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CRÍTICA

(Im)perfecta 'Patria': Aciertos y errores de una adaptación demasiado literal que triunfa en su costumbrismo

Con la serie completa en HBO España, analizamos lo positivo y lo negativo de la serie creada por Aitor Gabilondo.

Por Javier Pérez Martín 11 de Noviembre 2020 | 16:13

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¡Cuidado, SPOILERS!

*Este artículo desvela detalles de 'Patria', que ya está disponible al completo en HBO España.

Lo malo de escribir sobre series que aún no se han estrenado, a pesar de que a veces los periodistas ya hayamos visto algunos episodios, es que no podemos decir prácticamente nada sobre ellas. De ahí que en nuestro artículo previo al estreno de 'Patria' nos quedásemos en la superficie y nos limitásemos a celebrar que una serie tan buena existiera. Y lo cierto es que 'Patria' no solo es buenísima: es una de las series del año que han hecho que la ficción española dé un paso adelante en términos de relevancia y calidad narrativa, ya no solo técnica. Pero por ello también tenemos que juzgarla con mayor severidad y comentar los aciertos y errores de una serie a la que, por la ambición de su propuesta y la importancia de su contenido, debemos exigirle más que a la mayoría.

'Patria'

Muchas de las conversaciones sobre 'Patria' van más allá de la serie, primero porque esta ficción de Aitor Gabilondo es la adaptación de una novela que fue fenómeno de ventas, pero sobre todo porque habla de una historia, la del terrorismo y el conflicto vasco, que afectó a todo el país durante décadas. Por ello la serie ha sido objeto de críticas por todos lados: los que la acusan de blanquear el terrorismo, los que dicen que es una obra equidistante y los que opinan que simplifica un conflicto muy complejo para convertirlo en un enfrentamiento maniqueo entre buenos y malos. La novela de Fernando Aramburu ya se enfrentó a todas estas lecturas, que tienen más que ver con el ojo del lector, y ahora espectador, que con el texto en sí mismo: por lo general 'Patria', la novela y la serie, aborda con libertad, valentía y honestidad una situación que tuvo víctimas como el Txato, verdugos, cómplices y muchos daños colaterales.

El posicionamiento de la serie de Gabilondo es claro: está con las víctimas, encarnadas en estas dos familias que se ven afectadas, cada una a su manera, por la banda terrorista. Pero tiene algunas excepciones algo problemáticas, sobre todo el retrato de la violencia policial. De un lado tenemos los atentados que Joxe Mari lleva a cabo a lo largo de la serie, que están contados con naturalismo, mostrando una violencia seca perpetrada por un personaje que tiene dudas y remordimientos pero los acalla por su compromiso con lo que él cree que es una lucha justa (qué bien está Jon Olivares en la construcción silenciosa de esta dicotomía). Pero estas escenas contrastan con las que muestran la actuación de las fuerzas del orden. Tanto el registro de la casa de la familia de Joxe Mari como el control de carretera al que son sometidas Nerea y sus amigas retratan a los policías como villanos estereotipados; no son personas sino recursos dramáticos para infligir miedo y dolor en los protagonistas. Los actores interpretan estas escenas con violencia y dureza; la música de Fernando Velázquez, por lo general suave y contenida, genera una sensación de amenaza.

'Patria'

Todo esto se acentúa en el episodio en el que Joxe Mari es arrestado y torturado, una parte del conflicto vasco que sabemos que ocurrió pero que recibe un tratamiento muy distinto al resto de la serie. Cambia totalmente el tono, de costumbrismo naturalista a película de Hollywood. Está claro que en una democracia nadie debería recibir ese trato por parte de las fuerzas del orden, pero en ese momento 'Patria' parece sentir más pena por el etarra que por todas sus víctimas que no son el Txato, a las que siempre vemos de lejos o durante pocos segundos antes de ser asesinadas. (Aunque es cierto que hay "brocha gorda" en los dos bandos. En el otro lado hay tres personajes totalmente villanizados y que no tienen humanidad alguna: el cura don Serapio, el dueño de la herriko taberna, Patxi, y el empleado del Txato que le odia y ayuda al comando Oria, Andoni.)

