De 'On the Road' a 'La mujer en la ventana': La última década de Amy Adams, de peor a mejor

Lo bueno de que salga tan poquito Amy Adams en 'Lullaby' es que podemos pasar más o menos por alto de la que es, sin lugar a dudas, una de las propuestas menos interesantes de la trayectoria de la actriz. Un dramón de manual repleto de trampas lacrimógenas y tópicos que debemos olvidar con la misma facilidad con la que, probablemente, la propia Adams ya lo haya hecho.

Lo mejor que le pudo pasar a Amy Adams al decidir participar en esta horrible 'Querido Evan Hansen' es que estuviera al frente de ella un terrorífico Ben Platt. Y es que, la interpretación del actor es tan desastrosa y a tantos niveles que logra dejar en segundo plano a todo lo demás, incluyendo un evidente piloto automático activado con desgana por Adams.

El talento de Amy Adams es tan enorme que puede incluso sobrevivir (y destacar) dentro de una propuesta tan profundamente fallida como 'On the Road (En la carretera)', desastrosa adaptación a la gran pantalla de la obra maestra de Jack Kerouac. Una cinta carente de cualquier tipo de pasión, alma o energía que vagaba por la pantalla con más pena que gloria y de la cual solamente podemos rescatar pequeños destellos como la aparición de Adams.

De acuerdo, la versión de Zack Snyder es una experiencia cinematográfica tan exigente como satisfactoria, pero tanto en ella como en esta primera y horrible versión de Joss Whedon, la participación de Amy Adams es más una anécdota que otra cosa. Ni siquiera a ella pudimos agarrarnos para disfrutar mínimamente de este desastre titulado 'Liga de la Justicia'.

¿El mayor triunfo de 'Hillbilly, una elegía rural'? Haber colado a Glenn Close y su (indescriptible) maquillaje entre las nominadas a los Oscar del pasado año. ¿El mayor fracaso de 'Hillbilly, una elegía rural'? Bueno, todo lo demás. Dramón con forma de telefilm de sobremesa en el que cada personaje parece querer ser elegido el más odioso e insoportables de la historia, esta adaptación del libro de J.D. Vance es uno de los puntos más bajos de la carrera de una Amy Adams cuyo interés por lo que está interpretando parece ser el mismo que el que consigue generar en el público. Es decir, ninguno.

Mucho, infinito, ruido y pocas, poquísimas, nueces. Hasta en el título, 'El Hombre de Acero', se ven las costuras de un mastodonte cinematográfico ansioso por demostrar, desde su inicio y hasta el final, su grandeza, su inmensa grandeza. A falta de ideas, subir el volumen. A falta de novedades, aumentar las explosiones. A falta de personalidad, aumentar los golpes. Y así durante 143 minutos interminables. Todo lo que se ve en 'El Hombre de Acero' ya se ha visto antes. Y mucho mejor. El error real y mortal de la película está en su guion, un batiburrillo de influencias y referentes, ajenos y propios, sin ningún tipo de ritmo narrativo. Una manera de contar la historia desordenada, un cúmulo de tópicos que no se pueden justificar y un reparto desganado donde ni siquiera Amy Adams puede (quiere) ofrecer algo interesante.

Tras el fiasco mayúsculo que supuso 'El Hombre de Acero', Zack Snyder regresaba a la silla de director con todos los prejuicios encima, elevados al nivel alerta tras la elección de Ben Affleck como nuevo Batman. Una revancha que Snyder aprovecha en un primer tramo en el que, pese a un montaje caótico, consigue colar alguna imagen cuyo potencial visual es innegable, aportando algo de poesía épica a un relato desestructurado e hilvanado con frágil pegamento. Un comienzo que se extiende a lo largo de una hora y media inicial en el que el misterio, el drama y la acción se complementan con acierto, asentando unas bases narrativas que recaen sobre los hombros de un correcto Henry Cavill y un Affleck capaz de silenciar todas las críticas previas a base de inesperado carisma. En definitiva, un conjunto desequilibrado, grandilocuente, genial en algunos momentos y desesperante en otros donde conviene destacar la revelación total de Gal Gadot como Wonder Woman y las puntuales apariciones de la siempre bienvenida Amy Adams.

Envuelta en una y mil vueltas antes de su estreno, polémica desde su primer trailer y masacrada por la crítica y gran parte del público desde el primer día que apareció en Netflix, 'La mujer en la ventana' está señalada claramente como una de las peores películas de Amy Adams. Una condena tan férrea como injustificada. Por supuesto que estamos muy lejos de sus mejores interpretaciones, pero ni mucho menos hablamos de un desastre insalvable.

Partiendo de una base literaria no demasiado interesante, el siempre interesante Joe Wright se viste de Alfred Hitchcock y Brian de Palma para, con la complicidad de la entregada Adams, convertir lo que en papel era previsible y perezoso en vértigo y nervio, logrando inyectar un estupendo aspecto visual a una historia que, en sus manos, consigue despertar incluso inesperados momentos de emoción.

