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CRÍTICA

'Un diván en Túnez': Freud tras la Primavera Árabe

Crítica de 'Un diván en túnez', comedia dirigida y escrita por Manele Labidi. Protagonizada por Golshifteh Farahani. Mostrada en la Selección Oficial de la 64ª edición de la SEMINCI de Valladolid.

Miguel Ángel Pizarro
Por Miguel Ángel Pizarro Más 11 de Septiembre 2020 | 09:10
Colaborador de eCartelera. Apasionado del cine y la cultura en general. Cine europeo y de animación, mi especialidad.

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Son varios los largometrajes que han tratado la Primavera Árabe, la mayoría -por no decir todos- la han abordado desde una perspectiva social, estupendos ejemplos son títulos como los marroquíes 'Razzia' (2017), 'Sofia' (2018) o 'Adam' (2019), la egipcia 'Clash' (2016) o la sueca (que narra una historia egipcia) 'El Cairo Confidencial' (2017). Para su ópera prima, la franco-tunecina Manele Labidi ha optado por tratar el tema desde una perspectiva diferente, en clave de comedia kafkiana, con 'Un diván en Túnez', Premio del Público dentro del marco de la Giornate degli Autori del Festival de Cine de Venecia y mostrada en la Sección Oficial de la 64ª edición de la SEMINCI de Valladolid.

Labidi, que firma también el guion, trae un regreso a los orígenes, motivado por el cambio de régimen en Túnez, tras la caída de la dictadura de Zine El Abidine Ben Ali. Cierto es que la cineasta tenía material de sobra para narrar un soberbia pieza de cine social. Pero Labidi opta por el camino más complicado, el de narrar esta apertura a la democracia desde una perspectiva cómica. El resultado es muy notable, al dejar en evidencia que, efectivamente, la sociedad tunecina necesita un auténtico diván para pasar página.

Un diván en Túnez

Y en esa terapia psicológica, en la que Labidi expone los problemas cotidianos de los ciudadanos (haciendo especial hincapié en las diferentes realidades femeninas), está una fascinante Golshifteh Farahani. La actriz iraní, una de las estrellas internacionales del cine francés, representa magníficamente tanto el contraste cultural que existe en aquellos ciudadanos magrebíes que se han criado y educado en Europa, como su estoica decisión de ayudar a cambiar su país. Farahani, además, lo hace desde una perspectiva femenina, que incide más en las diferencias sociales.

Vientos de cambio en tono de comedia, con una protagonista deslumbrante

Labidi sabe tratar la trama en tono de comedia, con un trasfondo complejo que la directora canaliza en situaciones divertidas y llenas de humor. Eso no significa que la directora no sepa plasmar las diferentes situaciones dramáticas de cada paciente de Selma, la protagonista. Tampoco duda en ser crítica con la administración actual, en la que la burocracia y la ineficacia de los funcionarios públicos, de un sistema que hereda lo peor del gobierno francés (especialmente en la lucha de Selma por obtener la licencia para su consulta).

Un diván en Túnez

Junto con una magnífica Farahani, está Majd Mastoura, el actor que se alzó con el Oso de Plata a la mejor interpretación masculina por la genial 'Hedi, un viento de libertad' (2016), que también narró las consecuencias de la llegada de la democracia a Túnez y de cómo la lucha de la libertad de las mujeres inspiraba a los hombres a salirse de los cánones de una sociedad patriarcal. En esta ocasión, Mastoura representa lo opuesto, a esa sociedad que muestra recelo ante los vientos de cambios que trae la psicoterapeuta, siendo esa parte, la mirada menos amable de una sociedad que, aunque abierta a cambiar el "Insha'Allah" por las teorías freudianas, aún tiene individuos que se resisten a los cambios.

Labidi acierta sentando a su país de origen en un diván a contar y enfrentarse a sus problemas, lo hace con una maravillosa protagonista, creada con ímpetu feminista, que es uno de los pilares para provocar el cambio. Está claro, la lucha por la democracia, en la que el espíritu de las Primaveras Árabes continúa, la lideran ellas.

Nota: 7

Lo mejor: Golshifteh Farahani brilla con un papel protagonista a su altura. La elección de canciones de Mina para dar música a esos deseos de caminar hacia delante.

Lo peor: Quizás toca demasiados temas y el tono de comedia feel-good pueda no abarcarlos todos.

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