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BACK TO THE 80'S

Oda a 'The Last Days of Disco', la nostálgica carta de amor de Whit Stillman al fin de una era

El cierre de la trilogía de los yuppies que comenzó con 'Metropolitan' y 'Barcelona' cumple veinte años.

Por David Pardillos Rodríguez 5 de Noviembre 2019 | 09:40

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Años 80, Nueva York. En una discoteca cualquiera dos chicas bailan al ritmo de Chic y su 'Everybody Dance' cuando una de ellas posa su mirada sobre un chico que acaba de entrar en el club. El chico llega hasta el centro de la pista y se acerca hacia ella. Ambos parecen esquivar la mirada del otro, pero cuando lo hacen se sonríen y, sin mediar palabra, comienzan a bailar fundiéndose en uno. El espectador no sabe que un viejo amor acaba de resurgir, pero puede intuirlo con solo ver moverse a Chloë Sevigny y Robert Sean Leonard.

'The Last Days of Disco'

Hay algo en el cine de Whit Stillman que hace que todo parezca demasiado fácil, demasiado simple. Dos personas se encuentran, comienzan a hablar y al cabo de un rato terminan desvelando sus sentimientos más recónditos. Rara es la vez que la conversación no empieza con alguna anécdota o historia absurda, pero también que el diálogo desemboca en un tema mucho más profundo que de alguna manera le ha pasado a cualquiera. Como sucede con buena parte del cine de Woody Allen, es casi como acudir a la consulta de un psicólogo, pero de una manera mucho más divertida y económica.

'The Last Days of Disco' es el cierre de una trilogía espiritual centrada en los yuppies (los jóvenes americanos de clase alta) que tiene como nexo común los años 80. En el film se cruza el retrato de la sociedad americana más burguesa y erudita de 'Metropolitan' con la trama conspiratoria que formaba el núcleo de 'Barcelona'. Y, al igual que en su ópera prima, sitúa la acción prácticamente en una única localización, el club nocturno regentado por Alice (Chloë Sevigny) y Charlotte (Kate Beckinsale).

Dos mujeres con el control de sus vidas

En la película conocemos a las protagonistas por lo que dicen pero también por lo que callan y, sobre todo, por cómo se comportan una vez entran al club. Fuera de la discoteca Alice es una joven cínica y un tanto insegura, a la que no le ha ido demasiado bien en el amor pero que aún no se ha resignado del todo. Charlotte, por su parte, es una mujer que se muestra mucho más hedonista, decidida con los hombres y muy directa con las pocas mujeres que tiene a su alrededor ("Sabes Alice, no soy tan zorra como parezco"). Pero en la disco ambas dejan a un lado sus problemas y son capaces de disfrutar de la noche sintiéndose ellas mismas.

'The Last Days of Disco'

Si el cine se ha encargado de dar una masterclass sobre cómo ligar en una discoteca, casi siempre lo ha hecho desde el punto de vista de un hombre. Por eso es tan curioso que en la primera conversación que Alice y Charlotte mantienen en el club sobre si forzar las cosas y entrar a dos chicos, esta última deje claro algo que repetirá más tarde: "Es muy importante que tengamos el control de nuestros destinos". Y es éste un mensaje que se repite durante la película, incluso cuando parece que la relación entre ambas se resquebraja o que los personajes masculinos comienzan a acapararlo todo. No se trata de discernir si Whit Stillman estaba ejerciendo como un director feminista o no hace veinte años, sino de que concediera a dos chicas muy diferentes la oportunidad de contar sus historias de amores y desamores pero siempre con ellas al mando de estas relaciones, nunca de manera dependiente. De hecho, esto es algo que escenifica muy bien Stillman colocando a las dos protagonistas en lo alto del club a través de sendos contrapicados en contraste con los hombres.

La belleza de lo imprevisible

Comenzar una conversación intentando explicar por qué Disney transmitió un deprimente mensaje con 'La dama y el vagabundo', disertar sobre la fábula de la liebre y la tortuga o incluso intentar argumentar que Bruto fue un buen amigo de Julio César (a pesar de apuñalarlo por la espalda). En el cine de Stillman cualquier detalle nimio es bueno para iniciar una conversación, pero resulta imposible saber de qué manera acabará. Hay incluso una conversación metacinematográfica sobre la propia historia de los yuppies o de cómo la música disco es prejuzgada en base a 'Fiebre del sábado noche'. Cualquiera podría pensar que esto es vulgar o demasiado obvio, pero es el mensaje de socorro de un director hacia una clase social no tan bien vista pero no por ello menos interesante de filmar.

La belleza de lo inesperado también tiene sus inconvenientes en 'The Last Days of Disco', y uno de ellos es cuando el director y guionista quiere complicarse intentando integrar la investigación policial del club nocturno en la historia de Alice y Charlotte, que transcurre por unos senderos muy distintos. No obstante, este hecho solo se explica como una pequeña licencia histórica en su guiño al verdadero club de disco en el que pasó buena parte de sus noches de joven, Studio 54. Una discoteca archiconocida y frecuentada por estrellas de la talla de Madonna, Elizabeth Taylor, John Travolta o Sylvester Stallone, pero que cerró cuando los dueños fueron culpados de evasión fiscal.

'The Last Days of Disco'

El recuerdo imborrable de aquellos días

Sin ser ni mucho menos el club de 'The Last Days of Disco' una copia exacta del Studio 54, la película sí logra captar el ambiente de la época y, sobre todo, la cultura de discoteca que ebullía en aquella época. Una cultura que, a pesar de haber cambiado de música, aún sigue latente; desde su elitismo en la entrada hasta su desenfreno en los momentos cercanos al cierre. Stillman, de la misma manera que no tiene reparos a la hora de encomiar la figura del yuppie, opta por idealizar un entorno que fue testigo de un sinfín de actividades ilícitas pero que en la película es un lugar idílico donde todos conviven en armonía, la fantástica ciudad de Oz a la que homenajea a través de los disfraces de sus personajes.

Porque, ante todo, 'The Last Days of Disco' es una nostálgica carta de amor a una época lejana en el tiempo pero que aún muchos no han podido superar (entre ellos el propio Stillman). Un disco de vinilo guardado con mucho cariño y que solo suena en ocasiones especiales. Un recuerdo imborrable de aquellos maravillosos días que cayeron en el olvido pero nunca se fueron del todo. Porque puede que los clubes de ahora hayan cambiado el repertorio musical, pero como dice uno de los protagonistas: "La música disco nunca acabará, vivirá en nuestras mentes y corazones. Fue demasiado grande y divertida como para morir".