De 'Zodiac' a 'Magical Girl': 11 thrillers que son pura hipnosis

'Trance' ofrece todo lo que se puede esperar de ella, es decir, un estupendo thriller desenfadado, trepidante, sorprendente y, afortunadamente, alejado de la característica ambición desmedida de su director, Danny Boyle, por ser el más guay de la clase. Con un reparto liderado por James McAvoy y Rosario Dawson, estupendos de inicio a fin, 'Trance' funciona de manera más que solvente como entretenidísimo thriller narrado con estilo, precisión y la dosis justa de energía para mantener la atención del espectador agarrada en todo momento. No hay nada memorable en ella, de acuerdo, pero sus poco más de noventa minutos pasan en un suspiro.

La esperadísima segunda película escrita y dirigida por David Robert Mitchell tras esa joya del terror contemporáneo llamada 'It Follows' supuso un cambio de género, bienvenidos al neo-noir más caótico y fascinante, y un segundo disparo al mismo centro de la diana cinematográfica. Y es que, desde su brillante prólogo hasta su delirio final, 'Lo que esconde Silver Lake' constituye el último gran ejemplo de ese thriller hipnótico capaz de atravesar todos y cada uno de los límites impuestos sin dejar nunca de lado el eco que desprenden los grandes referentes de este modelo de suspense suspendido en el aire. Cine lisérgico con la influencia David Lynch marcada en la frente que, sin embargo, se las apaña para desplegar una personalidad tan propia como contundente. Resumiendo, una joya.

Con un reparto impecable en el que brillaba con especial intensidad Bárbara Lennie, magnética, hipnótica, fascinante, y un inconmensurable José Sacristán, 'Magical Girl' explotaba frente a nosotros como un cine completamente diferente, arriesgado, nuevo. Un universo, el de Carlos Vermut, en el que cabe el manga, el noir, Polanski, Haneke o el surrealismo, entre muchos otros factores, sin que ninguno de ellos se molesten entre ellos. Más bien todo lo contrario.

Un talento total que, con su segunda película, conseguía terminar de definir una personalidad única e identificable a través de diálogos que son oro y una dirección sabia y generosa en el número de escenas inolvidables. Y es que, sigue costando mucho trabajo quedarse con un momento concreto dentro de este soberbio trabajo cinematográfico, un laberinto en el que uno se pierde desde su magnífico prólogo y del que nunca termina de salir. 'Magical Girl' te atrapa, golpea bien dentro y se queda instalada en la memoria. Muy parecido a lo que sería una película perfecta.

No, en serio, es un especial sobre thrillers hipnóticos. 'Mulholland Drive', por encima de honores tan excesivos como mejor película del siglo o cima artística de David Lynch, nació para dinamitar, reconstruir y elevar este género hasta el infinito. Te puede gustar más o menos, te puede resultar magistral o irritante, puede que ambas, pero nunca podrás debatir la importancia capital de esta pesadilla laberíntica en el Olimpo del cine contemporáneo. Esencial, para bien o para mal.

La temprana muerte de Satoshi Kon nos dejó el corazón en un puño y la escapada furtiva de unas lágrimas justificadas a base de grandes, inmensas películas que quedan, y no es poco, como uno de los legados cinematográficos más interesantes y deslumbrantes de la historia del cine de animación. Una carrera breve pero intensa en la que encontramos obras maestras del tamaño de 'Perfect Blue', un thriller oscuro y perturbador, complejo y asfixiante, una maravilla para los ojos acompañado de un inevitable nudo en la boca del estómago. Una obra maestra en toda regla.

Pocas películas recientes han sido capaces de despertar entre público y crítica una reacción tan absoluta y fiera como 'Madre!'. Y es que la película escrita y dirigida por el siempre polémico y (casi) siempre inspirado Darren Aronofsky terminaba asentándose por completo en el amor absoluto o el odio indiscutible, cediendo un espacio mínimo a los tonos grises. Se trataba, además, de uno de sus objetivos más evidentes, es decir, el llevar al espectador al límite, desafiarle, agarrarle y zarandearle sin descanso.

