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CRÍTICA

'El teléfono del viento': Las lágrimas que sanan el alma

Crítica de 'El teléfono del viento', dirigida y escrita por Nobuhiro Suwa. Protagonizada por Serena Motla y Hidetoshi Nishijima. Mostrada en la sección Albar del FICX 2020 y el D'A Film Festival 2021.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 25 de Junio 2021 | 09:20
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Japonés de nacimiento, francés de corazón, el cineasta Nobuhiro Suwa se ha erigido como uno de los cineastas internacionales más prolíficos del panorama actual. Tras haber rodado en Francia sus tres últimos largometrajes ('Una pareja perfecta', 'Yuki y Nina' y 'El león duerme esta noche'), el realizador regresa a su país natal con 'El teléfono del viento', mostrada en la sección Albar del Festival de Gijón 2020 y en el D'A Film Festival 2021. Un filme que recoge los elementos más característicos de su filmografía, plasmados en una catártica road movie.

El teléfono del viento

Nacido en 1960 en Hiroshima, Suwa pertenece a una generación posterior a la que vivió la tragedia de la bomba nuclear y sus consecuencias más inmediatas. Tras haberse acercado a su propia memoria con 'H Story', en la que homenajeaba a la emblemática 'Hiroshima, mon amour' de Resnais, Suwa ahora mira a otra gran tragedia que ha marcado al Japón actual, el Terremoto y tsunami de 2011, que se saldó con 15.893 muertos, 6.152 heridos y 2.556 desaparecidos. Y Suwa se acerca a esta tragedia haciendo una observación que marca a la cinta y que también sirve para poner en evidencia a la sociedad nipona: la imposibilidad de cerrar heridas en un sistema que busca pasar página ante todo.

Y es ahí donde Suwa pone el foco, creando una road movie que sigue a Haru (Serena Motola), una adolescente que padece el Síndrome del Superviviente, al vivir con su tía en Hiroshima después de que su pueblo, Ôtsuchi, fuese arrasado por el maremoto, muriendo en la catástrofe sus padres y su hermano pequeño. Es el cineasta el que crea el nexo entre Hiroshima y Ôtsuchi, entre ambas tragedias, al situar el inicio del filme en una ciudad y terminarlo en la otra. Simbólicamente, Suwa hace un símil, en el sentido de que el estallido de la bomba nuclear y el tsunami provocaron una reacción social con la que se buscaba pasar página lo más rápido posible, sin pararse a reflexionar y a vivir un duelo, sea individual o colectivo.

El teléfono del viento

Y es ahí donde las heridas no se cierran y donde entra en escena esa travesía personal que inicia Haru después de que su tía sufriera un ictus. En ese viaje, es donde se ve la mano de Suwa, su apuesta por los diálogos improvisados y por interactuar con la realidad, siendo una auténtica road movie que lleva al público de un extremo a otro del país, cuyo trasfondo acaba teniendo el añadido de una serie de personajes secundarios que retratan la actualidad del país, encontrándose Haru desde a un hombre deprimido pasando por una mujer de mediana edad que ha decidido ser madre soltera a su edad -algo atrevido para la sociedad nipona-, sin obviar el machismo y el peligro que puede sufrir la joven solo por el hecho de ser mujer.

Un viaje catártico y una experiencia sociológica. Un nuevo triunfo de Suwa

Entre esos desconocidos fugaces, destacan, por un lado, cómo Suwa plasma la crisis de los refugiados en Japón, situación pocas veces mostrada, viéndose a la precariedad en la que vive una familia kurda y cómo se van adaptando al país de acogida. Por otro lado, está Morio (un magnífico Hidetoshi Nishijima), antiguo trabajador de la central de Fukushima que termina siendo una especie de figura paterna para la joven, especialmente porque conoce de primera mano la tragedia y, como ella, no ha logrado superar el duelo.

El teléfono del viento

Lo curioso, es que su título, tanto en español como en japonés, hace referencia a un elemento que se comporta de forma elíptica en la cinta y que está inspirado en hechos reales. En 2011, Itaru Sasaki colocó una cabina telefónica en un jardín para comunicarse con su primo fallecido. Precisamente tras el terremoto y posterior tsunami de ese año, múltiples personas acuden a la cabina para llorar a sus muertos. Con lo cual, en cierta manera, Suwa les rinde homenaje.

Ese viaje hacia los orígenes para cerrar la herida y despedirse dignamente de los muertos convierte a 'El teléfono del viento' en una magnífica propuesta que vuelve a demostrar la maestría de Suwa como cineasta, al narrar con suma delicadeza el proceso de curación personal de su protagonista y de cómo solo cerrando correctamente el pasado y teniéndolo presente en la actualidad es posible caminar con paso seguro hacia el futuro. Una cuidada joya de autor con la que Suwa hace un regreso triunfal a su país natal.

Nota: 8

Lo mejor: La escena de los refugiados kurdos y el momento en el que Haru llega a la cabina.

Lo peor: Su ritmo pausado exigirá paciencia al público.

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