El ayudante de dirección de Clint Eastwood en obras capitales como 'Los puentes de Madison' o 'Million Dollar Baby' firmó un correcto debut con 'Golpe de efecto', drama deportivo que funcionaba especialmente bien en el apartado interpretativo. Y es que, más allá de la inagotable presencia del citado Clint, la película contaba con un fantástico trabajo de Amy Adams, actriz que conseguía que pareciera fácil algo tan sumamente complicado como estar a la altura de toda una leyenda de la historia del cine. Incluso lo supera en más de una ocasión.

Tim Burton y los Oscar. Esa historia imposible. Ignorado incluso en sus propuestas más académicas, con 'Big Fish' a la cabeza, sus películas nunca han pasado más allá de la consideración técnica. 'Big Eyes' debía ser el trabajo que cambiara la dinámica. Pero no. Ni muchísimo menos.

El biopic sobre la artista Margaret Keane y su tormentoso matrimonio supone uno de los puntos más bajos de la obra de Tim Burton. Descafeinada, falta de vida, aburrida y previsible, Burton anula toda su personalidad en la búsqueda de un academicismo de andar por casa que convierte a la película en poco más que un telefilm de sobremesa. Eso sí, conviene salvar a Amy Adams, portentosa actriz capaz de brillar incluso en terrenos tan aburridos como el que nos ocupa.

Su presencia es mínima, hablamos del espectáculo casi exclusivo de Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, pero contar con Amy Adams en un papel secundario es otra de las infinitas maravillas que tiene 'Her', una de las obras maestras esenciales del siglo XXI. Ah, por si hay alguna duda, por supuesto que la actriz está perfecta en cada una de sus apariciones.

Aunque el nivel general no sea precisamente alto, 'La gran estafa americana' sigue siendo la película más interesante y disfrutable del siempre polémico e irregular David O. Russell. Y gran parte de culpa de ello lo tiene un reparto especialmente inspirado y repleto de grandes estrellas entre las que destaca una Amy Adams pletórica. Sensual y misteriosa, radiante y peligrosa, vibrante e hipnótica: una interpretación realmente memorable.

Amy Adams tuvo una sexta (¡!) oportunidad de acabar con una estatuilla entre sus manos gracias a 'El vicio del poder', sobresaliente película de Adam McKay en la que la actriz se mete en la piel de Lynne Cheney, figura esencial para entender a su marido Dick. Un trabajo con el que Adams volvió a demostrar su apabullante capacidad para convertirse en cualquier tipo de personaje con una facilidad y convicción aplastante. Otra interpretación para enmarcar.

La historia de estas dos bestias salvajes, de dos animales impulsivos, atormentados, títeres en manos de una idea o un trauma, profundamente doloridos, escondidos tras alcohol y discursos, terapias y torturas, golpes y soledad, sigue resonando como un eco en medio del desierto. Uno no sabe de donde proviene la potencia de una obra como 'The Master' pero no ceja en su empeño de intentar encontrarla. Sabe que está viendo algo magnífico y, al mismo tiempo, profundamente repulsivo. El Lancaster Todd que crea el inmenso Philip Seymour Hoffman, un encantador de serpientes dominado por una cobra cerebral y aterradora (espectacular, otra vez, Amy Adams) no necesita más que su voz para penetrar en las mentes derrotadas tras la cobardía, la ingenuidad o la guerra que nunca termina.

El Freddie Quell que crea ese gigante llamado Joaquin Phoenix, un perro salvaje, borracho, primigenio, impulsivo, refugiado en el sexo salvaje y enfermizo, refleja en su mirada la cárcel mental en la que se encuentra encerrado, la esperanza por buscar una solución, un reencuentro, una compañía en la butaca de al lado. Su relación, fraternal, tóxica, tierna, infantil, enferma, es el centro de una película que utiliza el origen de la Cienciología como mera excusa para profundizar en el cerebro de dos mentes destruidas, convertidas en restos de un naufragio emocional que jamás podrá superarse. Todo el mundo necesita agarrarse a algo para no caer, un paraguas para soportar la tormenta, una voz para aguantar el silencio. 'The Master' no es una obra para todo el mundo, está claro, pero no es menos cierto que se trata de una obra maestra. De inicio a fin.

En 2016, Amy Adams entregó dos de las mejores interpretaciones de toda su carrera: 'La llegada' y 'Animales nocturnos'. Una locura. En lo que respecta a la última de ellas, el trabajo de la actriz es de una precisión deslumbrante, abrazando mil y un recursos con una facilidad pasmosa, equilibrando matices y conquistando a la cámara desde el mínimo gesto. Una interpretación magistral que engrandecía todavía más a uno de los thrillers imprescindibles de los últimos años.

La mejor película hasta la fecha de Denis Villeneuve llegó con su primera inmersión dentro del género de la ciencia ficción más pura y clásica. De calmada grandeza, 'La llegada', adaptación del relato de Ted Chiang, sirvió también para que el director certificara de manera definitiva y contundente su categoría de cineasta esencial de la última década.

Una fascinante carta de amor al género basada en el poder de la comunicación y la palabra, del destino y de las decisiones que marcan nuestra existencia y la de las personas que nos rodean. Amy Adams, inmensa, pone rostro a una historia en la que el fondo y la forma comparten la excelencia, traspasando la pantalla y desbordando su delicadeza y profundidad en todos y cada uno de los segundos de esta obra maestra.