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CRÍTICA 'TRUE DETECTIVE'

'True Detective' (T3): Nic Pizzolato regresa al misterio y la paranoia

Después de tres años y un puñado de malas críticas sobre la segunda temporada, HBO estrena lo nuevo de 'True Detective'. Una historia oscura, paranoica, llena de misterio y personajes atormentados.

Por Mario Álvarez de Luna Costumero 11 de Enero 2019 | 10:10

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Suenan los acordes del 'Deathletter' de Cassandra Wilson y las grietas de nuestras paredes comienzan a llenarse de todo lo que pudo ser y nunca llegó a materializarse, de todas las historias olvidadas que, con los años, regresan a un estado de presente continuo. Nic Pizzolatto debió de experimentar algo parecido, porque la tercera temporada de 'True Detective', de tantas líneas temporales que maneja, parece que ha vivido una extraña aventura en las volubles manos de su creador, regresando a las raíces de su árbol genealógico. En otras palabras: HBO le ha dado luz verde a un proyecto que, después de pasear por miles de casas al grito de "Shame!" por su segunda temporada, ha vuelto a la fórmula que le marcó en el mapa: misterio esotérico con multitud de capas narrativas, personajes atormentados, fotografía apabullante, atmósfera decadente y un ritmo narrativo que, aún desconociendo el motivo, evita a toda costa que te despegues del sofá. En eCartelera, hemos podido ver los primeros cinco capítulos y lo único que podemos subrayar (sin miedo a equivocarnos) mil veces es que Pizzolato, pecando de cómodo, nos coge por las solapas para decirnos que su talento para el thriller está bastante lejos de apagarse.

"True Detective"

Esta última temporada, protagonizada por Mahershala Ali y narrada a cuatro tiempos, ahonda en el misterio de dos agentes de policía que investigan la desaparición de dos hermanos para hablarnos sobre el amor, los límites de la fantasía policial y la reformulación del suspense en tiempos de consumo compulsivo. En ese sentido, lo que hace la tercera temporada de 'True Detective' es defender la pausa como método narrativo que funciona a pleno rendimiento, plenamente engrasado, consciente de que cualquiera de sus ingredientes, bien complementado, puede generar una cantidad de ramificaciones que conviertan a la ficción en un ejercicio de tensión constante, incluso en los momentos de diálogo retórico y reflexiones en diferido. El paso del tiempo, tan importante y tan ignorado por la rutina, es el pegamento existencial que emplea Pizzolato para desgranar su propia historia. De alguna manera, la ficción de HBO regresa al oscurantismo de su primera temporada, a veces subrayando demasiado que el tiempo es un arma de doble filo. En medio de semejante dimensión argumental, Pizzolato nos coloca un relato que no sólo es thriller, sino que también le hace caso a la fantasía para reconvertir el suspense policial en un producto donde el miedo tiene su parte del pastel.

El tiempo como argumento y método narrativo

Avanza con cautela, se toma su tiempo para construir la idiosincrasia de unos personajes que crecen recordándose a sí mismos en los peores momentos de su vida, rezando a los santos que les sacaron de la tragedia, recurriendo a su memoria para descifrar un misterio que, como el tiempo, parece irresoluble. Si algo gustó de la primera temporada, fue la sensación de estar viviendo en el epicentro del morbo. No sólo nos impresionaron el plano-secuencia de Cary Fukunaga y los devaneos de Matthew McConaughey, sino también la oportunidad de experimentar el thriller más cringe sobre rituales satánicos y carencias afectivas que había nacido de la televisión en mucho tiempo. Pizzolato readaptó narrativas como la del proyecto de 'La Bruja de Blair' para profundizar en la psicología de unos personajes que eran el reflejo perfecto de todo un universo oscurantista y desolado en mitad del Medio Oeste. En este caso, el macabro crimen tiene lugar en la región de los Ozarks, extendiéndose en el tiempo varias décadas. Wayne Hays y Roland West se topan con un misterio que, evidentemente provocado, se abraza con fuerza al leitmotiv de esta nueva temporada: el tiempo. Ya sea como flashback o flashforward, la serie cae en su propia trampa, y es que, a veces, no sabemos muy bien cómo han podido afectar ciertas decisiones a sus personajes. Por lo tanto, que el personaje de Ali aparezca recordando aquella época con más miedo que nostalgia, no significa que Pizzolato le esté radiografiando, sino que está empleando este recurso como método para que la historia no se vea lastrada por la cantidad de digresiones a las que la somete.

"True Detective"

No se entiende de otra forma que el inspector Hays narre con voz en off pasajes que deberían caer por su propio peso. Sin embargo, si hablamos de cómo el autor juega con la atmósfera para atraparnos, la cosa cambia radicalmente. 'True Detective' es una bomba con una cantidad de detonadores tan grande que se dedica, la mayor parte del tiempo, a explicar lo que hay detrás de todo. Esto, en un primer momento, puede resultar alentador cuando sólo estamos rascando la superficie de un relato que regresa a sus raíces y recupera los elementos tenebrosos para una mejor causa. Cuando sólo queremos la más turbia de las aguas. No obstante, una vez sabemos qué rollo llevan los que nos están mirando a los ojos a través de la pantalla, nos deja ciertamente fríos el descubrir que no hay un recurso esclarecedor, sino decisiones que van oscureciendo gradualmente a nuestros personajes y manipulando las diferentes líneas temporales. En cualquier caso, esta confusión, fruto de las expectativas y de haber visto únicamente los cinco primeros capítulos, no debería ser la hoja de ruta final de esta historia. De serlo, estaríamos ante una tercera temporada que se alinea con las claves del éxito televisivo en estos nuestros tiempos (amor, muerte y realidad, tres puntas de un triángulo suicida) para acabar en el mismo lugar que su predecesora.

Lo mejor: La distancia irónica con la que se disfruta el morbo de una historia tan cruel.

Lo peor: Ciertas sobre-explicaciones que habría sido mejor dejarlas fluir en imágenes.