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FINAL DE 'VENENO'

'Veneno': Los Javis, Cristina Ortiz y la fuerza iluminadora de la fantasía

España vio a la Veneno como un chiste. En su serie ya finalizada en ATRESplayer PREMIUM, Calvo y Ambrossi nos han iluminado con la luz de Cristina Ortiz.

Por Javier Pérez Martín 26 de Octubre 2020 | 15:54

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*Este artículo desvela detalles del último episodio de 'Veneno'.

Ahora que 'Veneno' ha acabado su recorrido de ocho episodios, todos disponibles en ATRESplayer PREMIUM, mucho se está hablando, y con razón, del valor pedagógico y revolucionario que tiene la serie de Javier Ambrossi y Javier Calvo. Es una gran producción con un reparto compuesto en su mayoría por mujeres trans que muestra al colectivo con humanidad y cariño. Si las intenciones de los Javis son históricas, más lo es aún el éxito de la propuesta: no solo han demostrado que España tiene actrices trans maravillosas esperando que se les dé trabajo (Jedet, Daniela Santiago, Isabel Torres y Lola Rodríguez son muestra de ello) sino que una serie LGTB ha sido lo más visto de la plataforma de streaming de Atresmedia y este domingo se convirtió en el mejor estreno de ficción en la televisión en abierto desde enero (Antena 3 emitió en prime time sus dos primeros episodios, no porque la serie vaya a verse en la cadena sino como promoción de Atresplayer).

'Veneno'

Pero 'Veneno' también ha significado un nuevo paso adelante en la carrera de los Javis, unos creadores a los que estamos viendo crecer con cada nuevo reto. Esa mezcla de intuición, talento y esfuerzo que vimos en 'La llamada' y la primera temporada de 'Paquita Salas' ha ido evolucionando con las siguientes dos temporadas de la serie de Netflix. Su inconfundible voz creativa, basada en la emoción y el humor, estaba ahí desde el principio pero ellos, lejos de conformarse con repetir éxitos, han ido desarrollando y refinando su dominio de la narrativa y la técnica hasta encontrar en esta serie una nueva cima.

La apuesta económica de Atresmedia, empresa con la que Ambrossi y Calvo tienen un acuerdo de producción, ha sido clave para que 'Veneno' supusiera un paso adelante en esta evolución. "Cuando salen bien las cosas es porque tienes tiempo para hacer lo que quieres de verdad, como quieres, y el tiempo es dinero", nos decía Calvo en una entrevista reciente. (Lo que da que pensar: ¿cuántas voces nuevas y estimulantes nos estaremos perdiendo en este país por tener una industria audiovisual tan empobrecida?) Pero también hay que tener en cuenta ese afán de crecer de los Javis, que se ha podido palpar con cada nuevo episodio de 'Veneno', una serie que, para añadir dificultad al desafío, se ha hecho a contrarreloj en un mundo post-COVID.

Alejándose del falso documental y la improvisación que eran la seña de identidad de 'Paquita Salas', esta propuesta resulta más tradicional en la forma y al mismo tiempo mucho más ambiciosa. Como si pasaran de la mesa de los niños a la de los mayores, los Javis han contado con cuatro guionistas (Elena Martín, Claudia Costafreda, Ian de la Rosa y Félix Sabroso), dos directores (Mikel Rueda y Álex Rodrigo) y un equipo técnico con nombres punteros del cine español como la directora de fotografía Gris Jordana, el director de arte Pepe Domínguez y el compositor Julio de la Rosa.

'Veneno'

El resultado se ha podido palpar en pantalla: 'Veneno' es una propuesta estilizada, colorida, ostentosa y a menudo grandilocuente y épica. A veces quizá demasiado: quienes acusen a los Javis de subrayar demasiado su mensaje y abusar de lo emocional encontrarán que eso forma parte de su esencia. Para ello han utilizado todos los recursos posibles: discursos emocionales, canciones, largos planos secuencia con complejas coreografías, zooms, animales... Todo ello al servicio del último propósito de los creadores: epatar. No todas las maniobras han salido bien, pero cuando lo han hecho han resultado triunfales (el último año del "Mississippi", el perro en el microondas, el baile de todas las Cristinas...).