Para ello, se apoyaba en una extraordinaria dirección que apostaba por la asfixia formal, hipnotizando desde la mirada fija de los primeros planos de una inconmensurable Jennifer Lawrence, actriz que muy pocas veces se ha mostrado tan entregada y convincente en la gran pantalla. A su lado, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer y Domhnall Gleeson, casi nada, terminaban de construir una película que tiene tanto de obra maestra como de pretencioso ejercicio egocéntrico marca Aronofsky.

Al final, lo que realmente importa es la capacidad que tenga una película de agarrar al espectador y llevarle a lugares que nunca ha visitado o, en su defecto, a enseñárselos de otra manera. El viaje a la locura, al perdón, al dolor, al terror y al amor que ofrece 'Shutter Island' es, al mismo tiempo, un trayecto apasionante hacia el mismo corazón del thriller, de la genialidad del suspense, del ingenio de la sorpresa desvelada con maestría.

Todo ello, fuera dudas, comandado por una dirección muy cercana a la perfección. La novela en la que se inspira, firmada por el maravilloso Dennis Lehane, ya era más que notable, pero lo que hace aquí Scorsese es abalanzarse sobre ella para extraer todo su potencial, dibujar un homenaje a los clásicos y, encima, redondear una película ejemplar. 'Shutter Island' no se ve, se devora. Y siempre deja con ganas de más.

Hay películas, milagros cinematográficos para ser más exactos, que siguen mirando al presente (y al pasado) desde el futuro. Y 'Vértigo (De entre los muertos)', una de las obras maestras más incontestables de Alfred Hitchcock, sombreros fuera, y uno de los clásicos esenciales de la historia del cine, es una de ellas. Para entendernos, si se estrenara hoy, seguiría transmitiendo esa inconfundible sensación de estar avanzada a su tiempo, de ser una locura de la que uno desearía no salir jamás, de hipnotizar sin opción a la réplica. Es una película fascinante de inicio a fin, deslumbrante en un apartado técnico que sigue quitando el hipo y envidiable en su control de ritmo narrativo, cima a la que han aspirado miles de cineastas desde aquel lejano 1958. Más que obligatoria.

Con el lema de 'Odiar o amar' escrito en la frente, esta historia de perdedores, asesinos sin compasión, personajes traumatizados y abandonados a su suerte, madres posesivas y Edipos que se enfrentan todo el tiempo a su pasado, condenados a la soledad más absoluta, se bebe por los ojos. El director Nicolas Winding Refn marca un tempo somnoliento, no apto para espectadores asiduos a mirar el reloj si el ritmo no es trepidante, regodeándose en unas imágenes que tienen un absoluto poder hipnótico, que se suceden sin una estructura narrativa estricta, pero que van tejiendo, poco a poco, una tela de araña en la que uno tiene que decidir si quiere ser atrapado o no. 'Sólo dios perdona' es desafiante, compleja y diferente. Un thriller de luces de neón, miradas perdidas y sangre poética.

El asesino sin rostro. Implacable. Aterrador. Con una presencia basada de manera casi exclusiva en la invisibilidad, en la intuición, en la tensión capaz de destrozar nervios y uñas, el asesino del zodiaco recorre todos y cada uno de los fotogramas de 'Zodiac', esa obra maestra, una más, de David Fincher, que volvió a transformar el modelo de thriller que él mismo había dinamitado con 'Seven' desde dentro.

Apostando por los avances que no terminen en ningún lugar, a hombros de la sospecha más inconsistente, pendiente siempre de un hilo de intriga. Un apasionante relato basado en hechos reales que juega permanentemente con el espectador de la misma forma en la que lo hace el psicópata principal. ¿Su identidad? Es lo de menos. Importa su sombra. Un clásico contemporáneo incapaz de oxidarse.

'Boi', debut como director y guionista de Jorge M. Fontana, es una de esas películas que, más allá de sus resultados estrictamente artísticos, merecen un respeto y admiración inicial por su valentía, riesgo asumido y paseo por la fina línea que separa el todo de la nada.

Un thriller con agradecidas dosis de comedia que va tejiendo una de esas telas de araña en la que, si decidimos entrar en su juego, es un placer perderse. Todo ello, además, liderado por una interpretación de Bernat Quintana realmente notable. Una cinta tan austera como genuina.