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CRÍTICA

'Puedo escuchar el mar': La balada de lo imposible

Crítica de 'Puedo escuchar el mar', dirigida por Tomomi Mochizuki y escrita por Keiko Niwa. Basada en la novela 'Ocean Waves' de Saeko Himuro. Primer filme de Studio Ghibli no dirigido por Miyazaki o Takahata.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 16 de Julio 2022 | 10:05
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Imagen de 'Puedo escuchar el mar'
Imagen de 'Puedo escuchar el mar' (Vértigo Films)

Tras recuperar 'Recuerdos del ayer', una de las obras maestras de Isao Takahata y título imprescindible de Studio Ghibli, Vértigo Films prosigue con la reedición de su aplaudida filmografía. Ahora es el turno de uno de los títulos más desconocidos de la factoría, así como también uno de los más cercanos a un tipo de costumbrismo que sirvió de base para posteriores filmes de la compañía como 'Susurros del corazón' o 'La colina de las amapolas'. Está hablándose de 'Puedo escuchar el mar', la joya oculta del estudio y uno de sus largometrajes que más deben reivindicarse.

Puedo escuchar el mar

'Puedo escuchar el mar' se realizó en un momento clave para el devenir del estudio. Proyecto consolidado tras los éxitos en taquilla y crítica de 'Nicky, la aprendiz de bruja', 'Recuerdos del ayer' y 'Porco Rosso'; Studio Ghibli comenzaba a mostrar una necesidad que, a día de hoy, sigue sin resolver: su futuro tras las marchas de Miyazaki y Takahata. El famoso relevo generacional comenzó a debatirse a inicios de los 90 y la producción de esta cinta fue el resultado de ello. Debido a que la factoría era aún frágil, los riesgos que tomó fueron los menos ambiciosos posibles. De ahí, que una película para televisión fuese la opción más plausible para darle la oportunidad al joven talento del estudio para liderar su propio largometraje.

Por ello, 'Puedo escuchar el mar' se convirtió en la primera película de Studio Ghibli en no tener a Hayao Miyazaki o Isao Takahata como parte de la producción, solamente estuvo Toshio Suzuki en calidad de productor. Al ser una producción de bajo coste y pensada para la pequeña pantalla, se decidió adaptar la novela 'Umi ga kikoeru (Ocean Waves)', de Saeko Himuro, que narraba un nostálgico triángulo amoroso en un instituto de Kôchi, una ciudad costera situada al suroeste de Japón, a mediados de los 80. Una premisa aparentemente ligera que, por supuesto, siendo una propuesta Ghibli esconde una profundidad mayor que en los típicos melodramas adolescentes.

Un retrato costumbrista y realista de la adolescencia

Uno de los aspectos que muestra que no se está ante una producción convencional, es que Ghibli mira a la realidad adolescente de manera frontal e incómoda. Lejos de la madurez de las heroínas de Miyazaki, sus personajes tienen las virtudes y defectos propios de jóvenes entre 15 y 17 años, lo que erige a 'Puedo escuchar el mar' en un relato costumbrista y realista, en el que los adolescentes son egoístas, inmaduros y miran al futuro como si de algo muy lejano se tratase. A ello, se añade cierta crítica social, en el contraste que existe entre ciudad y pueblo, mucho más remarcada en los 80 y 90, especialmente en lo relacionado a expectativas de futuro y un mundo estudiantil y laboral competitivo.

Puedo escuchar el mar

Es fascinante cómo se introduce la crítica en el filme, de manera sutil y con pequeños detalles, especialmente con la irrupción de la protagonista, Rikako Muto, una joven tokiota que se ve obligada a mudarse a Kôchi con su madre y su hermano pequeño tras el divorcio de sus padres. La adolescente es, quizás, una de las heroínas Ghibli más complejas y misteriosas de la factoría. Distante de a primeras, todo lo que se sabe de ella es a través de terceros, especialmente los otros dos personajes principales de la historia, Taku Morisaki y Yutaka Matsuno, dos amigos cuya lealtad se pondrá a prueba tras la irrupción de la joven recién llegada.

El carácter desagradable, arrogante, altivo y manipulador de Rikako pueden causar rechazo, debido a lo realista que resulta su retrato de la adolescencia, época de emociones extremas. Sin embargo, esconde una crítica mucho más profunda, con cierta mirada feminista. En una sociedad excesivamente colectiva, en la que los pasos están marcados y ser parte esencial del colectivo es una imposición y no una vocación, aquel que busca ser un verso suelto es condenado al ostracismo. Ejemplo de ello es Rikako, una joven que reniega de adherirse a los códigos propios de la secundaria y el bachillerato japonés, como el celebrar el Festival Cultural del liceo, momento crucial para promocionar la imagen del instituto y que, dada la trama, resulta fundamental en la historia para levantar la imagen de una institución en horas bajas por los bajos resultados escolares de sus alumnos.