Aunque plantea problemas de coherencia tonal, este es un debate político y debería ser ajeno a la serie. Lo mismo ocurre con el que para muchos es el gran fallo de 'Patria': la ausencia del euskera. La verdad es que no tiene sentido que se hable en castellano constantemente, y resulta especialmente contradictorio, incluso ridículo, cuando algunos personajes insisten en lo importante que es el uso del idioma para la supervivencia de esa identidad que llegan a defender con bombas. Pero es un dilema sin respuesta fácil y los creadores han optado por tomarse una licencia comercial, quizá la única que tiene una producción que no ha recurrido a actores famosos, no ha rebajado la dureza de su contenido ni ha simplificado sus guiones para hacerla más accesible. Por otra parte, la propuesta de algunos de hacer que al menos los personajes más radicales hablaran euskera conllevaría consigo el peligroso e incorrecto mensaje implícito de que es un idioma que solo hablaban los defensores de ETA. Es preferible no separar a los personajes en dos bandos en base al idioma que hablan. Sí hay momentos en los que alguien dice algunas palabras en euskera, como cuando Joxe Mari le coge el teléfono a Miren en la cárcel y un funcionario corta la llamada para decirle que hable en español, por lo que es deducible que en realidad los personajes están por lo general usando el euskera, solo que el espectador no lo percibe así.

Es algo que 'Patria' hace mucho: confiar, quizá demasiado, en que la audiencia rellenará los huecos. Es una adaptación fiel, lo cierto es que demasiado literal, y en su empeño por trasladar la novela de Aramburu palabra por palabra a los guiones, Gabilondo replica y simplifica algunas tramas de los hijos: el viaje de Nerea a Alemania, la novia enfermera de Xabier, la vida de Gorka lejos de su familia... Lo que eran historias completas en el libro aquí se convierten en retazos, pinceladas que sirven como guiños al lector pero no terminan de funcionar por sí mismos. Es imposible plasmar al completo una novela tan larga, que cuenta muchas tramas a lo largo de varias décadas, en una serie de ocho episodios. Además Gabilondo copia la estructura de tiempo circular, o más bien de espiral, que tenía la novela: hay varios momentos que vemos en repetidas ocasiones, en teoría desde puntos de vista distintos, pero de nuevo el problema radica en que lo que funcionaba escrito, en la pantalla pierde fuerza, y la repetición constante del asesinato del Txato no está tan justificada.

'Patria'

Y la muestra más acusada de esto está en quizá el mayor patinazo de la adaptación de Gabilondo: el personaje de Miren. Esta es una serie que exige entender a unos personajes que actúan constantemente de forma errática guiados por el dolor y el miedo: el silencio de Joxian, la huida hacia adelante de Nerea o la tristeza autoimpuesta de Xabier son comportamientos que requieren empatía y perdón por parte del espectador. Pero el viaje de Miren, esa mujer que se autoinmola para defender a su hijo, a quien perdona todo mientras se aleja de todos los que le rodean, está basado únicamente en un sentimiento tan universal como abstracto: el ciego amor de una madre. Algo que todos reconocemos, al menos porque todos somos hijos de alguien, pero que en la ficción se queda corto para explicar a un personaje tan antipático y cruel. En la novela al menos conocíamos su lógica interna, que a veces resultaba aún más monstruosa por lo explícita que era, pero daba consistencia a la evolución de Miren. En la serie el guion no alcanza a dar sentido a un cambio que se muestra como drástico y repentino, y que convierte a una señora normal en la mayor defensora de los actos de ETA. Solo la salva la interpretación de Ane Gabarain, que refleja el cambio de Miren en su cara y le da una humanidad y un dolor a un personaje que sobre el papel es implacable y tremendamente injusto.

Por otro lado, Joxian es uno de los grandes beneficiados de la adaptación, un personaje muy secundario en la novela que se convierte en el protagonista de algunos de los momentos más emotivos de la serie. Su silencio y su miedo, tanto a ETA como a su mujer, y su amistad con el Txato sirven para retratar una de las facetas más dolorosas de este drama: la complicidad y la culpabilidad de los que no se atrevieron a luchar contra la injusticia.