Además, a lo largo de los ocho episodios hemos podido ver cómo la serie se iba refinando hasta el punto de haber entregado una segunda mitad gloriosa y casi intachable. De hecho, en el octavo y último capítulo, 'Los tres entierros de Cristina Ortiz', los Javis han conseguido por fin domar a la bestia: han puesto la forma al servicio de una idea. En un episodio sobrio y, en su mayor parte, contenido, 'Veneno' se centra en lo que nos ha querido enseñar durante todo este tiempo: la fuerza iluminadora de la fantasía.

La luz de Cristina Ortiz

'Veneno'

El episodio empieza con Valeria Vegas (Lola Rodríguez) en casa de Paca la Piraña y Cristina la Veneno (Isabel Torres) viendo la película 'Vestida de azul', el documental de 1983 que retrataba las vidas de algunas mujeres trans en la Madrid de la transición ("travestís", como se llamaban a sí mismas entonces). "Por muchos que vengan después, esas fueron las pioneras, como en el oeste", dice Paca verbalizando uno de los temas centrales de la serie: la importancia de que las historias del colectivo LGTB se transmitan a las siguientes generaciones. "Sin esas historias no tenemos pasado ni futuro, solo presente. No sabemos de dónde venimos ni adónde podemos llegar a ir", nos decía Calvo hace poco. Es un homenaje, coronado con los títulos de crédito, a 'Vestida de azul', a todas las que vinieron antes y también a la propia Valeria Vegas, autora de la biografía de la Veneno y sin la que esta serie no existiría.

En esa misma escena Cristina le dice a Valeria que cuando muera quiere que esparzan sus cenizas por el Parque del Oeste, donde ella ejerció la prostitución en los que irónicamente fueron los años más felices de su vida. "Voy a ir por el Parque del Oeste como un espíritu", bromea Cristina acercándose a Valeria y fundiéndose con la intensa luz del sol que entra por la ventana. Ahí la Veneno vuelve a convertirse en una aparición casi religiosa como lo fue en el primer episodio.

'Veneno'

Entonces viene el inevitable giro trágico: Cristina aparece inconsciente en su casa, con un gran golpe en la cabeza que la deja en coma. Vemos en silencio el charco de sangre, la casa desordenada, el trabajo de los paramédicos que intentan reanimarla sin éxito. A partir de ahí el capítulo ocurrirá dentro de espacios cerrados y a oscuras: el hospital en el que acaba muriendo Cristina, su casa desmantelada, la residencia de ancianos en la que Paca trabaja como limpiadora, las habitaciones en las que se recluye Valeria... En una serie que ha sido luminosa y colorida, de repente la luz se apaga y la pantalla se llena de gamas frías, oscuras, grisáceas.

Además entran en función unos personajes que han estado ausentes durante toda la serie: la familia de Cristina, para quienes sigue siendo Joselito, negándole su identidad de mujer. Mona Martínez, una de las mejores actrices secundarias de este país, está espectacular, al igual que Pepón Nieto. Ellos destacan en un grupo que por otra parte funciona como un bloque, un coro griego que da la réplica al unísono. Podrían protagonizar una obra de teatro dentro de ese tanatorio, precisamente el lugar más oscuro del episodio: aunque velan el cuerpo, y se lo niegan a la que fue su familia real durante décadas, ellos son los que más lejos están de la luz que desprendía Cristina. Los Javis dirigen las escenas de la familia con precisión de bisturí, componiendo imágenes estáticas y sobrias.

