å

CRÍTICA

'Misa de medianoche': Fe, milagros y monstruos

Crítica de 'Misa de medianoche', la nueva serie de Mike Flanagan para Netflix. Disponible a partir del 24 de septiembre.

Por Javier Parra González 23 de Septiembre 2021 | 15:30

Comparte:

¡Comenta!

El propio Mike Flanagan ha sido el encargado de dar a conocer que 'Misa de medianoche' no solo es uno de sus proyectos más longevos, sino que se trata de su trabajo más personal, en el que ha estado inmerso desde hace años y en el que ya existían algunos easter eggs en algunas de sus obras anteriores. Sin ir más lejos: 'Midnight Mass' es una novela de Maddie, el personaje interpretado por Kate Siegel en 'Hush', la cual podemos ver en la estantería de encima de la cama a la que ha quedado maniatada Jessie, Carla Gugino en 'El juego de Gerald'.

Misa de medianoche

Desde 'Hush' han pasado tan solo cinco años, un lustro con el que el cineasta se ha convertido en uno de los referentes clave del actual panorama del terror y el fantástico, tanto para la pequeña pantalla como el cine. Y no solo por haberle reformulado a Shirley Jackson con 'La maldición de Hill House', también por haberse atrevido con algo ante lo que muchos no hubiesen dado la talla: 'Doctor Sueño', la secuela de la inabarcable 'El resplandor', con la que Flanagan conseguía que Stephen King hiciese las paces con el trabajo de Stanley Kubrick.

Ahora, y dejando claro que se siente cómodo en el formato serial, 'Misa de medianoche' llega como otra de esas propuestas que en el nuevo siglo están explorando los terrenos del terror católico. Porque si existe algo verdaderamente aterrador en ella, es el desolador poso que el fanatismo religioso y la fe ciega van a dejar en Crockett Island, una comunidad al borde de la extinción a la que llega un nuevo cura, el padre Paul (Hamish Linklater). Junto a él, lo harán una serie de terrores tangibles e intangibles, que juegan en sintonía con los libros de la Biblia que dan título a cada uno de sus siete episodios.

Misa de medianoche

Por momentos, parece que Flanagan está recreando una obra apócrifa de King. A ratos parece que nos está haciendo partícipes de su particular visión del paseo de 'Dante y Virgilio en el Infierno' de Bouguereau. Mientras que hace hincapié en reforzar el preludio que compone su primera mitad, que deriva en el amargo desenlace para el que nos ha estado preparando, siendo consciente de que la llegada de esa tan esperada misa de medianoche, sirve también cual colofón con el que dinamitar todo tipo de esperanza.

En esa línea, también es clara la herencia lovecraftiana que revolotea sobre este relato, impregnado de oscura melancolía y un poso de desesperanza, como si de una historia gótica propia de los relatos perdidos de marineros, en los que lugares remotos de la civilización, son proclive a una autodestrucción provocada, irónicamente, por la religión y la forma en la que Flanagan la asocia de forma directa con algunos de los arquetipos milenarios asociados al horror y la mitología (por aquello de no hacer spoilers, tan solo hace falta saber cuál es la naturaleza de las criaturas que aparecen en 'Misa de medianoche', para saber de qué estamos hablando).

Misa de medianoche

Más allá de los dramas intrafamiliares y los traumas derivados por la pérdida (algo muy presente en el cine y las series de Flanagan desde sus inicios), y a pesar de que 'Misa de medianoche' también deambula por ese espacio característico del creador, aquí otro de los elementos que aparece con la intención de ser dinamitado es el de la comunidad (de alguna forma, esta también aparecía totalmente corrompida en 'Doctor Sueño'), la cual rememora a 'La tienda' o 'La tormenta del siglo' (las dos creadas por King) en cuanto a esa reformulación del horror mesiánico, en el que Kate Siegel, Zach Gilford, Alex Essoe, Rahul Kohli, Kristin Lehman, Henry Thomas o Robert Longstreet son algunos de los peones de un tablero dominado por la fe ciega.

Quienes esperen un carrusel del terror, pueden acabar descontentos con 'Misa de medianoche', un producto cuyo principal inconveniente es ver cómo Flanagan ha estirado hasta el exceso para que encaje dentro del actual formato serial. Siete horas (condensadas en cuatro, el resultado rozaría la perfección) que deberían ir in crescendo pero que, sin embargo, denotan ciertos altibajos concebidos únicamente para el cliffhanger. Pese a ello, gracias a un potente imaginario donde coexisten milagros, monstruos, sangre y mucha desolación, el conjunto acaba siendo una de esas propuestas que dejan huella.

Nota: 7

Lo mejor: Cómo la oscuridad va impregnando con cuentagotas toda la trama hasta su desolador final.

Lo peor: Adolece de cierta saturación de verborrea.