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CRÍTICA

'Competencia oficial': Feria de las séptimas vanidades

Mariano Cohn y Gastón Duprat dirigen una sátira del mundo del cine y la locura de la profesión de la interpretación.

Por Luisa Nicolás 25 de Febrero 2022 | 10:00

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"Manuel, mi personaje, no existe. Pedro, el de él, tampoco, son de tinta negra sobre papel blanco". 'Competencia oficial'.

¿De qué hablamos cuando hablamos del Ego? Según la RAE, esa institución que controla nuestra lengua, el EGO tiene dos definiciones: para el psicoanálisis es la instancia psíquica parcialmente consciente que se reconoce como yo; pero coloquialmente es un exceso de autoestima. En su nueva película, 'Competencia oficial', los cineasta Mariano Cohn y Gastón Duprat no están en absoluto interesados en definir qué es, sino en cómo lo manejamos. Y no nosotras, personas comunes y corrientes, sino las superestrellas, los y las artistas, esas personas que mientras algunas nos ocupamos de juntar palabras, atender comercios, levantar paredes, limpiar o curar; se dedican a crear historias, a transmitir sentimientos, a entretenernos e inspirarnos. Y es que ante los focos, los aplausos, sobre las alfombras rojas y en las entregas de premios, con todo el glamour que aparentemente rodea a la industria de los sueños, parece difícil, si no imposible, no caer en la frivolidad, bajar los pies a la tierra y entender el arte, o al menos el cine, como un trabajo más.

En este ejercicio de (¿auto?)crítica que se han marcado los directores de 'El ciudadano ilustre' y 'Mi obra maestra', Cohn y Duprat han usado para el guion algunas de las situaciones más ridículas que han vivido a lo largo de su carrera sus auténticos protagonistas, Penélope Cruz, Antonio Banderas y Oscar Martínez, por supuesto llevadas a la sátira y la exageración, desmitificando o desromantizando el proceso creativo y la construcción actoral. ¿De verdad tenía Stanley Kubrick que traumatizar a Shelley Duvall hasta la crisis nerviosa para que interpretase a una creíble Wendy Torrance en 'El resplandor'? Se cuenta que la aisló del resto del equipo, que la asustaba constantemente, la insultaba hasta las lágrimas y prohibía a todo el mundo consolarla. Todo por el arte. Lo que 'Competencia oficial' nos presenta son tres personas preparando una película, pero no cualquier película, la mejor de las películas, y parece que eso tiene un precio. Lola Cuevas (Cruz) es la directora del momento, Félix Rivero (Banderas) es una estrella de Hollywood adorada por el público y la taquilla; e Iván Torres (Martínez) es un actor de prestigio, de teatro e introspección. Tres personas muy diferentes con un mismo objetivo: crear algo brillante y ser los que más brillen en el camino.

'Competencia oficial'

Aunque no hay duda de que estamos en una de esas películas que retratan el cine dentro del cine, 'Competencia oficial' transcurre casi en su totalidad en los ensayos previos a un rodaje, los momentos de mayor libertad para el equipo creativo, donde experimentar y probar hasta dar con la emoción correcta en el tono exacto. Por suerte Lola no es como Kubrick (ni como Alfred Hitchcock, Michael Bay o David O. Russell, por poner más ejemplos), sus métodos se acercan más al arte conceptual que a la tortura, a la manipulación y el engaño que al castigo, a la mala leche que a la crueldad. Tan excéntrica como la enorme peluca rizada que lleva Cruz, las pretensiones artísticas de este personaje se igualan y se ridiculizan al mismo nivel que las de sus compañeros actores, el del ego vanidoso y narcisista que busca el cariño del público y el otro de orgullo digno que ansía, en realidad, exactamente lo mismo: éxito y reconocimiento. Duprat y Cohn no distinguen buenos y malos, ni mejor ni peor dentro de una industria impostada que disfraza con ambiciones elevadas sus fines comerciales. Un poco como esta frase.

