En la década de los 60, España experimentó cierto cambio respecto a lo que venía viviendo en las décadas anteriores. No porque ganásemos dos veces en el festival de Eurovisión ni porque se iniciaba una periodo donde el Real Madrid no ganó Copas de Europa en 32 años, sino porque se comenzaba a dejar atrás el hermetismo de la época más negra de la dictadura para sumergirse en una apertura paulatina, en busca de que los turistas se sintiesen atraídos por nuestros idílicos paisajes y clima.
Series de televisión como 'Cuéntame cómo pasó' son un buen reflejo de lo que suponían estos cambios para la sociedad. Esta fue una de las mayores y mejores representaciones de una época y generación que se siente un poco más vacía, en lo que a productos audiovisuales hablamos, en comparación con las que les rodean, como el franquismo más duro y la Transición. 'Vírgenes', de Álvaro Díaz Lorenzo, viene a rellenar un poco ese vacío y ese hueco que se siente tan grande. Con Natalia Azahara, Cristina Kovani, Carlos Scholz, César Vicente y Xavi Caudevilla, nos relata el viaje de un grupo de amigos, los ya mencionados, en busca de deshacerse de la virginidad y dejar atrás de ese estigma tan vergonzoso para los jóvenes.
El largometraje es una comedia que busca provocarla a través de distintos elementos y situaciones. Para ello, coloca a unos jóvenes de entornos conservadores, y católicos, en pleno boom turístico, con una Costa del Sol que desprende un aroma distinto al que se vivía en el resto de la península. Casi todos los momentos emotivos de la película, que no son muchos y echamos en falta más, recaen en César Vicente. El personaje del joven actor sevillano es el que se muestra más vulnerable en la cinta y nos deja conocerlo más en profundidad: su historia, sueños y miedos.
Esto provoca que su actuación nos termine atrapando más que la de los otros compañeros, a excepción del de Natalia Azahara, quien da vida a Carmen, una persona con un marcado carácter, que es persuasiva, inteligente y que difícilmente se amilana con algo, convirtiéndose en la gran robaescenas de la película.
El resto del reparto cumple, pero lejos de los dos anteriormente mencionados. Especialmente destacable el papel de un debutante Xavi Caudevilla, al que nos hubiera gustado ver más en su subtrama. Ana es el personaje principal en el que menos se detiene la trama, y eso se nota. Cristina Kovani interpreta a la única residente del municipio de Torremolinos, y eso puede hacer que se resienta algo más su participación en el filme, al conocerla con la diégesis ya desarrollándose. Al no formar parte del grupo desde un primer momento, entendemos que el personaje es ajeno a las dinámicas de este. Al comenzar a relacionarse con estos, conforme se mimetiza más con ellos y la acogen, sí que se respira mucho más natural su personaje e interpretación, que daba la sensación de ir sobrepasada y con una marcha de más en los primeros compases.

Marcado carácter político
La película, a pesar de ser una comedia, acaba como una sátira de ligereza intrascendente. Con jovialidades triviales y prosaicas, aunque también haya que mencionar que son escasas, el largometraje muchas veces se extravía retratando la España de la época. Estrategia interesante y necesaria, más que nunca en los tiempos que vivimos, donde los nostálgicos del pasado parecen haber olvidado lo sucedido y nos está tocando revivir su despunte de nuevo, pero la película se obceca tanto en reflejar aquella realidad, que no hace tanto que dejamos atrás, que pierde fuerza narrativa y sentimos cómo se pierde en medio de la diégesis.
'Vírgenes' bebe y rinde homenaje a grandes nombres del cine español como son Paco Martínez Soria, Alfredo Landa o Luis García Berlanga con su '¡Bienvenido, Mister Marshall!' y 'El verdugo'. Pero en algunas ocasiones sentimos cómo, de tanto que quiere contar, no acaba contando nada, y que la manera en la que retrata a los "villanos" (los cuerpos del orden y seguridad del Estado) cae en lugares comunes como que tienen la misma profundidad que un charco.

Elemento en el que coincidimos, quizás los más reaccionarios al régimen no son los lápices más afilados del estuche, pero que resulta algo repetitivo y que, en definitiva, ya hemos visto bastante en el cine del director. Una dirección y texto de Álvaro Díaz Lorenzo que, en otros aspectos, sí que se siente más libre de estereotipos, pero que destaca, sobre todo, por una narrativa que se siente mucho más ágil y dinámica que en otros trabajos anteriores. A pesar de esto, el filme resulta interesante y entretenido, en cierta manera.
Es cierto que la película se llega a sentir como que en tan solo los primeros minutos de metraje muestra la única dirección que posee y cómo se agota en su propia narrativa rápidamente, prolongando artificiosamente el desarrollo. Pero, aun así, se siente fresca y nos encontramos ante una divertida comedia de verano que no teme mojarse, lanzándose a la piscina en temas que otros cineastas con más notoriedad, nombre y oportunidades evitan y pasan de retratar a personajes reaccionarios del sistema a hacer películas infantiles, también reaccionarias, donde los chistes orbitan alrededor de "qué mala es mi suegra", "cómo me calienta la cabeza la parienta" o "mis hijos me tienen harto". Este grupo de amigos que viajan a Torremolinos con un objetivo claro, perder la virginidad en plena dictadura franquista con el mito de las codiciadas suecas, resulta simpático, alegre y puede terminar agradando por sus naífs intenciones.