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MONSTRUOS MODERNOS

Festival de Cine Alemán: 'Ha vuelto', 'Nosotros los monstruos', 'Yo y Kaminski'

La tercera jornada del Festival de Cine Alemán sorprende con una incómoda comedia sobre Hitler y se queda a medio camino con el drama familiar 'Nosotros los monstruos' y la comedia dramática 'Yo y Kaminski'.

Por Beatriz Bravo García 10 de Junio 2016 | 13:24

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La comedia negra 'Ha vuelto', el drama familiar 'Nosotros los monstruos' y la comedia dramática 'Yo y Kaminski' protagonizan la tercera jornada del Festival de Cine Alemán, que sigue postulándose como una de las ediciones más interesantes hasta la fecha.

Ha vuelto

Ha vuelto

Antes de la película de David Wnendt me costaba imaginar que Alemania pudiera realizar una comedia sobre Adolf Hitler. No es la primera vez que se trata el tema desde la comicidad, ya que en el pasado cineastas como Mel Brooks o Charles Chaplin ridiculizaron al canciller de manera más o menos evidente, pero nunca desde Alemania. De las películas propagandísticas del régimen realizadas por Leni Riefenstahl se pasó a un cine, ya en la modernidad, que se preocupaba por incluir el debate sobre el pasado, encontrando en 'La ola' a su mejor representante, pero la comedia seguía sin tener lugar en ese avance. Parece que ahora el pueblo alemán, o al menos una parte de él, ha superado el pudor que había sobre la acción alemana en la Segunda Guerra Mundial y se ve capaz de valorar productos tan valientes e inteligentes como 'Ha vuelto', el falso documental donde Wnendt nos cuenta qué pasaría si Hitler apareciera en la Alemania actual.

Es muy fácil que este tipo de propuestas viren hacia el mal gusto, pero con 'Ha vuelto' la ironía es tan evidente (al menos durante gran parte de la misma) que es imposible sentirse ofendido. La película sabe que su potencial cómico está en la adaptación de Hitler al mundo moderno y en el impacto que le provoca el cambio de la sociedad alemana respecto a 1945, de ahí que los primeros momentos del filme sean una sucesión constante de gags divertidísimos. Pero lo mejor es que Wnendt no solo utiliza la comedia para ridiculizar el führer sino también para levantar una crítica sobre la incompetencia política de la Alemania actual (el hecho de que Hitler elija "Los Verdes" como su partido político favorito es muy significativo). No se trata, pues, de una película que utilice la comedia de manera inconsciente sino que construye un discurso muy potente desde la ironía.

Wnendt era consciente de que su película llevaría a los espectadores a preguntarse si Alemania ya estaba preparada para una película así y gracias a la estética de (falso) documental el cineasta incluye perfectamente el debate. Desde el fin del régimen nazi el pueblo germano ha vivido para asumir lo que hizo como nación y asegurarse de que no volviera a ocurrir, por ello películas que, de alguna manera triviliazan, toda ese proceso pueden levantar más debate del que ya de por sí incluyen. Aún así en 'Ha vuelto' la cámara adopta una neutralidad muy inteligente, abogando por la confrontación de opiniones y relegando en el espectador la interpretación de lo que ve. El director simplemente no deja nada fuera.

El problema de la película de Wnendt es que pierde toda su fuerza cuando la comedia pasa a un segundo plano. El momento en que la frontera entre la ironía y la verdad se diluye la incomodidad empieza a ser el sentimiento mayoritario en el espectador, que ya no ve justificación a lo que se le está mostrando. El mensaje que subyace sigue siendo brillante, porque al final 'Ha vuelto' nos insta a no bajar la guardia, a seguir estando alerta y a hacer frente al odio que el discurso hitleriano difundía y del que aún hoy encontramos vestigios en la sociedad, pero es cierto que la forma de contarlo ya no resulta lo suficientemente divertida.

Nota: 7

Lo peor: La seriedad que adopta al final

Lo mejor: Su valentía

Nosotros los monstruos

Nosotros los monstruos

La nueva película de Sebastian Ko ('Ladybug') es un drama familiar de manual: Sarah, una joven muy afectada por la separación de sus padres, decide tomar una decisión radical con el fin de llamar la atención de sus progenitores: matar a su mejor amiga. A partir de esa idea Ko construye un thriller basado en la mentira que, a pesar de su interesante propuesta formal, no acierta en la resolución de sus conflictos.

