La carrera de Morgan Freeman está llena de títulos y papeles inolvidables, 'Paseando a Miss Daisy', 'Cadena perpetua', 'Seven'... Ha interpretado a Dios, a Nelson Mandela -con el que siempre se dijo que guarda un gran parecido-, al presidente de los Estados Unidos (varias veces), a sí mismo. Se puede decir que lo ha hecho casi todo, pero aun así, Freeman no planea jubilarse.
El actor está de vuelta en la gran pantalla con 'Ahora me ves 3', nueva entrega de la saga que combina acción e ilusionismo. En ella interpreta a Thaddeus Bradley, mago veterano que pasó de antagonista a aliado entre la primera y la segunda película, y que ahora vuelve como mentor, en un cameo donde nos reencontramos al personaje retirado, viviendo en una mansión con un salón de espejos y la camisa de fuerza de Harry Houdini.
Después de seis décadas dedicado a la interpretación, Freeman admite que ha sentido la tentación de parar definitivamente, hasta que una nueva oportunidad ha hecho que se lo replantee. En este sentido, el actor es totalmente honesto y, sin pelos en la lengua, confiesa que una de las principales motivaciones a la hora de aceptar nuevos proyectos interpretativos, a pesar de acercarse ya a los 90, es el dinero.
"A veces la idea de la jubilación me rondaba la cabeza", reconoce Freeman en una entrevista con The Guardian. "Pero en cuanto mi agente me dice que hay un trabajo, que alguien me quiere o que me han hecho una oferta, todo vuelve a ser como ayer: ¿cuánto vas a pagar?, ¿dónde vamos a estar?".
El accidente que lo cambió todo
Además de la interpretación, Freeman ha dedicado parte de su vida a otra de sus pasiones: la aviación. El actor obtuvo su licencia en 2002 y llegó a tener al menos tres aviones privados, que usaba para viajar de Mississippi, su lugar de residencia desde hace muchos años, a Hollywood.Sin embargo, todo cambió en 2008, cuando su mano izquierda quedó paralizada debido a una lesión nerviosa sufrida en un accidente automovilístico en el que su vehículo dio varias vueltas de campana. Actualmente, Freeman lleva un guante de compresión para aliviar el dolor crónico y favorecer la circulación sanguínea, pero ya no puede pilotar: "Se necesitan las dos manos para volar", reconoce.