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CRÍTICA

'Queridos camaradas': La matanza silenciada

Crítica de 'Queridos camaradas', dirigida y escrita por Andréi Konchalovski. Premio Especial del Jurado del 77 Festival de Venecia, nominada al BAFTA a la mejor película de habla no inglesa.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 9 de Julio 2021 | 09:00
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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El cineasta ruso Andréi Konchalovski continúa explorando episodios históricos tras las estupendas 'Paraíso (Rai)' e 'Il peccato'. Tras haber ahondando en la Segunda Guerra Mundial y en el espíritu de la Resistencia a través de una parábola ambientada en el purgatorio y después de haber realizado un profundo e íntimo del artista Miguel Ángel, el realizador trae a la palestra uno de los acontecimientos más oscuros de la historia social de la extinta Unión Soviética con 'Queridos camaradas', Premio Especial del Jurado en el 77 Festival de Venecia. Se trata de la Masacre de Novocherkassk, sucedida el 2 de junio de 1962 y que estuvo silenciada en la historia durante 30 años.

Queridos camaradas

Oficialmente, fallecieron 26 personas en la matanza, en la que el ejército soviético y funcionarios de la KGB cargaron contra manifestantes desarmados. Un desenlace fatal que comenzó con la huelga de los trabajadores de la fábrica de construcción de electromotores de Novocherkassk (NEBF), provocada por el aumento del precio de los productos básicos (leche y carne) y la reducción de salarios. Como se supo en 1992, tras la caída de la URSS, los fallecidos fueron muchos más, siendo varios enterrados en fosas comunes o tumbas falsas. Un hecho que se silenció bajo pena de cárcel (y de muerte en los casos más flagrantes).

Las paradojas del comunismo

Konchalovski, quien firma el guion junto con Elena Kiseleva, narra los sucesos a modo de crónica, aunque no es tanto la matanza donde pone el foco, sino en sus consecuencias y en cómo el régimen liderado por Nikita Jrushchov buscó silenciar la masacre. Rodada con un impecable blanco y negro y una relación de aspecto de 1.33:1, que lejos de darle un aire televisivo lo convierte en una experiencia similar al de estar visionando una película antigua.

Queridos camaradas

Ese aura de película antigua, en la que la fotografía evoca a 'Paraíso' así como también a las últimas producciones del polaco Pawel Pawlikowski, engrandece incluso más a un filme que aspira a estar a la altura de las grandes obras maestras. Ello se logra gracias a una narración que combina drama e intriga, con una protagonista formidable, interpretada por Julia Vysotskaya, musa de Konchalovski -además de ser su cónyuge-. Ella es Ludmila Siómina, miembro del partido comunista y una burócrata del gobierno local.

El poner de protagonista a una férrea defensora de los valores del partido, la cual echa de menos a Stalin -a pesar de haber sido uno de los mayores genocidas y repudiado por Jrushchov- y a aquellos tiempos en los que "las ideas se vivían y se sabía quién era el enemigo". Es interesante cómo Konchalovski aprovecha a una protagonista privilegiada que se derrumba cuando se entera que entre los desaparecidos está su propia hija, Svetlana, formando una auténtica odisea para encontrarla y llegándose a aliar con un espía de la KGB desencantado.

Un magistral ejercicio cinematográfico

Konchalovski no duda en mostrar las paradojas de un régimen dictatorial que busca la consolidación de su propio proceso de poder y que comenzó tras la muerte de Stalin en 1953 y la posterior desestanilización. A pesar de ser un período de terror, Konchalovski no solo muestra el legado podrido de Stalin, sino cómo el sistema resultaba imposible de refundar. Esto lo plasma no solo en el proceso de silenciar y confinar a toda una población, sino también en su principal protagonista, como metáfora del propio país.

Queridos camaradas

Gracias a su certero pulso tanto en la acción de las protestas como en la intriga de la búsqueda de la hija y su naturaleza de drama histórico, 'Queridos camaradas' es una crónica incómoda de un hecho histórico que luchó por no caer en el olvido. Un largometraje magistral que muestra la maestría del cineasta, quien ha encontrado en los últimos años el tono adecuado, aquel que lo ha situado como uno de los directores más reconocidos del cine ruso actual.

Nota: 9

Lo mejor: El derrumbe emocional de Julia Vysotskaya en el tramo final de la película.

Lo peor: No hay que olvidar que Konchalovski es admirador de Putin y uno de los principales apoyos de la reinstauración de la imagen pública de Stalin, repudiado por la propia sociedad rusa actual.

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