El planteamiento inicial de Ko, aunque no demasiado original, funciona muy bien durante gran parte del largometraje. Encontramos un placer incómodo al observar cómo esta familia desestructurada tiene que hacer frente a las consecuencias morales y prácticas del atroz crimen cometido por su hija, que encarna todos los tópicos del adolescente dolido. A partir de pequeños detalles la película va generando expectación en el público, aunque la espiral de excesos en la que incurre en su tramo final termina por despojar de cualquier interés lo anteriormente planteado. No obstante, la película encuentra un punto muy interesante cuando se aleja del personaje de la hija, dibujado con muy poca sutileza por el director, y se centra en la manera en que sus padres lidian con el problema. Es ahí donde encontramos las reflexiones más interesantes acerca de la naturaleza y la impulsividad humana, unos sentimientos que nos remiten irremediablemente a ese título tan certero de la película.

La propuesta de Ko resulta muy estimulante a nivel visual, donde el cuidado por el enfoque y el fuera de campo ocupan un lugar privilegiado, pero no acierta demasiado en la narración del problema. Dejando a un lado que todo parece estar elaborado a brochazos, el director no termina de aprovechar la buena definición de sus personajes (algo pobres, por otra parte) para hacer un final digno. Y poco importa que todos los individuos de la película nos parezca odiosos, al fin y al cabo son monstruos guiados por el egoísmo.

Nota: 6

Lo peor: La falta de sutileza

Lo mejor: Los conflictos morales que plantea

Yo y Kaminski

Yo y Kaminski

Trece años ha estado Wolfgang Becker sin rodar largometraje alguno, después del éxito mundial de 'Good Bye, Lenin!'. En una cinematografía tan alejada del raquitismo industrial de la española, podría parecer sorprendente un caso como el suyo: y sin embargo, se parece bastante al de Max Färberböck, del que apenas se ha vuelto a saber tras la gran repercusión de 'Aimée y Jaguar' en 1999, y al de Florian Henckel von Donnersmarck, que después del Oscar en 2006 por 'La vida de los otros' solo ha vuelto a firmar una película más, 'The Tourist' (2010).

Sean cuales sean las razones de esta sequía, a tenor de lo que nos ofrece en 'Yo y Kaminski' está descartado que se acerquen ni remotamente al perfeccionismo o a la preparación un proyecto artístico tan ambicioso que le haya consumido más de una década de energía. La nueva película, protagonizada (al igual que su único éxito hasta la fecha) por Daniel Brühl, es fallida en todas sus vertientes. Si abordamos el argumento, Becker es incapaz de hacer confluir los confusas piezas que pretenden hacernos creer que estamos ante una personalidad apasionante, la del pintor que da título al filme, en cuya ceguera (verdadera o falsa) se pretende cifrar la clave de bóveda de su arte; si nos centramos en los personajes, el toque grotesco del que hace gala (hasta la exageración) el periodista que sigue al viejo artista en pos de una redención personal y profesional es impropia de una empresa seria, y sería más adecuada para un programa televisivo de humor fácil; si escudriñamos el ritmo, la película es demasiado corta para resumir (como parece pretender) la historia de las vanguardias y de la pintura en el siglo XX en un solo personaje, anciano y ciego, y demasiado larga como para soportar sus múltiples carencias, sus diálogos impostados y faltos del más mínimo talento literario, y sus palos de ciego con las tramas secundarias; y si analizamos algunas de sus otras vertientes temáticas (la falsa autobiografía, la errónea mitificación de los amores de juventud), vemos que son tratadas con una superficialidad y una ausencia de emoción que difícilmente producen algo más que un desganado encogimiento de hombros. Por último, no dejemos pasar el descuido en la ambientación, con anacronismos como la extraña convivencia entre máquinas de escribir y teléfonos móviles.

Unos resultados tan decepcionantes, que sólo empeoran una vez terminado el tiempo de su visionado e iniciado el de la reflexión, obligan a reevaluar críticamente el nombre que alcanzó este cineasta hace más de diez años, llevado por la ola de interés por la vida en RDA y el buen momento del compositor de su banda sonora, Yann Tiersen. No parece que Wolfgang Becker tenga mucho más que decir en el mundo del cine, y la falta de distribución de su última creación es, quizá, el mayor motivo de esperanza que nos levanta la experiencia de habernos adentrado en 'Yo y Kamiski'.

Nota: 3

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