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CRÍTICA

'Saint Maud': Quiero ser Santa

Crítica de 'Saint Maud', terrorífica propuesta firmada por Rose Glass. En cines a partir del 23 de diciembre.

Por Javier Parra González 23 de Diciembre 2020 | 09:45

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Entre 1968 y 1976, directores como Roman Polanski, William Friedkin y Richard Donner dieron forma a la que sería la trilogía satánica por excelencia, compuesta por 'La semilla del diablo', 'El exorcista' y 'La profecía'. A través de ellas, nos adentrábamos en los espacios más oscuros de la fe, sirviendo como reverso tenebroso a los preceptos del cristianismo, donde se hacía presente la figura del demonio en todo su esplendor: primero como objeto de culto y fecundadora en el interior de la pobre Mia Farrow, segundo cual toma del cuerpo de una joven Linda Blair, y por último como absoluta encarnación bajo el nombre del pequeño Damien.

Saint Maud

En esa línea que enmarca el género hacia lo que podemos considerar como terror católico, es donde se sitúa 'Saint Maud', el film que supone la ópera prima para Rose Glass, realizadora inglesa con más de una década de trabajo como cortometrajista a sus espaldas, en la cual ha podido ir indagando en ciertos aspectos estilísticos, los cuales plasma en un título en el que Morfydd Clark encarna a la Maud del título, personaje que camina a través de una serie de espacios comunes del terror religioso y del cine que expone los aspectos más turbios de la fe ciega.

Jugando en el campo de ese tipo de terror metafórico, en el que un personaje llevado al límite se enfrentará a un mundo en el que cree estar por imposición divina, la culpa hará presente una serie de castigos autoimpuestos en Maud, sobre quien pesa cierta tradición y simbología de los mártires eclesiásticos, y cuya verdadera redención llegará a través del castigo físico.

Saint Maud

Castigo divino

Teniendo en cuenta esos ejemplos ya citados en los que el demonio se hacía presente, el terror católico como tal toma, forma a raíz del monólogo interno y la flagelación a la que sus instintos incontrolables le harán someterse. En esta ocasión, esos deseos que hay que reprender no son otros que la pulsión sexual sentida para con su nueva paciente, a quien interpreta Jennifer Ehle.

La actriz se mete en la piel de Amanda, una estrella de la danza en el pasado que ahora necesita de cuidados diarios por culpa de la enfermedad terminal que la está abocando al abismo de la muerte. Autoproclamada como su salvadora, la joven Maud sentirá cómo sus pensamientos cortocircuitan ante la visión de Amanda como bestia sexual.

Saint Maud

Será en esa concepción del dolor a través del castigo del cuerpo humano, cuando podamos sentir ese horror que se puede desprender de la religión en su estado más violento y oscuro. Ahí es donde, metáforas mediante, se hacen presentes las analogías con otros de esos títulos de ese terror católico. Por lo referente al control de esas pulsiones sexuales, en 1983 Paul Verhoeven adaptaba 'El cuarto hombre', basada en la novela homónima que ponía como protagonista a un detective bisexual cayendo en una espiral de voyeurismo, crímenes y sexo, definida como el primer ejemplo de horror queer católico. En 1999, Patricia Arquette era sometida a un body horror a través de los estigmas de Cristo en 'Stigmata'.

Aquí, y salvando las distancias con cualquier semejanza al body horror, la película transita a por un imaginario donde lo sórdido choca con una estética que puede hermanarse con la de la ' Suspiria' de Luca Guadagnino, y en la que Rose Glass no se corta a la hora de rendir tributo a Ken Russell y 'Los demonios', siendo a partir de su propia lectura de esta por lo que el verdadero horror católico que plasma 'Saint Maud' cobra sentido.

Nota: 8

Lo mejor: Existe una voz con la suficiente fuerza detrás, como para poder tenerla en cuenta para el futuro más próximo en el terror. Con metáforas o sin ellas.

Lo peor: La sensación de que estamos ante una repetición de arquetipos y situaciones que ya hemos visto en otros sitios.

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