Lo que 'Patria' requiere, además de empatía, es paciencia, porque la redención de Miren llega al final: cuando se derrumba al ver que toda su familia ha pedido perdón a Bittori y pide explicaciones a San Ignacio con un monólogo demoledor. Ahí entendemos finalmente que Miren está cumpliendo, como todos los personajes, su propia condena, una que se ha autoimpuesto para acompañar a su hijo de alguna forma. La libertad vendrá cuando consiga desprenderse del odio que la ha paralizado, algo que empieza con ese pequeño gesto, frío y escueto, que es el abrazo con el que acaba la serie. Un momento contenido, muy norteño, en consonancia con el resto de la propuesta.

'Patria'

El triunfo del costumbrismo y el mejor reparto del año

Ese es el mayor hallazgo de Aitor Gabilondo: el costumbrismo supremo que rezuma 'Patria', un realismo detallista y sobrio que impregna casi toda la serie y que se había perdido en la ficción televisiva de las últimas décadas, y que irónicamente se apoya de forma esencial en el delicioso acento de los personajes a pesar de la ausencia del euskera. La realización y la puesta en escena son prácticas y sencillas, como el espíritu vasco que la serie pretende plasmar, y por lo general no buscan crear imágenes efectistas (con la excepción del icónico paraguas rojo, que ilustra la portada de la novela y es rescatado en el último episodio contrastando con los escenarios fríos y grises de la serie). Si las otras dos grandes series españolas de la temporada, 'Veneno' y 'Antidisturbios', son ejercicios de estilo de sus respectivos autores, los Javis y Rodrigo Sorogoyen, el trabajo que hacen Gabilondo y los directores Félix Viscarret y Óscar Pedraza en 'Patria' es justo el contrario: desaparecer. Ellos están al servicio de la historia y están ahí para que brillen otros aspectos: la ambientación exacta de Juan Pedro de Gaspar y los elaborados diseños de maquillaje, peluquería y vestuario de Karmele Soler, Sergio Pérez Berbel y Clara Bilbao respectivamente, para recuperar el País Vasco de los 80 y explicar los estatus y evoluciones de las dos familias; la preciosa y nada excesiva música de Fernando Velázquez, que subraya sin redundar; y por supuesto el trabajo de un reparto sin el que la propuesta no alcanzaría su cima.

Elena Irureta y Ane Gabarain son las joyas de la corona, dos mujeres que llevan décadas trabajando en la comedia y en personajes secundarios y que vienen a demostrar que España está llena de actores currantes a los que se les dan pocas oportunidades a su altura. 'Patria' es lo que es gracias a ellas, y este sería su año si no tuvieran muy dura competencia en las actrices de 'Veneno'. Después está Loreto Mauleón, cuya Arantxa es el personaje más sufridor de la historia y que hace un trabajo, físico y emocional, desgarrador. Susana Abaitua, Eneko Sagardoy, Iñigo Aranbarri, Jon Olivares y los dos padres, José Ramón Soroiz y Mikel Laskurain, todos ellos ponen su parte de verdad, talento y entrega para que este sea el mejor reparto de 2020 y compensan esas mellas de un guion demasiado pegado al material original y que a veces no hace justicia a los personajes.

'Patria'

Todas esas imperfecciones emborronan pero no anulan un resultado excepcional, y el primer producto realmente relevante que ha hecho HBO España hasta ahora. Además de ser elegantemente sobria y afortunadamente contenida, 'Patria' es una de las series más profundamente emotivas que se han hecho en este país, y eso se debe a todas esas conversaciones que está dispuesta a plantear. Al igual que la novela, pretende retratar una historia que sucedió, aunque no sea la única, enmarcada en una tragedia que sufrieron muchos y cuyas heridas siguen abiertas. Porque sucedió hace muy poco, pero también porque no se habla sobre ello: el terrorismo, ETA y sus motivaciones políticas han sido tabú en este país durante mucho tiempo, incluso después del alto el fuego que la banda llevó a cabo entre 2010 y 2011. La novela de Fernando Aramburu y ahora esta serie ayudan a que hablemos de ello y quizá así empiecen a sanar las heridas. Como ese abrazo irreprimible de Bittori y Miren, es un gesto conciliador en un país que sigue dividido.

Nota: 8

Lo mejor: Su costumbrismo detallista y su gran reparto

Lo peor: Peca de ser una adaptación demasiado literal

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