Los bárbaros

Un grupo de jóvenes de un barrio periférico, desencantados por la falta de horizontes y la precariedad de su día a día, transforma un edificio en construcción —cuya obra ha quedado paralizada— en un refugio improvisado, donde establecer su nuevo hogar al amparo del cemento y las estructuras inacabadas.

En ese esqueleto de hormigón, aislado del ritmo frenético de la ciudad, encuentran un tiempo suspendido y la posibilidad de inventarse otra forma de vida. Alejados de las exigencias del mundo exterior, tejen una convivencia irregular pero sincera, marcada por la apatía, la imaginación y el deseo de pertenecer a algo, aunque sea transitorio están justo donde quieren.

Entre juegos, silencios y rutinas compartidas, empiezan a delinear una identidad colectiva que nunca habían tenido. Sin embargo, cuando meses después la obra se reanuda, se ven obligados a abandonar ese espacio que, por un instante, fue suyo. Lo que había sido un territorio de libertad se disuelve sin dejar huella, como si nada hubiera ocurrido.

Pero bajo la superficie, en algún rincón de su memoria, algo de aquella experiencia persiste: el eco de una comunidad improbable que supo, por un tiempo, existir al margen, un lugar al que regresar, aunque solo sea mediante el recuerdo de una vida pasada.