å

CRÍTICA

'Madre': Madre mía Sorogoyen, bájale

Rodrigo Sorogoyen convierte su cortometraje nominado al Oscar a un largo emocional y perturbador que cambia por completo su esencia y tono.

Por Luisa Nicolás 15 de Noviembre 2019 | 18:00

Comparte:

¡Comenta!

La pasada edición de los Premios Oscar, los de 2019, tuvieron una única producción española a competición: el cortometraje 'Madre' de Rodrigo Sorogoyen. En solo 19 minutos, un único plano secuencia, una habitación y una llamada de teléfono, Sorogoyen plantea dos relaciones materno-filiales en un oscuro thriller psicológico. Misterio y suspense entre Madrid y Francia cuando Elena asiste, impotente, a través del móvil, al momento en el que su hijo de 6 años está solo en la playa y un hombre se acerca a él... Además de llamar la atención de la Academia americana, en España se llevó el Goya al Mejor Cortometraje y el Premio del Público en el Festival de Málaga, un éxito que ha lanzado la producción de este largometraje, que, sin embargo, abandona ese tono de tensión asfixiante para incurrir en la melancolía y la psique de una madre sin hijo, una mujer que no puede dejar ir algo que ya ni siquiera tiene.

Este corto, íntegro, se convierte en la primera escena de la película, una continuación de la historia de Elena que lleva 10 años viviendo y deambulando por la misma playa donde desapareció su niño. Tras esta elípsis temporal, Sorogoyen e Isabel Peña, coguionista habitual, componen una historia intimista que se aleja de sus últimos trabajos, mucho más nerviosos, violentos o políticos como son 'Que Dios nos perdone', 'El Reino' y la propia 'Madre'; para hablarnos, simplemente, aunque no es poca cosa, de la debacle emocional de una mujer.

'Madre'

Una película de una sola actriz

La cámara rara vez se separa de Elena, tratando de resolver el porqué de sus acciones y los conflictos internos que se arremolinan en su mente, añadiendo cada vez más y más preguntas que no encuentran respuesta. Es casi imposible entender a Elena, su bloqueo y su dolor, pero se hace palpable, real, en el increíble trabajo de Marta Nieto. Suya es la responsabilidad de llevar toda la carga emocional de la película y su trabajo es tan bueno, tan sutil, tan profundo, tan intenso, tan fracturado, que evidencia el resto de carencias de la cinta.

El cambio abrupto de tono e intenciones entre las dos producciones es cuanto menos desconcertante. Después de la tormenta siempre llega la calma y tras aquella llamada que de golpe destruye toda una vida solo queda una enorme sensación de vacío, 'Madre' languidece y vaga por los majestuosos paisajes de la costa francesa como lo hace su protagonista, sin tener aparentemente un rumbo fijo o un destino cierto, transitando por su desolación.

La aparición de Jean, un chico que se parece mucho a su hijo y tendría su misma edad, sacan a Elena de su catarsis emocional. Se establece entre ellos una relación insólita que acaba tomando un rumbo turbio e incómodo, que, como ya decíamos, no busca que comprendas o compartas, pero sí que de alguna forma aceptes como la redención de una madre que tiene que dejar de serlo. El suspense que la 'Madre' de 2017 construía con el fuera de campo, deja paso en 2019 a la constante sombra de la duda, jugando con las expectativas de la audiencia, con la incertidumbre de una mirada que se va distorsionando, planos que se cierran sobre las manos, el pelo, los labios de un adolescente, mientras ella sigue perdida en un duelo infinito y cada vez más incierto.

'Madre'

La naturaleza de la extraña relación que surge entre Elena y Jean, interpretado con gran carisma por el joven francés Jules Porier, no está nada clara: ella se reconforta proyectando sobre él a su hijo Iván mientras sus sentimientos se mezclan con el de un amor más inocente, sin la devoción paternalista de su bienintencionado novio (Àlex Brendemühl); él coquetea con ella como mujer y también con la idea de un adulto diferente a sus padres que le mira con interés y fascinación. No queda claro, al menos hasta el final, qué buscan estos personajes y tampoco parecen saberlo ellos, solo queda patente que su relación, de alguna forma funciona. Pero si no fuese por Marta Nieto, tanta dualidad, emociones contenidas e incógnitas sin resolver serían aún más pesadas de digerir.

La dirección, nada caprichosa y siempre presente, narra a través del encuadre (como en ese doloroso encuentro con el padre de Iván), con enormes panorámicas que ahogan y planos cortos que encierran muchas dudas y secretos. Visualmente, cuida cada plano con movimientos circulares, tiempos muy largos de ritmos pausados y austeridad sonora, un drama psicológico que se cocina a fuego lento, muy lento. Sin embargo, está tan centrado en su parte estética, en su fondo transgresor pero trillado y en perturbar al espectador, que era muy difícil lograr una conclusión satisfactoria y, quizá, habría sido más coherente un final menos evidente aunque, como todo lo que rodea a 'Madre', tampoco sea explícito en cámara.

Pero si el camino es más que correcto, componiendo una atmósfera incómoda para la audiencia, pero completamente natural para sus personajes; el tramo final se adentra en un territorio confuso, empujando el duelo de esta mujer hasta estirar los límites y quebrar la ortodoxia de la maternidad. La película no da respuestas a nada, ni siquiera al destino de Iván, por eso probablemente este final tan recargado de emociones y sentimientos que parecen a punto de explotar es demasiado, es innecesario y ni siquiera siente auténtico. En serio, Sorogoyen, bájale.

Nota: 6

Lo mejor: Marta Nieto, de eso no hay duda.

Lo peor: El cambio radical de tono y el rumbo tan incómodo y provocador que toma.