'Veneno'

En una serie que ha jugado constantemente con los puntos de vista, cambiándolos y mezclándolos entre sí, la televisión sirve en este capítulo como una narradora morbosa personificada en Ángel Garó, que nos habla de la muerte de la Veneno con ese tono espectacular, tergiversado, exagerado, entretenido y, en fin, televisivo, con el que toda España presenció la tragedia. Mientras tanto Valeria y Paca, las dos grandes amigas de Cristina, viven la pérdida en sus carnes, y es una pérdida doble porque se les ha prohibido despedirse de ella. Uno de los momentos más devastadores del episodio es la conversación telefónica que tienen ambas, en la que Paca la Piraña le dice a Valeria, y a toda España, que no haber hecho las paces con su amiga antes de su muerte y no aparecer en su libro son sus penas más grandes. Entonces le pide a Valeria que, si tiene la oportunidad en el futuro, mienta y diga que Cristina y ella se reconciliaron antes del fin, aunque sea una fantasía. "¿En qué mundo quieres vivir?", dice Paca la Piraña, uno de los hallazgos interpretativos y humanos de la serie, "¿en el mundo de fantasía de ella o en el mundo real que tenemos ahora mismo nosotras?".

'Veneno'

Poco más tarde Valeria vuelve a visitar el piso de Cristina, ya vacío y, por supuesto, sumido en la más absoluta penumbra. Allí el hermano de Cristina (Nieto) le cuenta que finalmente la familia dividirá las cenizas en dos y una mitad se esparcirá por el Parque del Oeste. Él ha luchado por ello porque ha leído el libro y porque su hijo le recuerda mucho a su hermano: un niño afeminado al que la abuela no puede ni ver. "Mi Joselito era una luz blanca", le dice entre lágrimas Paco a Valeria.

Esa luz blanca vuelve, por supuesto, solo cuando Cristina vuelve a aparecer en escena: su fantasma tiene una conversación con Valeria en la que se niega a esclarecer nada sobre su misteriosa muerte, quitándole importancia a la incógnita (uno de los puntos más escamosos de la biografía, muy bien resuelto por los Javis). En su lugar, quiere que Valeria le cuente cómo es su funeral. Bañada por la luz de Cristina, es decir, por su fantasía, Valeria decide que prefiere el mundo fantasioso al mundo real y narra un entierro, tan maravilloso como ficticio, en el que todas las personas de la vida de Cristina se reúnen en el Parque del Oeste para decirle adiós, incluido el Príncipe Felipe y Paca la Piraña, que llega en un taxi conducido por José Coronado.

'Veneno'

En un artículo de El Confidencial sobre la importancia que esta serie tiene para el avance del colectivo trans, la diputada del PSOE Carla Antonelli ha dicho: "Lo que hicieron con Cristina en televisión fue fundamentalmente «reírse de», no «reírse con». Es algo que, en menor medida, sigue ocurriendo. Hay series en España, que no voy a mencionar, en las que han usado a las personas trans para provocar la carcajada fácil". 'Veneno' nos ha recordado que Cristina Ortiz no era un chiste.

Como ya hicieron con Anna Allen en 'Paquita Salas', los Javis han arrojado luz sobre una figura malentendida, una broma nacional, para mostrarnos la tragedia que vivió el ser humano que hay detrás. Y en este caso Cristina es además un símbolo, un patrón por el que podemos cortar a todas esas mujeres trans que han sido condenadas durante décadas a los márgenes para ser objeto de morbo y chiste.

'Veneno'

En ese funeral, que es mentira pero demuestra el poder sanador de la fantasía (como hizo recientemente 'Podría destruirte' de Michaela Cole, otra de las series del año), el plano más poderoso lo protagonizan las mujeres trans que ejercieron la prostitución junto a la Veneno en la serie. No es la primera vez que las vemos en el Parque del Oeste, pero esta vez no están sumidas en las sombras: andan orgullosas iluminadas bajo una luz blanca, la luz de Cristina que las ha iluminado. Aunque sea en la fantasía de Cristina Ortiz, de Valeria Vegas, de los Javis, esa imagen ya existe. Y no hay quien pueda borrarla.

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