Con un humor ácido e irreverente que ya caracteriza su filmografía, Cohn y los dos Duprat, porque el guion también lo firma el hermano de Gastón, Andrés Duprat; apuestan por una comedia elegante, que aunque sea muy física (ese Banderas descargando a gritos antes de ensayar o Cruz comiéndole la boca a Irene Escolar), esconde sus mejores chistes, en la sutileza. 'Competencia oficial' busca a un público inteligente que entienda que todo esto no es más que una exageración despiadada de las chorradas e imposturas de la industria, por supuesto sin despreciar el enorme esfuerzo que requiere hacer una película, económico y material, pero también emocional para los artistas. Lo malo es que en conjunto, esta estructura tan entregada a los gags acaba resultando insustancial, sin otra reflexión más profunda que ofrecer. El resultado es complaciente, es verdad que no con la profesión, pero sí con un público deseoso de que le confirmen que si no entiende o no le gusta una de esas películas carne de festival que adora la crítica, no es que ellos sean tontos, es que todos los demás son unos pretenciosos.

'Competencia oficial'

Evento nacional

No tengo claro si a propósito o sin querer, la película, al igual que aquella que parodia, se sustenta sobre los grandes nombres de sus actores: Martínez, que ya trabajó con los directores en 'El ciudadano ilustre' y por la que consiguió su Copa Volpi en el Festival Internacional de Cine de Venecia; y Banderas y Cruz, que protagonizan juntos por primera vez una cinta, aunque hayan compartido metraje en dos películas de Pedro Almodóvar: 'Los amantes pasajeros' y 'Dolor y gloria'. Que dos de nuestros ¿tres? intérpretes más reconocidos a nivel internacional se enfrenten cara a cara en este tremendo duelo de vanidades ya es todo un acontecimiento para el cine español, pero también un gran reclamo. Para sorpresa de nadie, los tres salen airosos de este juego de autoparodias, en el que se les da espacio de sobra para lucirse y explorar sus dotes cómicas, pero por suerte con la suficiente contención para no llegar a la caricatura y sí quedarse en una visión descarnada, y esperemos exagerada, de lo que imaginamos es el star system y el pomposo séptimo arte. Eso sí, la partida la gana Banderas, probablemente de los tres el que ha estado más expuesto mediáticamente y cuya carrera real percibimos más simétrica ante el espejo de su homónimo en pantalla.

Allá por marzo de 2020, la pandemia del COVID-19 obligó a parar el rodaje de 'Competencia oficial' y a su regreso seis meses después se quedaron por el camino escenas con extras o secundarios que pudiesen comprometer un sistema de trabajo ahora sometido a estrictas medidas sanitarias. Así pues, el puñado de secundarios que vemos en pantalla es muy reducido y entre ellos apenas encontramos a José Luis Gómez, Irene Escolar, Manolo Solo, Pilar Castro, Koldo Olabarri y Nagore Aramburu. Pero eso ha dejado, como decía antes, a sus protagonistas espacio de sobra para conquistarnos, tanto en minutos (roza las dos horas de duración) como físico, gracias a una estilizado y grandilocuente espacio escénico de hormigón y cristal escrupulosamente asimétrico, obra de la fotografía de Arnau Valls Colomer y el diseño de arte de Alain Bainée.

'Competencia oficial'

Vistosa y acertada, 'Competencia oficial' es una película sobre egos enfrentados, envidias, celos y sobre el fraude de toda una profesión, la de los artistas tratando de hacer algo más importante que la vida misma. La pena es que su forma se acaba pareciendo demasiado a una sucesión de sketches, muy inteligentes y divertidos, pero sketches a fin de cuentas, sobre el cine y el trabajo actoral, con una tesis que se repite hasta la saciedad en cada escena. Alejándose de la comedia de brocha gorda, sí que provocará las risas dentro de la industria al sentirse reconocidos/as, y fuera con el morbo que da ver ridiculizado eso tan místico y trascendental que conocemos como arte, a ver si nos damos cuenta de que el brillo de la fama proviene de fluorescentes tan comunes como los de tu cocina.

Nota: 7

Lo mejor: Sus personajes y su falta de vergüenza.

Lo peor: Tiene ciertos problemas de ritmo y consistencia.