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CRÍTICA

'Tengo sueños eléctricos': Adolescencia envenenada

Crítica de 'Tengo sueños eléctricos', ópera prima de Valentina Maurel. Premio Horizontes a la mejor película iberoamericana en el 70 Festival de San Sebastián. Mejor dirección, actriz y actor en Locarno 2022.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 3 de Febrero 2023 | 08:01
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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'Tengo sueños eléctricos': Adolescencia envenenada

Si hay un país que ha comenzado a despuntar poco a poco en el panorama cinematográfico iberoamericano, ese es Costa Rica. Desde producciones de corte más comercial, como las dirigidas por José Mario Salas, como 'Un regalo esencial' o 'A un paso de mí', a otras feel-good como 'El baile de la gacela', de Iván Porras. En el ámbito de autor, son las mujeres cineastas las que están llevando al cine costarricense a festivales de primera línea como Carolina Arias con 'Objetos especiales', Sofía Quiros con 'Ceniza negra' o Nathalie Álvarez Mesén con 'Clara sola'.

Tengo sueños eléctricos

En esa línea, llega Valentina Maurel con 'Tengo sueños eléctricos', film que ya puede disfrutarse en salas españolas y que viene avalada con el Premio Horizontes a la mejor película iberoamericana en el 70 Festival de San Sebastián; así como los galardones a la mejor dirección, a la mejor actriz y al mejor actor en el 75 Festival de Locarno. A pesar de ser un debut en el largo, Maurel cuenta con una dilatada carrera como cortometrajista, con títulos como 'Lucía en el limbo', en el que ya exploró de una manera diferente el despertar de la adolescencia.

Podría decirse que 'Tengo sueños eléctricos' es la deconstrucción de los cánones propios de las coming-age movies. Ya su inicio es toda una declaración de intenciones, una matrimonio y sus dos hijas van un coche de regreso a la vivienda familiar. El padre se muestra visiblemente molesto y llega a salir del coche para descargar su ira contra la puerta del garaje, haciéndose daño en la frente. Lejos de mostrar miedo, la primogénita de la familia, Eva, parece mostrar fascinación por su progenitor.

Tengo sueños eléctricos

Así, Maurel comienza con una protagonista que está en pleno proceso de cambio, que busca dejar de lado rápidamente su infancia para adentrarse de pleno en su etapa de adulta. La cineasta hubiera podido tirar de lugares comunes de este tipo de producciones, en tono dramático y con una historia con cierta crítica social; pero opta por ir más allá, en un relato que aprovecha para exponer el machismo inherente y transversal de la sociedad costarricense, aunque bien podría exponerse al resto de la región iberoamericana.

Una brutal deconstrucción de las coming-age movies

La cineasta muestra la violencia naturalizada dentro del entorno, logrando crear un retrato que derrumba prejuicios sobre el origen del maltrato, dado que los protagonistas son de clase media-alta, dado que sus protagonistas se mueven por ámbitos intelectuales. Maurel tampoco deja en buen lugar del inmadurez del año, plasmando la violencia visceral e infantil del padre, pero también los arrebatos absurdos de la madre, quien en su afán de protección, desarrolla ciertas supersticiones que la directora, quien también firma el guion, deja en evidencia.

Tengo sueños eléctricos

En medio, una adolescente, interpretada estupendamente por Daniela Marín Navarro, quien ver a sus dos progenitores caer del pedestal en el que los tenía. Es especialmente acusada la caída de la figura del padre, cuyo carácter violento la joven tolera hasta llegar a cierto límite, el relacionado con el gato de la familia, mostrando la paradoja de cómo la menor es capaz de aguantar el maltrato físico y emocional en carne propia pero es incapaz de consentir la falta de bienestar del felino.

Por otro lado, la violencia y el machismo que Maurel plasma se aleja de cualquier mirada maniquea. La cineasta le otorga humanidad a la figura del padre, magníficamente encarnada por Reinaldo Amien. En su violencia, la realizadora aprovecha para mostrar la nula capacidad del varón para contener sus pulsiones, dejando en evidencia cómo se le permite socialmente expresar esa violencia y cómo el hombre es incapaz de canalizarla a través de, por ejemplo, la poesía, como bien muestra esos talleres de lírica a los que acude en la cinta.

'Tengo sueños eléctricos' es un correcto debut, que sabe exponer la problemática transversal del machismo en las sociedades iberoamericanas. Por otro lado, es una sublime deconstrucción de las coming-age movies, al convertir en un bofetón frontal la transición de la niñez a la adultez y cómo esta es mucho más inhóspita si quien busca crecer antes de tiempo es una joven. Maurel sigue los pasos de directoras como Quiros o Álvarez Mesén en el retrato poliédrico de la emancipación femenina.

Nota: 7

Lo mejor: Los momentos de descubrimiento de Eva.

Lo peor: Llega en un punto en el que Maurel pierde el hilo y le cuesta volver a encarrilarlo.

Películas
  • Año: 2023
  • 110 min. Costa Rica Drama