Rikako, la heroína más compleja de Ghibli

La rebeldía sin causa, el ser un verso suelto es reto que pocos se permiten y es algo que los relatos costumbristas de Ghibli han sabido exponer bien. Rikako tuvo de ejemplo a Taeko, la protagonista de 'Recuerdos del ayer', quien rehuía de los patrones establecidos para las mujeres de su generación. De la misma forma, Rikako ha servido de fuente para modelar y profundizar en ese deseo de no seguir el camino convencional, como pudo verse con la vocación literaria de Shizuku en 'Susurros del corazón' o en la emancipación prematura de Umi en 'La colina de las amapolas'. Antes de ellas, estuvo esta estudiante de ciudad que es recibida con hostilidad por sus compañeros de pueblo, mostrando de manera directa los complejos de aquellos que provienen de provincias frente a los criados en la capital. A ello se le suma la perspectiva femenina, en la que la discriminación es mayor incluso.

Puedo escuchar el mar

Una reflexión mucho más profunda de lo que aparenta esta historia de un triángulo amoroso escolar. Por otro lado, el aspecto melodramático del filme. Sus protagonistas masculinos, especialmente Taku Morisaki, funcionan dentro de los cánones propios del género. Narrada la historia a modo de flashbacks, la factoría vuelve a acercar en los detalles y en cómo se contienen los sentimientos. Es más, la pasión amorosa se intuye, pero no se ve explícitamente, lo que le da cierta sensación de madurez a un relato que mira en perspectiva las locuras propias de la adolescencia, algo que solo se consigue con el paso del tiempo.

En este, toca aplaudir a Keiko Niwa, uno de los pilares femeninos de Ghibli. Guionista años después de películas aplaudidas como 'Arrietty y el mundo de los diminutos', la mencionada 'La colina de las amapolas' o 'El recuerdo de Marnie', Niwa, quien firmó el libreto de 'Puedo escuchar el mar' con el pseudónimo Kaori Nakamura, cuida cada gesto, cada detalle, cada mirada, en un ejercicio sublime e inusual para producciones televisivas. Mérito también su director, Tomomi Mochizuki, quien ya tenía una dilatada experiencia como director de series de televisión y TV-movies. No obstante, 'Puedo escuchar el mar' es su trabajo más ambicioso hasta la fecha.

Un hermoso melodrama sobre un triángulo amoroso

También está en que 'Puedo escuchar el mar', a nivel técnico, está muy por encima de un producto pensado para la pequeña pantalla. Cierto es que la ambición en este apartado dista mucho de estar en la misma liga que predecesoras de Ghibli como 'El castillo en el cielo' o 'Mi vecino Totoro', sin nombrar a 'Pompoko', el filme posterior en producción. Pero debe quedar claro que no lo busca, puesto que no estaba pensada para competir en grandes ligas (aunque se defienda más que bien). No obstante, su animación estuvo muy cuidada, pues tuvo como director de animación a Katsuya Kondô, figura esencial dentro de Ghibli, quien ilustró también la novela de Himuro.

El cuidado por el detalle se ve también en su apartado de animación que, además, con el paso del tiempo le ha ido dando un aspecto añejo que marida muy bien con el espíritu nostálgico del filme, hay ciertos momentos que recuerda a la estupenda 'La familia crece', serie que destacaba, precisamente, por su cuidado técnico. A ello se suma una deliciosa banda sonora, compuesta por Shigeru Nagata. Lo interesante, es que, a pesar de ser catalogada de telefilme, tal es su resultado final, que en su distribución internacional ha llegado a tener reestreno en cines, donde todos sus elementos han podido visualizar de manera más potente, si cabe.

Puedo escuchar el mar

'Puedo escuchar el mar' es todo un logro cinematográfico, una de esas joyas ocultas que tiende a infravalorizarse debido a que pertenece a una factoría que ha producido títulos imprescindibles y obras maestras absolutas como 'La princesa Mononoke', 'El viaje de Chihiro' o 'El cuento de la princesa Kaguya'. Una deliciosa propuesta slice-of-life. Una reivindicación también del género rosa, ese tan despreciado tanto por los amantes del cine de autor como del comercial, una melodiosa y elegante balada de lo imposible, de amores no correspondidos, de nostalgia adolescente, una dignificación al melodrama. Quizás no sea un relato épico o filosófico, pero en lo cotidiano también se pueden encontrar hermosas perlas.

'Puedo escuchar el mar' ya está disponible en Blu-Ray y DVD, de la mano de Vértigo Films, y en streaming en Netflix.

8
Lo mejor: Su animación evoca el espíritu nostálgico, su música lleva al público como si estuviera flotando en olas del océano. Su triángulo amoroso va mucho más allá.
Lo peor: Al no ser un relato ambicioso, solamente un melodrama, tiende a infravalorarse, especialmente porque sus personajes distan mucho de ser ideales.
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