Ricos acomplejados, relaciones tóxicas, sátira política y una noción completamente deshumanizada del poder y de la impunidad, Jesse Armstrong está de vuelta con 'Mountainhead', una película que perfectamente podría existir en el universo 'Succession'. Tras convertir los daddy issues de una familia de millonarios dueños de un conglomerado de medios de comunicación y entretenimiento en una fascinante crónica de traiciones, estrategias, venganzas, inseguridades y vileza, Armstrong aísla a cuatro auténticos 'tech bros' durante una crisis mundial fruto de una mezcla de su propia ambición e irresponsabilidad.
Ellos son esos hombres de éxito hechos a sí mismos que lograron «su primer millón» gracias a una idea propia y no esos señores plantados delante de un coche caro que te aparecen en YouTube anunciando su «curso para el éxito». "Si yo he podido triunfar, tú también puedes" es la gran mentira de las redes sociales, solo unos pocos lo consiguen y ese status está reservado para una élite, un club selecto en el que todos sus miembros son una mezcla de privilegiados y genios visionarios. Y vamos a hablar en masculino porque en 2024 no había ni una sola mujer entre las 10 personas más ricas del mundo y no tendría sentido ignorar además que, en general, son los hombres, y con más intensidad los hombres heterosexuales, los que ven una relación directa entre el número que figura en su cuenta corriente y su valía en el mundo, aunque como personas sean unos mediocres, egoístas y emocionalmente inaccesibles. Tanto tienes, tanto vales.
Sobre esta relación tóxica con el dinero y el poder, Armstrong dibuja a sus cuatro protagonistas: Randall, Hugo, Venis y Jeff, interpretados por Steve Carell, Jason Schwartzman, Cory Michael Smith y Ramy Youssef. Y sobre la crisis mundial de las fake news y la inteligencia artificial desarrollando imágenes tan realistas que confunden a nuestros cerebros y desdibujan la realidad de la mentira cimienta la historia.
Venis (Cory Michael Smith) tiene una red social plagada de deepfakes que están condicionando la actualidad política y Jeff (Ramy Youseff) ha desarrollado una IA como un detector de mentiras capaz de distinguir las imágenes reales de las generadas. En la fusión de ambas empresas o el control de la IA de Jeff por parte de los gobiernos está la aparente solución al problema, pero el orgullo y la codicia complican las negociaciones. Luego está Randal (Steve Carell), tan rico que la muerte no es un destino aceptable para alguien como él y está obsesionado con la posibilidad de subir su conciencia a la nube y vivir para siempre en una especie de metaverso propiedad de Venis. Hugo (Jason Schwartzman), el único incapaz de amasar mil millones de dólares de fortuna, vive acomplejado por su "fracaso" y lo sobrecompensa con posesiones materiales. Estos cuatro amigos han quedado para jugar al póker mientras el mundo arde y acabarán repartiéndose el planeta en una suerte de partida de Risk, porque quién mejor que ellos puede saber lo que nos conviene.

Los mercados financieros se desploman, caen gobiernos y en el mundo estallan conflictos y violencia como respuesta a las mentiras y el miedo difundido por redes sociales. ¿Exagerado o terroríficamente premonitorio? Tanto en esta ficción como en el mundo real, quienes tienen el poder para detenerlo y hacer las cosas bien o miran para otro lado o miran de frente relamiéndose ante lo que pueden sacar de ello.
Con un estilo de rodaje a dos cámaras y en el que los actores interpretan de principio a fin la escena completa una y otra vez, da la sensación de estar en medio de dos cosas tan alejadas entre sí como una obra de teatro y un documental, asistiendo impasibles al fin de la libertad en el mundo, aunque la realidad es que hace mucho tiempo que esa supuesta independencia que trae la democracia sea solo un espejismo. Elon Musk plantado junto a Donald Trump no es más que la evidencia gráfica de lo que (aparentemente desde siempre) ocurre tras las bambalinas.
Esta puesta en escena es además una oportunidad de lucimiento para sus cuatro actores, que tienen la dificultad añadida de, además de ser creíbles, tener que caer bien y ser divertidos mientras sus personajes son retorcidos, caricaturescos, perversos y completamente alejados de nuestra realidad. Esa distancia entre los titiriteros del mundo y nosotros, los espectadores de su obra, es especialmente palpable en los diálogos de la película. Son ingeniosos, inteligentes y agudos sin caer en lo pretencioso, pero son casi imposibles de seguir si no hablas el idioma del dólar. Para disfrutarla tienes que dejarte arrastrar por su velocidad y aceptar su delirio, porque el planteamiento es uno y el desarrollo otro. Sin revelar de más, la trama tiene, como mínimo, dos giros que han quedado fuera de toda campaña promocional y que están incluidos en la lista de spoilers que no podemos mencionar, pero que la reconducen hacia una historia más individual y menos global en detrimento de su interés.

Los problemas de ricos son solo interesantes si, 1- podemos a cualquier nivel relativizarlos y extrapolarlos a nuestros propios conflictos; 2- nos afectan directamente. 'Mountainhead' pertenece a esta segunda categoría hasta que deja de hacerlo y ahí es cuando se vuelve más absurda y artificiosa y también menos trascendente.
Las odiosas comparaciones
Repetir no ya el éxito, pero el triunfo que fue 'Seccession' a todos los niveles era un estándar imposible. 'Mountainhead' tiene mucho de su espíritu, es una evidente extensión de algunos de los temas que ya planteaba la serie y probablemente tenga el mismo nivel en sus interpretaciones y proporcionalmente sus diálogos sean igual de icónicos, pero el formato corto (película y no cuatro temporadas de serie) juega en su contra.
Simpatizar con estos cuatro millonarios narcisistas es impracticable como no lo fue con los Roy, hay un desequilibrio demasiado abismal entre su realidad y la nuestra, faltan matices, lo que quizá sea parte del juicio que Armstrong hace a nuestro sistema económico y político, porque ciertamente puede que no tenga sentido alguno humanizar a quienes realmente son tan insensibles y desalmados como para sacar rédito de la guerra o la miseria. Así que ya sabéis, 'Eat the rich'.