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CRÍTICA

'Mirai, mi hermana pequeña': Recuerdos del árbol familiar

Crítica de 'Mirai, mi hermana pequeña', dirigida y escrita por Mamoru Hosoda. Nominada al Oscar a la mejor película de animación, premio Annie al mejor filme independiente, mostrada en Annecy.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 15 de Marzo 2019 | 09:49
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Después de pasar con éxito por festivales como la Quincena de Realizadores de Cannes, el de animación de Annecy o el de Gijón, llega a salas comerciales 'Mirai, mi hermana pequeña', con la que el cineasta japonés Mamoru Hosoda ha hecho historia, logrando una nominación al Oscar a la mejor película de animación, haciendo que sea el primer anime no producido por Studio Ghibli, en tener una candidatura a la estatuilla dorada. Además, la cinta fue la ganadora del premio Annie al mejor filme independiente.

Mirai

Kun tiene cuatro años y es hijo único. Bueno, al menos lo era hasta que apareció Mirai, su hermana pequeña, que ha hecho que todo su mundo se venga abajo. El niño ve cómo sus padres están menos pendiente de él, al tener que cuidar a su hermana recién nacida. Esto provoca que Kun se convierta en un niño resentido y travieso. Sin embargo, cuando aparece la versión adolescente de Mirai, que ha viajado en el tiempo, ella le hará ver las cosas de una forma diferente, logrando que Kun madure y aprenda a ser el hermano mayor.

Animación espléndida

A diferencia de 'El niño y la bestia', su anterior filme (en el que también narraba las relaciones paterno-filiales), 'Mirai, mi hermana pequeña' es menos ambiciosa y más intimista. De hecho, la fantasía propia del universo de Mamoru Hosoda está dentro de la imaginación de su joven protagonista, Kun, en forma de espíritus de su familia, que pueden verse a través del simbólico árbol que, además, es el eje central de la casa construida por el padre del pequeño Kun.

Mirai

Lo interesante, esta vez, está justamente en los viajes que el niño realiza a través de la historia de su familia, como también en el retrato de los roles de sexo de los padres de Kun, en el que Hosoda reivindica una figura paterna diferente, cercana, responsable y que se implica en la educación y cuidado de los hijos, algo muy novedoso para la sociedad japonesa, en la que las tradiciones están muy enraizadas. A ello hay que añadirle una animación exquisita, que demuestran la belleza de lo artesanal, alejado del CGI que ha hecho que las producciones occidentales sean tan uniformes, estéticamente hablando.

No obstante, 'Mirai, mi hermana pequeña' tiene un pero, que es su joven protagonista. Hosoda muestra a un niño de cuatro años mimado y consentido, con el que no se puede empatizar. Es más, resulta más insoportable que el terrible Shin Chan en algunas ocasiones. Sí, forma parte de la fábula que escribe Hosoda, de aprender a madurar dentro de la propia infancia. Sin embargo, su retrato no es nada asertivo, cuando esas ensoñaciones familiares entre el pasado y el futuro se suponen que son lecciones con moraleja, que el niño ignora hasta que ve las orejas al lobo.

No llega al nivel de excelencia de 'Los niños lobo'

A ello hay que añadirle que a Hosoda, dado el nivel al que ha llegado con sus películas, se le exija más complejidad en sus tramas o, al menos, que sea más concreto en su mensaje. De momento, el realizador japonés no logra igualar esa obra maestra llamada 'Los niños lobo (Wolf Children)', que es, sin duda, su mejor largometraje hasta el momento.

Mirai

Pese a ello, 'Mirai, mi hermana pequeña' es una buena película, que funciona gracias a su reflexión sobre el matrimonio y la conciliación familiar, con una animación fascinante y una moraleja que, aunque se aprenda tarde, acaba calando en su joven protagonista. Una correcta historia sobre la auténtica herencia que deja la familia, la experiencia.

Nota: 7

Lo mejor: Su cuidada animación y el alegato de Hosoda por una paternidad más asertiva e implicada en la educación y cuidado de los niños, reivindicando una masculinidad diferente.

Lo peor: Su protagonista es antipático y su evolución es demasiado lenta para crear empatía hacia él.

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