercial, lanzadas irónicamente desde una secuela diseñada para ello

Lo peor: La amenaza de que pueda haber secuelas y sean tan fallidas como 'Reloaded' y 'Revolutions'

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